Opinião

Crónica
Descolonizar la universidad

Hernandez Diaz

Hace pocas semanas se ha celebrado en nuestra universidad el II Coloquio Internacional de Interculturalidad y Educación, que en esta ocasión abordaba un tema tan sangrante y urgente como el de la inmigración/educación de millones de personas que huyen de la guerra, la explotación, el hambre y la miseria, desde sus países de origen a otros próximos que consideran más seguros, o que ofrecen más oportunidades para ellos y sus familias. Los participantes buscan pensar sobre las respuestas que se ofrecen, y habría que impulsar, desde la educación desde los países receptores, que suelen pertenecer al grupo de los más pudientes.

El encuentro ha sido promovido por algunas universidades del sur de Brasil (Santa Catarina, Blumenau, Chapecó y otras del nordeste y la frontera con Venezuela, como Roraima), iniciadoras de la red hace un par de años. Buscaron el acuerdo compartido con el Grupo de Investigación "Helmantica Paideia. Memoria y proyecto de la educación" de la Universidad de Salamanca, que plantea sus trabajos desde una lectura histórica, comparada y política de la educación.

Han participado en este evento casi un centenar de ponentes y conferenciantes de muy distintas procedencias universitarias y geográficas (Sur de USA, México, Haití, Chile, Colombia, Uruguay, Perú, Brasil -12 universidades de norte a sur- , Gabón, Suiza, Alemania, Portugal y España. Han sido casi 40 las universidades representadas, pertenecientes a tres continentes. El perfil de los participantes se inscribe, claro está, entre aquéllos intelectuales y estudiosos que tienen clara conciencia crítica sobre la actual organización política y económica del mundo, que son sensibles a los padecimientos de millones de personas, las más humildes y débiles de la cadena en el orden social y mundial, y que confían en el poder liberador de la educación para los más desvalidos, en este caso inmigrantes, a pesar de las ingentes dificultades que encierra una apuesta de este perfil. Los textos finales se verán publicados próximamente, aunque un avance puede encontrarse en el librito de resúmenes ya editados.

Una de las secciones del coloquio se articula en torno al concepto de "descolonización", y trata de analizar las razones de fondo que arguyen ciertos sectores extremistas y ultraconservadores radicales contra los inmigrantes del sur, para excluirlos de los beneficios del cumplimiento de los derechos humanos, uno de ellos el de la educación.

Las políticas de integración de los diferentes (por razón de etnia, raza, religión, y origen social) a través de la educación, en sus respectivos sistemas escolares, suele partir del supuesto de la superioridad, que conduce de forma obvia a la exclusión de lo diferente. Es como si existiera una cultura superior a las demás, a la que deben someterse las inferiores. Ese modelo de valores y sistema de vida es el eurocéntrico, que en las últimas décadas, sobre todo desde el final de la segunda guerra mundial, va siendo sustituido por el anglosajón en versión estadounidense. O sea, nos dicen que existe una cultura y valores superior al resto, a la que deben someterse, e integrarse todas las demás.

Es lo que el sociólogo portugués, de la Universidad de Coimbra,. Boaventura de Sousa Santos, explica con solvencia en alguno de sus ensayos, como el camino que va de la razón indolente (la que no desea dialogar con otros modos de pensar distintos a los suyos pues los considera despreciables y por ello los hace invisibles y los niega), a la razón arrogante (solo esta cultura superior, y solo ella, es la que hace posible el avance y el progreso de la humanidad), a la monocultura del saber (lo que con lleva la muerte de todas las demás formas culturales a corto y medio plazo). Frente a lo que se observa en la educación en el mundo, si aplicamos esta brillante plantilla de análisis del profesor de Coimbra, es preciso establecer caminos alternativos en las escuelas y espacios culturales, procurando políticas educativas de inclusión, que suponen la aceptación de la diversidad y del diálogo, del compromiso de construir juntos, desde el reconocimiento de las diferencias, oportunidades y espacios educativos que conduzcan a la visibilidad de todos los ciudadanos y sus expresiones educativas y culturales. La escuela es posiblemente la gran oportunidad del mundo contemporáneo para contribuir a formar ciudadanos inclusivos, acostumbrados a vivir y aceptar lo positivo de las diferencias, y huir de los dogmatismos que proclaman que existen seres y culturas superiores, casi por concesión divina.

¿Tiene este discurso algo que ver con nuestras universidades y la cultura académica dominante en la mayoría de ellas, en todo el mundo?

Sin duda que sí, pensamos nosotros. Frente a la riqueza de la diversidad de opciones y oportunidades, de modelos universitarios, que ha sido el rasgo característico de los centros de educación superior de todo el mundo a lo largo de siglos. Pensemos en las pautas de China y Japón para formar a sus élites con formato e ideario confuciano, o en la educación superior del islam durante siglos, las formas precolombinas de hacer ciencia en América, en los diferentes modelos de las universidades cristianas en Europa desde la Edad Media, o los más próximos a nosotros como el humboldtiano o alemán desde elm XIX, el napoleónico o francés, o el representado en su día por el cardenal Willman para la formación del gentleman inglés, por citar los más señalados. Sin embargo, hoy se impone en el mundo el monocultivo universitario anglosajón/norteamericano excluyente y dogmático, utilitarista y en inglés. No hay otra ciencia y saber válidos que éste, el de los gendarmes y expoliadores del mundo.

¿Qué significa tal colonización dominadora de la idea de universidad y de ciencia? Supone que no hay más que una verdadera ciencia y universidad, que es la que procede del selecto team en los USA de los que marcan la pauta de la ciencia y de la historia, y que durante el siglo XX, y desde luego con la globalización digital desde 1990, se ha hecho acreedora de ser arrogante e indolente hacia otras formas de pensar la universidad y la ciencia, a las que niega e invisibiliza. Este proceso está confluyendo en un peligroso concepto de monocultura del saber. Por tanto, quienes no publican en revistas y editoriales (generalmente propias de grupos privados y lobies de poder académico), con las mismas pautas metodológicas, las de citación incluidas, no existen, o no tienen valor en el ámbito de la cultura científica considerada como superior por ellos mismos.

Este es solamente un ejemplo de cómo esta cultura académica "superior" y arrogante, made in USA, siempre en inglés, claro, interviene en la forma de organizar las universidades, los campos científicos y disciplinas, los sistemas de acceso a la profesión, de cómo se ha colonizado el mundo científico de todos los países y continentes, hoy cargado de pragmatismo excluyente (el proyecto de investigación que no tiene oportunidad transferencia de conocimiento carece de valor o es de menor entidad, por ejemplo), y negando, despreciando y haciendo invisibles otras formas de pensar y hacer ciencia que no sea aquella de los "superiores".

Estamos colonizados, dominados por esa cultura académica norteamericana, y a descolonizar nos llaman otras concepciones del mundo y la universidad de forma comprometida.

 
 
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