Tutoria en la universidad
Los conceptos de ayuda, de
acompañamiento, apoyo, protección, defensa, orientación, tutoría, y
otros parecidos, cuando son aplicados a la educación no son
técnicamente equivalentes, ni sinónimos, sino complementarios. La
tutoría en educación deja entrever una cierta orfandad en el
proceso de enseñanza y aprendizaje, la evidencia de una dependencia
parcial de un menor, o un inferior, que puede sentirse
desguarnecido, desprotegido, confundido o despistado en sus tareas
como estudiante, como alumno, sea cual fuere su edad y tipología de
estudios.
La tutoría parte
del supuesto de la existencia de un adulto superior dispuesto a
ayudar, a orientar, a apoyar, a uno o varios estudiantes, para
tratar de que logre éxito en los estudios, estabilidad personal,
buena socialización con los compañeros y con otros profesores, con
las autoridades del establecimiento escolar. La tutoría hoy es ya
un hecho reconocido y aceptado en los sistemas educativos
contemporáneos con cierta calidad organizativa. Parece aceptarse
que fueron los ingleses, Arnold por ejemplo, quienes ejercen
de promotores y van implantando la tutoría como elemento
técnico de apoyo para obtener mejores resultados escolares y
sociales en el desempeño de las tareas
escolares.
La llegada a la
universidad del estilo tutorial de trabajar entre profesores y
estudiantes es más tardío, y sin duda presenta más
dificultades conceptuales y técnicas de aplicación. No en vano en
la universidad se parte del supuesto de la autonomía, incluso de la
adultez y madurez al establecer relaciones personales e
intelectuales entre iguales, o entre profesores y estudiantes. En
este punto la tradición clásica, humboldtiana, de las
universidades alemanas, es emblemática al ofrecer un modelo
de relaciones asentadas en la libertad plena del estudiante, en la
fuerte flexibilidad de los programas de estudios, en la sólida
autonomía del profesor en la cátedra.
Pero van a
ser las universidades y colleges ingleses las instituciones que se
van a convertir en los referentes principales, y pioneros, al
ofrecer en su organización académica el servicio de tutoría como
integrado en el modo de hacer general de la educación superior,
tanto en establecimientos públicos como privados, sobre todo para
los estudiantes noveles o recién incorporados a los estudios
superiores. En el sistema universitario británico está ya muy
arraigada la práctica de la obligatoriedad de la tutoría para
estudiantes y profesores, en algunas de sus modalidades, incluida
la tutoría entre iguales, por ejemplo.
La tutoría más
habitual es la que llevan a cabo los estudiantes con el profesor
que se les asigna desde su incorporación a la universidad hasta que
concluye su ciclo formativo en la carrera académica, como
estudiante de una titulación concreta. Cada estudiante sabe quien
es su tutor, y cada profesor suele tener asignados varios
estudiantes para que les asesore, les preste ayuda y orientación, y
no solamente sobre el asunto de la asignatura que en su caso les
explique.
Esta práctica
pedagógica en la universidad española es relativamente reciente, y
apenas si se ha generalizado entre nosotros. Se encuentra en una
fase aun incipiente, aunque con variaciones notorias de aplicación
según la tipología de facultades y de universidades. Sin embargo,
en España conviene hacer algo de memoria histórica para no estar
partiendo siempre de cero. Tenemos algunas experiencias de tutoría
en la educación superior, o proyectos de enorme interés. Vamos a
recordar solamente uno, pero muy meritorio, y que ha pasado
desapercibido o interesadamente marginado. Sucedió algunas décadas
atrás.
En el
Proyecto de Ley de Reforma Universitaria que presenta a las Cortes
el Ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, en
marzo de 1933, en la Segunda República, se apuesta por un
tipo de universidad para la España del momento , que trata de
aproximarse a modelos considerados como ejemplares, a caballo entre
el alemán y el inglés. Uno de los aspectos novedosos en el texto
parlamentario de aquella fecha, en el preámbulo, se habla
textualmente de "la conveniencia de acoger y cultivar la idea de
<tutor> universitario, del que, hecho cargo de un grupo
pequeño de alumnos, coopera con ellos cotidianamente para vencer
obstáculos y habituarlos a la resolución del problema. Es preciso
una ordenación más <tutorial> en el seno de la universidad
moderna". Este texto normativo, y el capítulo breve que
mencionamos, careció de la fortuna histórica necesaria para
verse aprobado y aplicado a la vida real, por circunstancias de
todos bien conocidas que dan al traste con muchos proyectos
renovadores de la sociedad y la educación española a partir de
1936.
Casi
ochenta años más tarde, y desde luego que en un momento histórico
muy diferente para la universidad y la sociedad española, se
impone retomar en serio esta oportunidad de ofrecer un apoyo
tutorial a los estudiantes desde que se incorporan a la
universidad. Tenemos modelos de referencia en universidades
extranjeras, en algunas españolas, poseemos referentes históricos,
y solamente necesitamos organizar mejor nuestra oferta de estudios
en las universidades del presente para ofrecer un servicio en parte
ahora nuevo y sin duda exitoso como es la implantación de la
tutoría para todos los estudiantes universitarios, aunque la oferta
se haga de forma gradual. Los inicios de un nuevo curso son siempre
una magnífica oportunidad para impulsar iniciativas que ayuden a
mejorar la calidad de la educación superior, y el éxito personal y
académico de nuestros estudiantes. Cuestión de voluntad y decisión,
y algunos medios apropiados, claro está.