CRÓNICA
Cartas desde la ilusión
Querido
amigo:
Siguiendo con las reflexiones de mi
carta anterior, hoy te propongo centrar la atención en el tercer
principio de la Evaluación para el Aprendizaje (EpA), que dice así:
La Evaluación para el Aprendizaje debería estar reconocida como el
centro de la práctica en el aula.
¿Cuál es el centro, actualmente, de
nuestra intervención y nuestra práctica en el aula?
Estoy seguro de que, si hiciésemos
esta pregunta a los profesores, muy pocos, por no decir ninguno,
acertaría a establecer que el centro de su intervención es la
evaluación.
La razón es muy sencilla. Hace un
par de meses te comentaba que uno de los problemas fundamentales de
los sistemas educativos actuales (por tanto, tradicionales) es la
consideración de la evaluación como una actuación "a término", cuya
finalidad es sancionar el aprendizaje. Mientras sigamos con esta
mentalidad y esta práctica, va a ser muy difícil hacer de la
evaluación el centro de nuestra práctica educativa, porque esto
supone un cambio drástico en nuestra mentalidad y nuestra
actuación: supone pasar de la sanción del aprendizaje, mediante la
evaluación, a la producción de aprendizaje, mediante la
evaluación.
Y es que, si nos fijamos, a la hora
de la verdad, mucho de lo que hacen los profesores y los alumnos en
las aulas puede describirse como evaluación. Es decir, las tareas y
las preguntas invitan a alumnos a demostrar sus conocimientos, su
comprensión y sus habilidades. Entonces se observa e interpreta lo
que dicen y hacen los estudiantes, y se realizan juicios acerca de
cómo se puede mejorar el aprendizaje. Estos procesos de evaluación
son una parte esencial de la práctica cotidiana del aula e
involucran a profesores y estudiantes en la reflexión, el diálogo y
la toma de decisiones.
Creo que uno de los problemas que
nos han llevado a no tener en cuenta esto es la excesiva práctica
de la "temporalización" de la actuación en el aula. Es decir, hemos
establecido que ahora se hace tal cosa, después se realiza tal otra
cosa, a continuación se efectuará tal otra, etc., y todo culmina
con una última cosa: la evaluación. Una vez más, "los árboles nos
impiden ver el bosque". En definitiva, procedemos por "pequeños
pasos" (siguiendo la mentalidad analítica pascaliana y newtoniana)
para ganar seguridad a costa de perder la perspectiva global del
desarrollo auténtico de las competencias de nuestros alumnos.
En consecuencia, hemos perdido el
sentido de que el desarrollo de las competencias de nuestros
alumnos no es un proceso aditivo. Una de las grandes ideas de Jean
Piaget, a lo largo de su producción científica y su contribución al
conocimiento de los procesos del desarrollo cognitivo, fue su
propuesta de que las estructuras cognitivas se construían
(construir-reconstruir) en espiral, en un proceso auténticamente
recursivo gracias al que se integraban nuevos elementos en las
bases estructurales cognitivas anteriormente construidas. Pero,
como bien sabes, los sistemas educativos occidentales han querido
dar la imagen de que seguían las consecuencias pedagógicas de los
descubrimientos de Piaget, aunque, en el fondo, nunca se estudió su
aportación a fondo ni se extrajeron las consecuencias auténticas de
su propuesta explicativa.
Así, pues, lo que deberíamos ir
haciendo los profesores es sustituir progresivamente la práctica de
la "temporalización" por la de la "sistematización". Esto supone
que el proceso de enseñanza/aprendizaje se entiende y se aborda de
manera global, atendiendo a la dinámica del desarrollo de las
competencias. El desarrollo competencial se realiza de manera
sistémica, pues se acomoda a la complejidad tanto de los procesos
psicológicos implicados como de las tareas que han de resolverse
para conseguir construir y desarrollar dichas competencias.
Como puedes ver, estamos, una vez
más, ante un tema apasionante y auténticamente retador. Más
adelante seguiremos comentando estos asuntos.
Por ahora, sólo me queda desearte
un buen descanso durante las vacaciones del verano.
Hasta la próxima, como siempre, salud y felicidad.