Crónica
Cartas desde la ilusión
Querido amigo:
En mis últimas cartas reflexionamos
sobre la necesidad de "matar la escuela" y de evitar las
confusiones que genera la práctica educativa demagógica.
Ahora bien, todos sabemos que es muy
fácil hacer propuestas de destrucción, y no sólo hacer propuestas,
sino también llevarlas a cabo.
Pero hemos de entender que cuando
hablamos de "matar la escuela" y de evitar la confusión que crea la
práctica educativa demagógica no estamos sugiriendo la eliminación
del proceso en sí, sino de su "institucionalización" irracional. Es
cierto que, en una sociedad compleja como la nuestra, la educación
ha de estar institucionalizada, en la(s) forma(s) que fuere, desde
la educación tradicional en el aula hasta el "homeschooling", sin
descartar nuevas formas actuales de institucionalización como son
las propuestas que se hacen en base a las nuevas tecnologías de la
información y que promueven la institucionalización de la
"educación abierta" (desde la Enseñanza Primaria hasta la Enseñanza
Superior).
Pero lo importante sería que, sea
cual fuere la forma de institucionalización, no sea la institución
la que ahogue el proceso educativo, como ha sucedido hasta el
momento, por no saber "leer" las nuevas características del
desarrollo social y no haber adecuado los procedimientos y
quehaceres educativos a esas nuevas características.
A mi manera de entender, la causa
más poderosa de este ahogamiento del proceso educativo por el poder
institucionalizador ha sido el haberse basado en la razón, sin
haber tenido en cuenta la persona. En otras palabras, el principio
cartesiano del "cogito ergo sum", ha sido el motor de este proceso
de ahogamiento de la capacidad educadora de la sociedad. Cuando,
como Descartes, se pone por delante la razón o el pensamiento
("cogito") antes que el ser ("ergo sum"), la consecuencia se ha
hecho patente a lo largo de la historia: la defensa de la razón ha
dado al traste con la promoción del ser.
Por eso, creo que, desde el punto de
vista educativo (no discuto su "valor" filosófico), habría que
revertir la expresión, y, en consecuencia, habría que cambiar
radicalmente la práctica. Por eso, pienso que la expresión
cartesiana únicamente sería válida si se cambiasen los términos y
la convirtiéramos en "sum ergo cogito".
Esto supone poner en primer plano la
conciencia humana y colocarla, por tanto, por encima del propio
pensamiento. A mi manera de ver, el pensamiento, la cognición, está
subordinado al "ser" de la persona, y no al revés. Hasta ahora, por
influencia de Descartes, creíamos que éramos porque pensábamos.
Creo que llega el momento en que, educativamente, comencemos a
poner por delante a la persona, que es la que piensa, y dejemos de
lado el conocimiento o pensamiento que, si bien contribuye a la
formación de la persona, no lo hace de la manera tan definitiva
como hemos creído hasta el presente. Si formamos a la persona, se
producirá pensamiento y funcionamiento cognitivo adecuado. El
problema surge cuando hemos creído que haciendo "entidades
pensantes" en exclusiva, contribuíamos definitivamente a la
formación de la persona. Para mí éste ha sido el error que hemos
arrastrado desde el siglo XIX (y anteriormente) cuando se comenzó
la institucionalización del sistema educativo que ha tenido su
culmen, en nuestra sociedad occidental, en las últimas décadas del
siglo XX cuando se cumplió el deseo de "educación para todos".
Creo que ya es hora de centrarnos
seriamente en desarrollar la "educación de calidad". Es lo que
trataré de abordar en mis próximas cartas.
Hasta la próxima, como siempre,
salud y felicidad.