Opinião

Crónica
Cartas desde la ilusión

Juan A. Castro PosadaQuerido amigo:

En mis últimas cartas reflexionamos sobre la necesidad de "matar la escuela" y de evitar las confusiones que genera la práctica educativa demagógica.

Ahora bien, todos sabemos que es muy fácil hacer propuestas de destrucción, y no sólo hacer propuestas, sino también llevarlas a cabo.

Pero hemos de entender que cuando hablamos de "matar la escuela" y de evitar la confusión que crea la práctica educativa demagógica no estamos sugiriendo la eliminación del proceso en sí, sino de su "institucionalización" irracional. Es cierto que, en una sociedad compleja como la nuestra, la educación ha de estar institucionalizada, en la(s) forma(s) que fuere, desde la educación tradicional en el aula hasta el "homeschooling", sin descartar nuevas formas actuales de institucionalización como son las propuestas que se hacen en base a las nuevas tecnologías de la información y que promueven la institucionalización de la "educación abierta" (desde la Enseñanza Primaria hasta la Enseñanza Superior).

Pero lo importante sería que, sea cual fuere la forma de institucionalización, no sea la institución la que ahogue el proceso educativo, como ha sucedido hasta el momento, por no saber "leer" las nuevas características del desarrollo social y no haber adecuado los procedimientos y quehaceres educativos a esas nuevas características.

A mi manera de entender, la causa más poderosa de este ahogamiento del proceso educativo por el poder institucionalizador ha sido el haberse basado en la razón, sin haber tenido en cuenta la persona. En otras palabras, el principio cartesiano del "cogito ergo sum", ha sido el motor de este proceso de ahogamiento de la capacidad educadora de la sociedad. Cuando, como Descartes, se pone por delante la razón o el pensamiento ("cogito") antes que el ser ("ergo sum"), la consecuencia se ha hecho patente a lo largo de la historia: la defensa de la razón ha dado al traste con la promoción del ser.

Por eso, creo que, desde el punto de vista educativo (no discuto su "valor" filosófico), habría que revertir la expresión, y, en consecuencia, habría que cambiar radicalmente la práctica. Por eso, pienso que la expresión cartesiana únicamente sería válida si se cambiasen los términos y la convirtiéramos en "sum ergo cogito".

Esto supone poner en primer plano la conciencia humana y colocarla, por tanto, por encima del propio pensamiento. A mi manera de ver, el pensamiento, la cognición, está subordinado al "ser" de la persona, y no al revés. Hasta ahora, por influencia de Descartes, creíamos que éramos porque pensábamos. Creo que llega el momento en que, educativamente, comencemos a poner por delante a la persona, que es la que piensa, y dejemos de lado el conocimiento o pensamiento que, si bien contribuye a la formación de la persona, no lo hace de la manera tan definitiva como hemos creído hasta el presente. Si formamos a la persona, se producirá pensamiento y funcionamiento cognitivo adecuado. El problema surge cuando hemos creído que haciendo "entidades pensantes" en exclusiva, contribuíamos definitivamente a la formación de la persona. Para mí éste ha sido el error que hemos arrastrado desde el siglo XIX (y anteriormente) cuando se comenzó la institucionalización del sistema educativo que ha tenido su culmen, en nuestra sociedad occidental, en las últimas décadas del siglo XX cuando se cumplió el deseo de "educación para todos".

Creo que ya es hora de centrarnos seriamente en desarrollar la "educación de calidad". Es lo que trataré de abordar en mis próximas cartas.

Hasta la próxima, como siempre, salud y felicidad.

 
 
Edição Digital - (Clicar e ler)
Unesco.jpg LogoIPCB.png

logo_ipl.jpg

IPG_B.jpg logo_ipportalegre.jpg logo_ubi_vprincipal.jpg evora-final.jpg ipseutubal IPC-PRETO