Crónica Salamanca
La Universidad y la Paz
Hace pocos días hemos participado en el Institut of
Education de la Universidad de Londres en el congreso que organiza
anualmente la ISCHE (International Standing Conference for the
History of Education), que en esta ocasión abordaba el tema
"Education, war and peace". Se trataba de conmemorar el centenario
del inicio de la I Guerra Mundial en 1914,la terrible Gran Guerra,
pero ofreciendo estudios sobre la educación para la paz en todo el
mundo, desde una lectura histórica, interpretando el pasado y tal
vez buscando aplicaciones a nuestro problemático presente desde el
punto de vista de la paz y del diálogo de los pueblos.
En esos mismos días se estaban
produciendo feroces luchas cuerpo a cuerpo y bombardeos permanentes
entre Israel y Hamas en la franja de Gaza. Iban más de 400 muertos
y varios miles de heridos por ambas partes, aunque los palestinos
se llevan la peor, con diferencia. Es el ejemplo más fehaciente del
triunfo de los dogmatismos, de las ortodoxias judías y de los
sectores más integristas de Hamas en el bando palestino. Quien paga
siempre son los más débiles, los que menos protagonismo político e
influencia tienen, los civiles y en particular los niños. Así
sucede en todas las guerras de forma categórica, y muchos dicen que
inevitable. Igualmente el conflicto de Ucrania y los separatistas
pro-rusos continúa ofreciendo muertes, imágenes de desastre,
aviones comerciales derribados, una pena total.
Da la impresión de tener que
someternos al fin a las tesis de Maquiavelo, y darle la razón,
quien en el siglo XVI habla de la maldad natural del hombre, de lo
natural de la condición humana que resultan ser los conflictos, las
guerras y los enfrentamientos. Pero el pensador florentino nos dice
también que solo hay una manera de mitigar tales conflictos, y no
es otra que la ley, la razón de Estado, la racionalidad que ha de
imponerse, el diálogo, la educación, la apuesta por la paz, y la
cesión de una parte de nuestras exigencias en la negociación del
conflicto para alcanzar el bien de la mayoría. Los hombres, todos
los hombres, tienden al poder, a la dominación de los demás, y
estas conductas propias de la condición humana no tienen solución
definitiva ni radical. Solamente la fuerza de la ley es la que
resulta triunfadora, si bien es verdad que él habla en aquel
contexto de la necesidad de ejércitos bien armados, porque
Maquiavelo no era pacifista, desde luego.
Muy cerca del mencionado Instituto
de Educación de Londres, en el centro de Tavistock Square Garden,
hace ya algunos años que se colocó una bella y conmovedora estatua
de Gandhi, clamando y rezando por la paz del mundo. Todo un ejemplo
de rectitud moral, de pacifismo, de contestación no violenta, y
finalmente eficaz, como demostró ser la suya en la conquista de la
independencia de India frente a Inglaterra a mediados del siglo
XX.
La pregunta que nos suscita la
violencia estructural, que es permanente, y la más explicita y
brutal de las guerras, en nuestro contexto universitario no puede
ser otra que la obligación moral, la necesidad que tienen las
universidades de no mirar a otro lado como si el problema del
conflicto y el de la paz no fuera suyo. Al contrario, la
universidad tiene que ser capaz de ofrecer algunas respuestas,
dentro de las limitaciones que sin duda tienen para actuar de forma
muy resolutiva e inmediata para taponar tales sangrías.
Una universidad que crea en el
hombre, y que considere que los hombres deben ser el centro de su
atención formativa e investigadora, debe fomentar programas de paz,
de educación para la paz. Ha de procurar trasladar a todos sus
profesores y estudiantes, a todas las personas que intervienen en
el día a día de la universidad, la idea permanente del triunfo de
la razón sobre la violencia, para superar el conflicto. Y para ello
la universidad debe implantar programas formativos abiertos del
fomento de la paz.
De la misma forma que se han puesto
en marcha servicios de salud laboral, de salud psicológica, de
orientación laboral y académica, de vigilancia de consumo
energético, de oficina verde, entre otros muchos, y nos parecen muy
bien, deben crearse unidades de apoyo a la no violencia, a la lucha
por la paz. Sabiendo, por supuesto, que el conflicto es permanente
entre los individuos y las comunidades, en todas partes. Pero
conociendo que pueden buscarse soluciones a través del diálogo y el
consenso, en el día a día, y no sólo cuando saltan todas las
alarmas, como es el caso del actual conflicto total entre Palestina
e Israel.
También son necesarias otras vías
complementarias que pueden ofrecer las universidades, como son
proyectos de investigación por la paz, cátedras de educación para
la paz y la no violencia, ciclos de actividades permanentes de
sensibilización, y tantas más.
Seguramente no será posible nunca
la paz perpetua entre los hombres, tal como argumentaba y añoraba
desde la razón del hombre ilustrado que era Manuel Kant. Pero todo
lo que apostemos por la educación, la razón, el consenso, el
derecho internacional y el derecho común civil de todos los días,
también desde la universidad, será una forma de legitimar la propia
institución, que siempre debe estar cargada de razón, y no de
imposición.