Opinião

Crónica Salamanca
Voluntariado en la Universidad

Hernandez DiazConductas generosas y altruistas suelen existir entre los jóvenes, universitarios o no, con frecuencia más observables que en personas mayores de nuestras sociedades occidentales. La simpatía, la compasión con el que sufre, la aspiración a cambiar o mejorar las situaciones de explotación y dolor de los más débiles, por fortuna siguen estando presentes en la vida cotidiana, al lado de otras que representan todo lo contrario: el dominio, el afán de poder, el desprecio de los humildes.

En la universidad también, lo vemos todos los días. De la misma forma que se perciben actitudes insolidarias y egoístas entre estudiantes y profesores, emergen otras posturas transidas de generosidad, compromiso y deseo de mejora social y educativa de los sectores más olvidados de la sociedad, y en especial de los situados en países mucho más alejados económica y socialmente de nuestros niveles de renta, consumo y condiciones de calidad de vida.

Desde hace unos años, además de los compromisos individuales de profesores y estudiantes universitarios que suelen existir, han comenzado a emerger prácticas institucionales de cooperación internacional y solidaridad en nuestras universidades. Desde la reforma de la Ley Orgánica de Universidades de España, producida en 2007 al modificar la LOU de 2001, se han afianzado tales opciones de solidaridad. Es la consecuencia de la difusión en la comunidad universitaria y de la aplicación del artículo 92 de la misma, que dice exactamente:"Las universidades fomentarán la participación de los miembros de la comunidad universitaria en actividades y proyectos de cooperación internacional y solidaridad. Asimismo, propiciarán la realización de actividades e iniciativas que contribuyan al impulso de la cultura de la paz, el desarrollo sostenible y el respeto al medio ambiente, como elementos esenciales para el progreso solidario".

A partir de ahí se han constituído en la mayor parte de las universidades oficinas que de forma específica organizan lo que se ha denominado el voluntariado en la universidad. Insistimos en corroborar que las prácticas de voluntariado y solidaridad con otros paises o sectores humildes vienen de muy lejos entre los universitarios, pero es probable que de forma institucional generalizada sea en estos últimos cuatro años cuando han comenzado a asentarse, y a verse apoyadas de forma institucional. De ahí que vayan surgiendo diferentes iniciativas solidarias entre los miembros de la comunidad universitaria: campañas del euro solidario, del 0'7% de cooperación sobre los ingresos, seminarios de sensibilización, convocatoria de proyectos de intervención concreta en un país determinado del llamado tercer mundo, congresos para la educación en cooperación y solidaridad, educación para prácticas solidarias, másteres de ayuda al desarrollo y solidaridad, revistas y boletines de difusión de experiencias cooperativas, y tantos otros proyectos y realizaciones que implican a jóvenes universitarios sensibilizados con la cooperación y la solidaridad con sectores necesitados.

Los voluntarios con frecuencia son sometidos a desprecios y actitudes risibles por parte de quien simplemente no entiende, o se desentiende, de los compromisos más sensatos de apoyo a los que más necesitan. Otras veces son cuestionados por intelectuales críticos frente al "oenegismo" como enfermedad del derechismo, o frente a las prácticas de justificación moral de procedencia caritativista y benefactora, que tratan de justificar posiciones personales de buena voluntad, pero sin cuestionar nunca las estructuras dominantes injustas, que vienen a ser al fin las responsables de la injusticia y la desigualdad estructural.

Por nuestra parte entendemos y saludamos, lo apoyamos sin fisuras, que pueda y deba darse una respuesta de apoyo solidario inmediato ante una situación crítica grave, que conmueve, que afecta a muchas personas sin recursos, y que pueda tener una procedencia individual o colectiva. Pero a medio plazo lo realmente influyente y transformador son las vías de la conciencia asumida de todos los protagonistas, lo que se consigue con esfuerzo y tiempo ante todo con la intervención educativa y formadora de conciencia crítica y hábitos de conducta alternativa.

Por ello, nosotros pensamos que el esfuerzo del voluntariado universitario debe canalizarse ante todo hacia programas de sensibilización y formación hacia la comprensión del mundo y sus demandas educativas y culturales, además de la lucha por las transformaciones estructurales de la economía y las condiciones sociales. De lo contrario, esas oficinas de cooperación, que son pertinentes, corren el riesgo de convertirse en instrumentos legitimadores y conformistas con una situación a la que se ofrecen respuestas puntuales, cuando las soluciones deben ser más profundas y globales.

De ahí que algunas universidades hayan ido más lejos cuando proponen a todos sus estudiantes, de cualquiera que sea su titulación de estudios, que tomen en cuenta la posibilidad de que dentro de su curriculum exista un apartado, por pequeño que fuese, de atención a la formación en cooperación y solidaridad internacional. Sabemos que la respuesta está resultando más que apreciable. Que cunda el ejemplo, para bien de todos, y para que además de beneficencia y caridad (que son legítimas) en la universidad se haga presente un voluntariado donde la solidaridad y la cooperación con sentido de justicia enarbolen la bandera del apoyo y de las relaciones con aquellos sectores de personas más humildes y necesitadas de acción cultural transformadora. Paulo Freire en su obra, por ejemplo "La educación como práctica de la libertad", ya lo ha escrito hace algunas décadas, pero su proyecto pedagógico sigue vivo y pendiente de aplicación y ejecución.

 
 
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