Opinião

El Personal de la Universidad

Hernandez DiazCuando en 1218 el rey Alfonso IX de León crea la Universidad de Salamanca tenía una idea muy vaga de qué era en la práctica un Estudio (Studium), una Universidad, pues lo que en realidad necesitaba era formar los juristas que precisaba el gobierno y administración de su reino. Para lo cual era suficiente con disponer de un grupo de discípulos y algún profesor prestigioso, eclesiástico con toda seguridad. Así seguía pautas semejantes a las de Bolonia, Paris, Oxford, Montpellier y otras nacientes universidades de la cristiandad europea, todas ellas coetáneas de la de Salamanca.

Años más tarde, el rey Alfonso X de Castilla y León, nieto del anterior monarca, también conocido como el Rey Sabio, redacta las famosas Partidas entre 1256 y 1265. En este excepcional documento medieval de carácter jurídico, administrativo y literario, el Rey Sabio redacta una Segunda Partida dedicada a la organización que debe tener la Universidad, el Estudio, refiriéndose desde luego a Salamanca.

No podemos detenernos aquí en el comentario de su rico contenido histórico y normativo, pero en un momento concreto nos deja la feliz y extraordinaria definición básica de qué es una universidad ("Estudio es ayuntamiento de maestros y escolares que se hace en un lugar con voluntad y entendimiento de aprender los saberes", nos dice Alfonso X).

Todavía no había nacido en la universidad la complejidad administrativa, los procesos de promoción rigurosa, la diversificación en facultades (derecho, medicina, teología en los comienzos), y era suficiente con disponer de un espacio donde se encuentran los profesores y los estudiantes. No aparecen otras figuras diferentes en aquella germinal universidad.

Claro que con los años y los siglos la Universidad crece, se hace más compleja, se enriquece en todos los aspectos, y va a precisar de un tipo de personal de ayuda muy limitado en número y funciones: proteger con porteros la entrada de extraños a las aulas (tanto personas como animales), ayudantes de biblioteca, vigilantes de orden, garantes de la limpieza, y no muchos más. Así sucedía, más o menos , en otras universidades medievales y renacentistas, incluso en la Ilustración europea, y hasta bien avanzado el siglo XIX. La docencia precisaba de muy escaso personal de apoyo, y las tareas burocráticas eran mucho más sencillas y menos reglamentadas.

Pero la llegada del modelo de universidad alemana a comienzos del XIX (la de Humboldt), y su expansión por el ámbito anglosajón, irá conduciendo al mundo hacia otras pautas de vida universitaria, en las que cada vez pesa más la investigación, la experimental, la biosanitaria, pero también poco a poco la de los campos de las humanidades y las ciencias sociales. Y entonces cambia mucho el modelo de universidad, pero también de prácticas docentes e investigadoras, de laboratorios y bibliotecas, y se va a ir requiriendo la presencia e intervención de especialistas que no son profesores, ni son estudiantes, pero son el llamado Personal de Administración y Servicios (PAS). La investigación precisa de más personal de apoyo, y cada vez más cualificado.

Esta es la situación que vive la universidad de nuestro tiempo en cualquier parte del mundo, en todas y cada una de los miles de universidades diseminadas por todos los continentes y la inmensa mayoría de países que forman el mapa, la cartografía política y administrativa del mundo. En todas las universidades existe con peso propio, y a veces determinante, un grupo creciente de gerentes, administradores y administrativos, bedeles, bibliotecarios, especialistas de laboratorio, mozos de transporte, informáticos, técnicos de publicaciones, expertos en organizaciones deportivas, promotores de parques científicos, gestores de mecenazgos, promotores de fundaciones científicas, traductores, asesores de servicios de orientación y ayuda a los universitarios, gestores de actividades musicales, teatrales, culturales en general. El listado de personas y funciones que forman parte viva e imprescindible de la vida cotidiana de una universidad es muy extenso, y creciente día a día.

Además, en pocos años en nuestras unbiversidades se ha pasado de una tipología de conserjes y personal con escasa cultura y formación, a otra donde se percibe un elenco muy cualificado de tareas y personas que las ejecutan, imprescindibles para garantizar el correcto funcionamiento del establecimiento universitario. Y aquí hay que aplicar la reflexión de forma muy parecida a las universidades de iniciativa pública o a las privadas.

En la universidad de nuestro tiempo encontramos un PAS cada vez más numeroso y cualificado, y ello es indicio de calidad de la institución, al parecer de varios estudios contrastados que confirman esta hipótesis. Una universidad de calidad es la que posee un adecuado número de PAS bien formados y competentes. Por ello son éstas plazas tan solicitadas en los concursos de acceso y promoción, aunque en ocasiones los salarios dejen bastante que desear, de forma lamentable e indeseable.

Los estudiantes y los profesores, para llevar a cabo sus tareas de enseñanza y aprendizaje de forma idónea, precisan disponer de detalles de calidad, de apoyo material y técnico, porque en los inicios del siglo XXI la actividad y la vida universitaria es cada vez más compleja, diferenciada, especializada, tanto en la investigación como en la docencia, o la misma gestión económica, académica o de personal.

Aquel viejo modelo de Estudio como "ayuntamiento de maestros y escolares" debe verse completado con la intervención activa de otro grupo de trabajadores de la enseñanza y de la universidad que no son profesores ni estudiantes, pero son universitarios, personal de ayuda, de apoyo a las tareas docentes y de la investigación. No son un lujo susceptible de ser eliminado en tiempos de precariedad económica, sino que forman parte de la esencia y correcto funcionamiento de la institución universitaria. Por ello merecen más y mejor dignificación, respeto, apoyo y reconocimiento. Y no vale dejar caer ciertos tópicos fáciles sobre la inoperancia de alguno, de la falta de modales, o de la ausencia de motivación por lo rutinario de su trabajo. En todas las profesiones, y también en todas las tareas universitarias podemos encontrarnos con algún profesor, o estudiante, o gestor, que resulte disonante, y por ello no vamos a estipular que todos los profesores, o todos los estudiantes se comportan inadecuadamente. Las falacias, tópicos y mentiras son fáciles de diseminar, pero difíciles de corregir y aclarar.

De ahí nuestro apoyo y aplauso a un PAS necesario, siempre que cumpla bien con su cometido, como generalmente puede observarse en nuestros centros universitarios.

 
 
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