CRÓNICA
Cartas desde la ilusión
Querido amigo:
En mi carta anterior te indicaba la
necesidad de que los profesores, a mi juicio, sean auténticos
"retadores" de las habilidades y competencias de los alumnos.
En el fondo creo, en primer lugar,
que todos los educadores (incluidos los primeros y principales
educadores, que son los padres) estamos convencidos de que nuestra
tarea educadora es un desafío diario, un reto continuado. Pero
también pienso que no "sacamos a la luz" todos los ingredientes y
las posibles consecuencias de actuar en educación desde esa
perspectiva. Es decir, a mi entender, existe una especie de
convicción más bien inconsciente, en todos los educadores, de que
lo que están haciendo supone una continua lucha contra la
incertidumbre, que es la dinámica y el núcleo de todo reto.
Todo esto se debe, creo, a que no
existen leyes fijas en el ámbito de la acción educativa. Pero
estamos viviendo en una situación heredada de la filosofía
racionalista de siglos pasados que nos hace creer que la realidad
es una especie de "máquina" que tenemos que mantener funcionando
con sus engranajes en perfecto estado en todo momento. La pedagogía
racionalista que se hermanaba con este pensamiento filosófico ha
establecido, tradicionalmente, el conjunto de reglas que, si se
siguen, llevarían al éxito. Pero hemos comprobado que esto no es
así, ni tiene por qué serlo, simplemente por el hecho de que
estamos actuando con seres humanos, cuya característica más nuclear
puede decirse que es la subjetividad, y, como consecuencia de esa
subjetividad, la imprevisibilidad. Alguien dijo que el hombre es la
única "máquina" capaz de elegir, entre A y B, ni A ni B, sino
C.
En repetidas ocasiones hemos
reflexionado sobre la necesidad de que los profesores confíen más
en sí mismos que en los libros de texto o en determinadas prácticas
educativas que tradicionalmente han venido vinculadas a la
consecución de resultados positivos. Pero esto es engañoso y, a mi
manera de ver, nos vuelve a indicar la necesidad de que pongamos
nuestra confianza profesional no en las reglas, productos, caminos,
procedimientos, etc., "de afuera", sino en nosotros mismos, desde
la convicción de que nunca estaremos abocados al éxito de una
manera irremediable (como tampoco lo estaremos al fracaso).
Por eso, en segundo lugar, pienso
que necesitamos desarrollar un sentido del desafío, del reto...
incluso que se consiguiese materializar una "psicopedagogía del
reto en educación". Ahora bien, el objetivo no debería obedecer a
los mismos parámetros de la práctica educativa tradicional, sino
basarse en la percepción de la propia capacidad de los educadores
para buscar la manera de desafiar, de retar, a los alumnos para
conseguir el pleno desarrollo de sus competencias, respetando la
idiosincrasia de cada uno.
Esto no es fácil, por supuesto, y
menos si seguimos manteniendo los mismos modos y modismos del
sistema educativo que está rigiendo nuestros quehaceres. Es
difícil, pero no imposible. Todo está en comenzar a andar (recuerda
que el poeta lo señaló claramente: "se hace camino al andar")
aceptando el riesgo que necesariamente trae la incertidumbre de no
saber qué sucederá en el futuro.
Ahora bien, esta tarea no puede ser
realizada por una persona, o por un "conjunto de personas
aisladas", sino por el colectivo de los educadores, anclados en la
realidad (físico-geográfica, cultural, social, etc.) del lugar en
el que están ejerciendo su labor educativa. Y tampoco puede
imponerse. Es necesaria una sensibilización previa del colectivo de
los educadores para poder iniciar esta "nueva" perspectiva.
Iremos reflexionando de manera más
concreta sobre los aspectos que se podrían/deberían manejar en la
elaboración de esta "psicopedagogía del reto". En ella debería
tomar un lugar prioritario la consideración de las implicaciones de
la gestión de las nuevas tecnologías de la información.
Hasta la próxima, como siempre,
¡salud y felicidad!