CRÓNICA SALAMANCA
Asesina silenciosa de la Universidad
Hace unos días, dentro de un foro empresarial, pero
con asistencia pública, se celebraba una mesa redonda sobre la
universidad en la España de nuestro tiempo en la que participaba,
entre otros, el Consejero de Educación de la Junta de Castilla y
León, Fernando Rey, del Partido Popular, conservador. En un momento
determinado este político habla de la "asesina silenciosa de la
universidad", expresión que nos parece afortunada, y que utilizamos
para el título de este artículo. Por aquello de citar las fuentes
de procedencia, como es el caso.
¿A qué se refería el político
conservador con sus palabras, sin duda valientes y chocantes, y que
celebramos? Pues a un fenómeno triste, doloroso y dramático que
viene padeciendo la universidad pública española, como consecuencia
de las políticas neoliberales del partido conservador,
precisamente, para ir desmantelando poco a poco todos los servicios
públicos, entre ellos la universidad y el sistema educativo,
tomando como justificación la crisis económica que nos viene
afectado desde 2008. De ello ya hemos escrito en esta misma columna
hace meses y años, en varias ocasiones. Pero nunca es suficiente,
si no se ha resuelto el tema, como así ocurre, pues se ha
agravado.
Esa "asesina silenciosa de la
universidad" no es otra que la aplicación de la tasa de reposición
del diez por ciento al profesorado de la universidad. Ese eufemismo
técnico significa, hablando con claridad, que de cien profesores
funcionarios que desaparecen de la plantilla de una universidad
pública, por motivos de traslado, jubilación o defunción, solamente
se permite a la universidad reponer diez nuevos profesores, con
independencia de si tiene fondos propios para ofertar más
plazas.
Esa fatídica tasa de reposición
impuesta desde el Ministerio de Hacienda no lo permite, con lo que
se produce el ahogo y el achicamiento constante de la plantilla de
las universidades, sobre todo de aquéllas más tradicionales,
históricas y con mejores plantillas de funcionarios. De esa manera,
desde la política del partido gobernante se viene acogotando la
vida real de cada universidad pública en España, para reducir
gastos, dicen, con los que poder superar la crisis. Por ello nos
sorprende, choca y alegra a un tiempo la opinión del político antes
mencionado, que contradice los hechos impositivos de sus superiores
jerárquicos en la política nacional, escudados en la "necesidad de
corregir la crisis", y beneficiar a todos los ciudadanos con la
mejora de la economía.
De esta manera el genérico "crisis"
está sirviendo muy bien para justificar los recortes económicos en
servicios sociales y servicios públicos, tratando de ahorrar
cantidades millonarias de euros para enjugar el bochornoso
espectáculo de corrupción que viene ofreciendo la banca. De esa
manera, el dinero público retirado a servicios como la universidad
pública se reubica y asigna a otros menesteres privados.
La tasa de reposición de profesores
funcionarios en la universidad pública, durante estos últimos nueve
años, es el instrumento "legal" utilizado por la administración
conservadora, que impide la natural reposición de cuadros docentes
en nuestras universidades, y en consecuencia la progresiva pérdida
de capital humano cualificado, imprescindible para el adecuado
funcionamiento docente e investigador de nuestras
universidades.
En realidad, la tasa de reposición
de los profesores funcionarios, como instrumento técnico
administrativo, es ahora el principal factor de deconstrucción de
la universidad pública en España. Dentro del cinismo que
caracteriza a muchas declaraciones de los políticos responsables de
la educación superior, en las que nunca aparece de forma explícita
que por esta vía se desee desactivar poco a poco el potencial de la
universidad, o en las que incluso se habla de forma cínica y
retórica de la búsqueda de una universidad de calidad, hay que
advertir al lector que esta lesiva tasa de reposición se ha
convertido en un arma mortal contra la universidad pública.
Si no se adopta el remedio adecuado
a la mayor brevedad, si no nos rebelamos contra tal práctica
abusiva y corrupta, para que sea eliminada, hay una muerte más que
anunciada de la universidad pública. Se ha puesto en juego de
manera frontal la viabilidad y la calidad de las universidades, con
independencia de que algunos discursos oficiales proclamen con
extraordinario cinismo que trabajan por la mejora de la educación
superior entre nosotros.
Además de esa "asesina silenciosa
de la universidad", y esto ya sería parte de otro comentario para
ocasión distinta, la imposición brutal en la universidad de una
cultura académica ultracompetitiva, con los peores formatos
procedentes del mundo universitario anglosajón, unida a la
reducción de becas de investigación, de oferta financiada de
proyectos de investigación, o la eliminación de otros apoyos
orientados a una docencia de calidad real, hacen hoy completamente
inviable una universidad pública solvente. Las políticas
conservadoras corrosivas que se vienen aplicando a nuestra
universidad pública conducen a su desactivación progresiva, al
tiempo que son aplaudidas por sectores empresariales que se frotan
las manos con lo que viene sucediendo en la política universitaria
de los últimos años, allí donde gobiernan fuerzas conservadoras
proclives al demagógico slogan de "menos Estado y más
sociedad".