Cartas desde la ilusión
Estamos asisitiendo,
últimamente, a ciertos movimientos en el ámbito educativo que
promueven el optimismo, a mi manera de ver, en relación con lo que
estamos viviendo y lo que, posiblemente, seguiremos viviendo con
esperanza de resultados positivos.
Parece que estamos asistiendo a
indicios (y ¡ojalá fuese realidad!) de cambio de una manera cada
vez más clara y decidida. Esperemos que nadie se quede anclado en
las prácticas educativas pasadas y las nuevas perspectivas se vayan
afianzando (¡aunque sea poco a poco!) en la comunidad
educativa.
Pero hoy quiero poner la atención en
algo que me parece imprescindible si queremos que el cambio y la
mejora del proceso educativo tenga una base firme sobre la que
caminar y no nos vuelva a sumir en el océano de la duda. Me refiero
a la relación con los padres de nuestros alumnos.
Desde siempre hemos venido hablando
y considerando a los padres como integrantes de la "comunidad
educativa". Pero creo que esto ha sido más un deseo que una
realidad, o, si quieres que lo exprese de otra forma, obedece más a
planteamientos educativos teóricos que a realizaciones
prácticas.
Por eso, pienso que es ya el momento
de afrontar decididamente el problema de la colaboración de los
padres. Para mí es una colaboración no sólo necesaria, sino
rigurosamente imprescindible.
No voy a entrar, en este momento, en
consideraciones más o menos oportunas al respecto, sobre todo a la
vista de lo poco que puede ayudar el complejo tecnológico en el que
viven inmersos actualmente nuestros alumnos. Todos los educadores
sabemos que estamos luchando actualmente en un campo (el
tecnológico) en el que muchos de nuestros alumnos nos superan "con
nota". Eso mismo (en muchísimas ocasiones aumentado hasta límites
insospechados) sucede con los padres de nuestros alumnos. Nuestros
límites a las nuevas tecnologías son relativamente fáciles de
controlar en comparación con la problemática que se les plantea a
los padres de nuestros alumnos en este sentido.
No es éste, sin embargo, el objetivo
de mi reflexión actual, sino la apelación, una vez más, al
necesario e imprescindible papel de colaboración de los padres de
nuestros alumnos para lograr la sintonía de los objetivos comunes
que tanto a ellos como a nosotros nos implican. Estamos en la misma
carrera y necesitamos coincidir en todo momento en lo que se
refiere a la educación de sus hijos (nuestros alumnos).
Ahora bien, todos sabemos que la
actuación de los padres de nuestros alumnos en relación con su
proceso educativo institucional (el que nos atañe) no es uniforme,
ni siempre se ajusta a los cánones que creemos que deberían regir
su manera de colaborar con nosotros. Nos encontramos, en efecto,
con padres colaboradores (en el mejor de los casos) y con padres
enfrentados a nuestra manera de actuar educativamente (en el peor
de los supuestos). Entre ambos extremos se encuentra la mayoría de
los padres que "depositan" a sus hijos en el centro educativo con
el fin de que seamos nosotros quienes hagamos de ellos "buenas
personas" o "buenos ciudadanos".
Cuando pensamos en esto, no podemos
evitar sentirnos abrumados en cierta medida.
Es una situación con la que tenemos
que lidiar, sin duda. Mi pregunta es siempre la misma: ¿estamos
preparados?
Por eso, no te extrañe que acabe mi
reflexión de hoy apelando a algo que vengo repitiendo desde hace
unos cuantos años: necesitamos formar a los padres, a la vez que
formamos a sus hijos y nos formamos a nosotros mismos. Tal vez sea
el momento de volver a pensar en la necesidad de la escuela de
padres implantada de una manera generalizada en el sistema
educativo.
Hasta la próxima, como siempre,
¡salud y felicidad!