Crónica
Los estudiantes en la calle (1968)
La conmemoración de los 50 años de las
manifestaciones masivas que en 1968 llevaron a miles de jóvenes,
muchos de ellos estudiantes de todo el mundo, a tomar la calle de
ciudades importantes y aledaños de universidades, ha motivado la
celebración de algunos congresos memorialistas y reflexivos sobre
la historia de aquellos meses de tan especial significado para los
jóvenes de todo el mundo, y en concreto de los estudiantes
universitarios.
En Paris y en la plaza de Tiananmen en Pekín, en los campus de
Berkeley y en las universidades iraníes, en las universidades de la
España del tardofranquismo y en el Portugal todavía del
salazarismo, se vivió una explosión de vitalidad juvenil y de
protagonismo social y político de muchos universitarios, como nunca
se había producido en toda la historia de las universidades.
Los estudiantes se erigieron en la punta de lanza de un movimiento
regenerador en la universidad, pero sobre todo en la sociedad, que
cuestionaba las formas tradicionales y burguesas de un estilo de
ser estudiante, el burgués propio de la tradición ilustrada primero
y liberal más tarde. Las costumbres de la vida cotidiana, las
relaciones entre jóvenes de ambos sexos, las mismas prácticas de
vestir y de abrirse a nuevas formas de relación sexual, la
construcción de nuevos espacios de sociabilidad juvenil y
estudiantil, el dominio juvenil de los espacios públicos en forma
de manifestaciones y pintadas, de expresiones artísticas de
ruptura, de consumos adictivos novedosos, todo ello nos abría a un
mundo diferente, y a nuevos estilos de ser universitario. Marcuse,
Foucault, Levy Strauss, Gramsci, junto al "libro rojo" de Mao,
entre otros, fueron lecturas obligadas, manuales de bolsillo
imprescindibles entre los jóvenes del momento para inspirar las
rupturas que se anunciaban sobre el orden burgués anterior
establecido, que había venido viviendo o vegetando de forma plácida
desde décadas atrás, por no hablar de centurias, tanto en la
sociedad como en la universidad.
Porque en el interior de las universidades se apreciaba un cambio
estructural en ciertos aspectos, y se anunciaban sutiles o
explícitas rupturas. Llegaban masas nuevas de jóvenes, muchos de
ellos procedentes de sectores medios y humildes, quienes de forma
casi natural pedían modificaciones sensibles en las formas de
relación entre el colectivo juvenil estudiantil, y también sobre
las jerárquicas formas de gobierno universitario y la ausencia de
democracia interna de las universidades. Los estudiantes aspiraban
a ser sujeto activo de la vida universitaria, y por ello plantearon
y defendieron cambios muy profundos en la gestión y el gobierno de
los establecimientos de educación superior. Eso era algo
completamente nuevo en la historia de las universidades, al menos
considerado el fenómeno de forma tan masiva y generalizada.
Se defendió, y se logró más tarde, que hubiera presencia de
estudiantes en los órganos de gobierno de las universidades (Juntas
de Gobierno, elección de rector, de decanos, de directores de
departamento). En muchos momentos de luchaba por una representación
completamente paritaria (que pervive en algunos órganos de ciertas
universidades), y desde luego aquellas luchas y manifestaciones
estudiantiles masivas, en la calle y en el interior de la
universidad, llevaron a consolidar una presencia legitimada de
estudiantes en los órganos de gobierno de las universidades, en una
proporción nada despreciable. La mejor muestra de todo ello fue,
para el caso de España, la Ley de Reforma Universitaria (1983), que
hoy se mantiene vigente en su osamento y estructura principal, con
escasos cambios.
¿Qué queda de aquellas aspiraciones y realizaciones del 68 en
nuestras universidades? El espíritu de aquel momento se ha
desvanecido por completo entre la masa estudiantil, y también entre
los profesores. Estamos en otro contexto socio educativo y político
muy diferente, que ha conducido a un modelo de universidad de clara
hegemonía de valores propios del mundo anglosajón (individualismo,
competitividad total, prevalencia del utilitarismo en todo proceso
formativo, mercantilismo de cualquier esfuerzo académico,
progresiva disolución o eliminación de las preguntas sobre los
hombres y las ciencias humanas y sociales, entre otros
aspectos).
Falta hoy entre nosotros construir una nueva paideia universitaria,
pero también extirpar vicios que se han arraigado de mala manera,
algunos procedentes de aquel mítico 68. Pondremos solo un ejemplo,
para entendernos. La actual representación de los estudiantes en la
vida universitaria está completamente sobredimensionada sobre el
bajísimo papel real y activo que toman los grupos y asociaciones de
alumnos, que en nuestra opinión remite a un tipo de movimiento
estudiantil (hoy inexistente como tal) propio de aquellos años
inmediatos al 68. Lo que ocurre en la actualidad en nuestra
universidad del siglo XXI, y es duro reconocerlo, es que la
participación de los estudiantes como electores es ínfima, pero
bien canalizada por asociaciones de estudiantes bien organizadas, y
casi siempre vinculadas a partidos políticos fáciles de reconocer,
genera que los pocos estudiantes que tienen aspiraciones académicas
o políticas manejen los hilos de los puestos de representantes a su
gusto y manera. Esto hay que revisarlo, por salud democrática y por
garantía de calidad en la universidad, aunque haya que aclarar
previamente que ese no era el espíritu del 68.
Los estudiantes hoy ni están en la calle, ni tampoco de forma
activa y creadora en la vida de la universidad, en las facultades.
Y no vale argumentar con las minorías y excepciones, ni tampoco con
la celebración de festejos que suelen quedar en la superficialidad
y en la imagen jocoso festiva del estudiante de la más rancia
escuela del jolgorio y las picardías.
Es triste tener que aceptar que aquel espíritu del 68, que prendió
en las universidades del mundo en las dos décadas posteriores, y
que permitió avanzar en la mejora de estructuras sociales y en otro
modelo de universidad, hoy es ajeno a la vida cotidiana de nuestros
estudiantes. Por ello precisamos de una nueva etapa de regeneración
del espacio cultural y académico universitario, y del colectivo
estudiantil en este caso.
Bien podemos denominarlo los nuevos años 20 de la universidad del
siglo XXI. Pero hay que hacerlo real, construirlo, facilitarlo.