Opinião

Crónica
María llega a la universidad

Hernandez DiazEstamos completamente habituados a recibir en nuestras aulas y despachos a alumnos extranjeros procedentes de todos los continentes, mucho más allá de los países europeos o del programa Erasmus, que vienen a graduarse de doctorado, de máster o de licenciatura/grado. Es una fortuna, una riqueza plenificadora para todos, este diálogo activo de personas, etnias, lenguas, culturas. Nos llenamos y enriquecemos todos con la acogida científica y personal, pues el mundo es cada vez más global y próximo, y se hace más híbrido y sincrético que nunca si se compara con toda la historia anterior de la humanidad, casi siempre anclada al terruño, a la aldea durante milenios. Hoy la universidad, que ha de ser una institución universal per se, por fortuna es más atractiva y formativa, y goza de más prestigio cuanto más internacional y abierta al mundo es en todos sus programas de estudio e investigación.
La presencia de María en las aulas de primer año de carrera en este curso académico ha resultado para mi diferente, algo muy especial. Ella es de raza negra, y posee un apellido africano inconfundible, pues procede de una familia cuyos padres (de Mauritania y Mali) llegaron a España jugándose la vida en la patera que cruzaba el Estrecho de Gibraltar hace algo más de veinte años. Hoy están todos ellos bien centrados y asentados entre nosotros, como tantas familias del entorno próximo.
María es la expresión afortunada del éxito de nuestro sistema educativo en la acogida de inmigrantes, de todo signo lingüístico, raza y religión. Ella es activa y extrovertida, simpática e inteligente, muy despierta, y está ilusionada con ser una buena educadora, en formarse bien para el desempeño en alguna de las muchas facetas de la profesión pedagógica.
No es frecuente entre nosotros que los hijos de inmigrantes lleguen a la universidad, después de haber superado con éxito la escuela primaria y toda la secundaria en establecimientos públicos. Pero estos casos comienzan a aflorar, y es un éxito que a todos nos debe llenar de satisfacción personal y colectiva, como expresión de una acogida natural e intercultural, de convivencia pacífica y diálogo social sin límites, entre europeos y quienes proceden de otros lares. Al fin y al cabo, como hace ya algunas décadas escribía el historiador José Fontana, los europeos tenemos que mirarnos al espejo para descubrir que no tenemos códigos genéticos exclusivistas, sino que somos resultado de un largo proceso de hibridación. O bien hemos de leer la reciente obra de Yuval Noah Harari, "Sapiens. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad" para adentrarnos en la comprensión de la historia colectiva milenaria, siempre cargada de mezclas e integraciones, que ha conducido a los hombres y mujeres del siglo XXI a nuestro estatus genético e intercultural actual.
A continuación se suscita otro interrogante, pues la presencia y la atenta mirada de María en nuestras aulas nos interpela de nuevo. ¿Tiene la universidad pública algo más que ofrecer, que hacer por y con los inmigrantes y refugiados? Tenemos que pensar en miles de personas que huyen de la guerra, de la violencia e inseguridad permanente y casi siempre además de la precariedad económica, cuando no del hambre, fenómenos que se han originado en sus países de procedencia por las causas más diferentes, y que casi siempre perjudican más a mujeres y niños, los más frágiles. No es extraño que su desesperación les lleve a arriesgarse a morir en el Mediterráneo, después de recibir abusos infinitos de despiadados traficantes, en busca de un paraíso inexistente, pero al menos una sociedad algo más respetuosa con la vida y los derechos básicos de la persona.
Es verdad que la universidad está formada por personas de muy diferentes signo y valores, pero también es cierto que en el seno de nuestra institución de educación superior los curricula, los planes de estudio, los apoyos, la atención social a los estudiantes pueden caminar más y mejor en el camino de la interculturalidad, que es la vía de acogida educativa y cultural a los graves y urgentes problemas que suscita la inmigración masiva.
En la formación de los profesionales de máximo nivel, y en todos los ámbitos de la vida,  la universidad debe contemplar una dimensión intercultural de orientación transversal. Es decir, en las competencias a cultivar con los estudiantes ha de estar presente esta dimensión intercultural. En el contenido de las directrices y núcleos docentes ha de excluirse todo aquello que suscite aversión a lo diferente de cualquier cultura del mundo, salvo en aquello que conculque derechos fundamentales de la persona, por muy originaria que aquélla sea (la extirpación del clítoris en las niñas de algunas culturas africanas es solo un ejemplo inadmisible).
La investigación que se produce en nuestros centros universitarios, sobre todo en el ámbito de las ciencias sociales, pide a gritos un esfuerzo y perfil añadidos que contemplen la urgencia y complejidad de conocer y comprender mucho mejor el fenómeno de la inmigración y los refugiados. Son necesarias investigaciones, estudios, informes científicos que permitan una acción meliorativa más correcta en las respuestas de todo orden que haya de proponerse para mitigar la gravedad y el dolor de lo que conlleva una inmigración descontrolada y carente de respeto a los derechos básicos de las personas que solo buscan mejorar su condición de vida.
En el seno de la comunidad universitaria debe cultivarse el principio de la solidaridad y hasta la piedad con quienes más sufren. Por tanto, desde los servicios de Asuntos Sociales de cada universidad han de ponerse en marcha todos los programas posibles de apoyo y ayuda, de sensibilización y de respuesta rápida y urgente entre estudiantes y profesores, entre todos los miembros de la institución. Pero hay que plantearlo siempre desde el principio del respeto a la diferencia, sin buscar formas de neocolonialismo cultural, buscando un fecundo diálogo intercultural.
María, y muchas otras "Marías", serán siempre un motivo de alegría y de interpelación para un universitario cualquiera de nuestro tiempo.

 
 
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