Crónica Salamanca
Cementerio de elefantes
Es
bien sabido que en la etiología del mundo animal se estudia el
comportamiento de algunas razas en su procesos finales, y en
concreto, cómo se asume el punto final del ciclo de la vida, la
muerte. Ahí para muchos es paradigmático el modelo de conducta de
los elefantes, animales de longeva trayectoria, si no se les
interrumpe. Los elefantes tienden a buscar y encontrar
intuitivamente un lugar determinado para entregarse a su final de
vida, tal vez buscando una seguridad más psicológica que real.
Suelen ser lugares mantenidos en la memoria colectiva de la raza de
los elefantes, a los que el individuo tiende a encontrarse con sus
ancestros colectivos de manera enigmática, pero cierta, para
alcanzar el descanso final. Esos son los cementerios de elefantes,
lugares de aspiración a la seguridad y a veces de "respeto" en el
mundo de los animales.
Desconozco cuándo comenzó a
utilizarse entre nosotros esa expresión que de manera figurada se
aplica a los humanos, pero adoptada desde las conductas animales
antes brevemente descritas. Lo cierto es que son conductas y
expresiones más habituales de lo que nos parece. Así, si
pretendemos explicar a alguien qué representa una institución u
organismo político en el que se trabaja poco, se cobra bastante,
poblado de hombres y mujeres cargados de años y experiencia, donde
se reconoce de alguna forma su trayectoria anterior y apenas se les
exige esfuerzo y dedicación, y sobre todo se figura y representa
socialmente, decimos que ese organismo, esa institución es un
"cementerio de elefantes", o está en proceso de convertirse en un
"cementerio de elefantes". Un ejemplo que entre nosotros no tiene
discusión para nadie es el Senado, o Cámara Alta, parte del poder
legislativo. Es un organismo poco menos que inútil, que resulta
caro a la sociedad, pero es útil para descargar por esa vía más
deseos de continuidad e influencia de muchos políticos casi
acabados.
Se atribuye el nombre de
<cementerio de elefantes> a un Consejo de Administración de
un gran Banco, o gran Empresa, pública o privada, formado en gran
parte por la gerontocracia del poder político o económico, que
recibe así compensaciones por favores prestados, o simplemente por
influencia de su cuenta corriente, cupo de acciones o influencia
real de decisión en la empresa. La mayoría de esos consejeros están
ahí para recibir beneficios (con frecuencia de forma impune), sin
apenas trabajo. Vulgarmente podríamos decir, utilizando una
expresión del admirado humorista, Forges, "están para poner el
cazo, sin pegar golpe".
Pues también en el mundo
universitario español de nuestros días podemos fácilmente
identificar y describir la existencia de diferentes ejemplos de
"cementerios de elefantes". Ahora solamente vamos a comentar tres,
por razones de espacio.
La Universidad Nacional de Educación
a Distancia es en España el prototipo de institución que acoge a
profesores, muchos de ellos en el final de su ciclo académico y
vital, a quienes no les gusta la docencia directa, y suelen
disfrutar de prebendas varias, si comparamos su dedicación con la
de la mayoría de colegas de otras universidades. Entre nosotros
esta universidad es considerada como un perfecto cementerio de
elefantes, salvando las merecidas excepciones. Hasta hace una
generación la entonces llamada Universidad Central de Madrid era
considerada por el cuerpo de los catedráticos como el punto final
de llegada, como la máxima aspiración de la carrera docente. Allí
se jubilaban, y muchos de ellos se dedicaban simplemente a vegetar
durante sus años finales hasta la jubilación. Con una variante
sobre lo mencionado, la UNED colma algunas de estas expectativas,
si bien hace ya mucho que no funciona ese esquema de una
universidad como punto final de reconocimiento docente
Además, en la UNED se observan
prácticas académicas inusuales en otras universidades, como es la
pervivencia de un caciquismo infumable. Un ejemplo. Hay
catedráticos que logran ser nombrados eméritos cuando cumplen 70
años, y logran que su emeritazgo se prolongue hasta los 76 años,
sin reparo alguno. Es obvio que algunos catedráticos desean
continuar ejerciendo el tutelaje académico hasta la tumba
misma.
Como contraste, en nuestra
Universidad de Salamanca, ser emérito es ahora muy difícil, por
razones estrictamente económicas, y solamente se concede por dos
años, y exclusivamente a dos porofesores que además han e cumplir
exigentes condiciones académicas.
Cementerios de elefantes son de otra
forma las "emergentes" universidades privadas, que en España están
floreciendo como los hongos en una primavera húmeda, al
aprovecharse algunos empresarios o grupos de influencia de un clima
político muy favorable a conceder el título de universidad a
cualquier negocio, con escasos escrúpulos y reducidas condiciones
de acreditación. Allí, en algunas de estas universidades, se
refugian catedráticos jubilados, algunos prejubilados, a quienes no
les satisface la docencia, o que incluso salieron con pancartas de
repulsa y caceroladas por la puerta de atrás en su facultad y
universidad pública, y ahora se reenganchan a una universidad
privada para gozar del pretendido privilegio de disponer de una
tarjeta de presentación, un soporte nominal o un espacio físico
donde lucirse, o donde obtener nuevos réditos.
Un tercer ejemplo, aún más visible,
es el de un catedrático jubilado en una universidad pública, a
quien se le nombra rector-promotor de una nueva universidad
privada, que dice ser el súmmum de la innovación.
Esta es una práctica que
personalmente observamos, hace ya muchos años, en universidades
públicas de América (del Norte y del Sur, sobre todo), donde se
concedía una temprana jubilación al profesor, para que luego
dispusiera de tiempo y oportunidad de rentabilizar su iniciativa en
una universidad privada, aunque ésta no fuera especialmente
prestigiosa.
Estimamos que uno de los
principales aprendizajes que a todos nos debe facilitar el sentido
común y la experiencia de vida es el de saberse retirar a tiempo,
asumir la condición que nos impone el ciclo de la vida, y no
pretender eternizarnos y hacernos indispensables en nuestra
comunidad científica, o aspirar a beneficiarnos en lo material sine
die. Aprendamos a encontrar nuestro más pertinente cementerio
personal y académico cuando nos llegue la hora de hacerlo.