Crónica Salamanca
Noches de verano
Hace ya varias décadas, y próximos a cumplir un
siglo, que varias de nuestras universidades organizan durante los
meses de verano, en periodo de vacaciones o en cercanía a ellas,
diferentes actividades culturales. Tales actos culturales van
destinados a entretener, formar y cultivar a sus profesores y
trabajadores de la administración, y en especial a grupos de
estudiantes, que con frecuencia proceden del extranjero, y llegan
para estudiar o perfeccionar la lengua y cultura española, o para
participar en determinados congresos, seminarios o cursos de
especialización.
En algunas ciudades
universitarias se vienen organizando ciclos culturales de alto
nivel, en los que se expresa y cultiva la danza, el teatro clásico
o el innovador, la música popular o de cantautor, el concierto en
cualquiera de sus manifestaciones vocales o instrumentales. En
otras ciudades que no son sede universitaria también se ha adoptado
de forma progresiva este modelo de expresión y difusión cultural,
buscando una mayor participación de todo tipo de público,
popularizando la cultura, incluida la "alta" procedente en el
pasado de la aristocracia y burguesía. Y ello se lleva a cabo,
expresamente, durante las noches de nuestros veranos cálidos,
cuando ya se ha dulcificado la intensidad del calor, cuando a veces
se agradece que corra la brisa o el fresco nocturno.
Famosas son las convocatorias del
teatro clásico de la ciudad de Almagro (Ciudad Real) y de manera
especial el ciclo de representaciones de teatro griego y romano en
el espectacular marco del teatro romano de Mérida (Badajoz). Pero
desde el punto de vista universitario, que es el que nos interesa
destacar aquí, hemos de reseñar la pionera y arraigada tradición
que inició, y mantiene, la Universidad de Salamanca con sus ya
reconocidas "Noches del Fonseca".
En el patio del maravilloso
Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca, edificio
renacentista del siglo XVI, todos los veranos, y desde hace
ya varias décadas, durante el mes de julio (a veces se araña alguna
semana de agosto) se produce un cambio de imagen con la
instalación del tablado y escenario que acoge durante varias noches
de luna representaciones muy bellas de diferentes expresiones de la
cultura. Así, por citar algunas referencias de lo que se ofrece
este año, se presta especial atención a obras de Cervantes y de
Shakespeare, con la colaboración de compañías de actores bien
cotizados. En tales representaciones pueden participar, y así lo
hacen, estudiantes extranjeros que han venido a la universidad
desde los cinco continentes, profesores de la institución, pero
también público muy heterogéneo de la ciudad y del entorno. Todos
buscan disfrutar de la belleza de lo excelente de la cultura.
Esta tradición formativa y
cultural viene de lejos. En Salamanca se inicia y arraiga en los
años 1960, dentro de sus prestigiosos cursos de lengua y cultura
española para extranjeros, que ya venían ofreciendo formación a
grupos de estudiantes externos desde los años 1920. Pero en
realidad esta propuesta cultural tiene sus raíces en la denominada
etapa de la Edad de Plata de la cultura española, que cuaja en la
segunda década del siglo XX, se consolida en los años 1920, y se
proyecta de forma espectacular en la II República. La actriz
Margarita Xirgu y el "descubrimiento" para recuperar
representaciones en directo en el teatro romano de Mérida pueden
ser un símbolo visible, tanto como Federico García Lorca con su
teatro popular La Barraca, y de forma parecida las famosas Misiones
Pedagógicas de la Segunda República, promovidas principalmente por
Manuel B. Cossío desde 1931.
Este nuevo concepto de la cultura
de alto nivel fue impulsado entre nosotros desde ámbitos
expresamente propios de la aristocracia culta y sobre todo desde la
pequeña burguesía de los intelectuales. Cuando comienza a
reconocerse y practicarse de forma más generalizada el verano como
etapa de corte de actividades laborales, el denominado de forma
popular como "el veraneo", en las ciudades costeras del norte de la
Península Ibérica, que entonces eran consideradas como los
lugares idóneos para pasar los calores y las vacaciones, comienzan
a organizarse este tipo de conciertos musicales, representaciones
teatrales en el exterior. Tales actos culturales se convierten en
espacios y formas de sociabilidad, de encuentro de familias
tradicionales, de negocios, de proyectos académicos, de ajustes
matrimoniales, y todas estas expresiones de la sociabilidad. Pero
de paso la cultura comienza a ser un signo de distinción. Por ello
nace en Santander la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, o
en San Sebastián se organizan actividades en torno al Palacio de
Miramar, donde se instala la Casa Real.
Pero conviene recordar un añadido
imprescindible para explicar este fenómeno formativo y
universitario, que ha trascendido hasta nosotros. La alta cultura
de la aristocracia y burguesía, que ya circulaba desde siglos atrás
en muchos sectores de la Europa de la Ilustración y el siglo XIX,
comienza a merecer un reconocimiento de los intelectuales más
europeístas, abiertos y cultos, como por ejemplo fueron los hombres
y mujeres de la Institución Libre de Enseñanza, nacida en 1876, y
factor clave de la cultura española contemporánea. Su concepto de
universidad, por ejemplo el que defiende Francisco Giner de los
Ríos, propone varias misiones a la institución universitaria. Entre
otras, la de la formación integral de los estudiantes (intelectual,
estética, física), adoptando pautas propias del cultivado estilo
inglés, pero también la denominada Extensión Universitaria, la
proyección hacia todos los sectores propios de la ciudad o
comunidad donde se ubica la universidad y sus proximidades.
Larga vida a este modelo de
expresión cultural durante los días "bobos" del verano, y en
especial a sus noches.