Crónica
Cartas desde la ilusión
Querido
amigo:
Ya estamos cerrando el curso y voy
a cerrar el conjunto de cartas de este año con una reflexión acerca
de algo que ya te he comentado hace tiempo: necesitamos "matar" la
escuela.
Creo que hay una razón muy poderosa
para hacerlo, y sé que estás al tanto de ella, pero no está mal
recordarla de nuevo: seguimos educando a nuestros alumnos del siglo
XXI con los presupuestos e instrumentos (tanto físicos como
mentales) del siglo XIX.
Sé que es fácil aceptar esto "desde
la razón", pero es muy difícil aceptarlo, y, sobre todo, ponerlo en
marcha, desde la práctica, desde la actuación del día a día.
Pero la realidad es así, y creo que
los profesores deberíamos entonar el "mea culpa" porque nos hemos
cerrado ante la sociedad, a la que hemos tenido miedo. Hemos tenido
miedo al desarrollo científico-técnico, hemos tenido miedo a la
evolución ideológica, hemos tenido miedo a la nueva mentalidad que
muestra nuestros niños y adolescentes que han sabido asimilar
perfectamente todas las consecuencias de la revolución tecnológica
que hemos vivido… hemos tenido miedo a la propia revolución
tecnológica, amparándonos en la razón insulsa de que "nuestros
alumnos dominan mejor las nuevas tecnologías que nosotros mismos".
En definitiva, no hemos sido valientes, sino más bien conformistas.
Hemos esperado a que las cosas fueran fluyendo sin poner nada de
nuestra parte para responder de manera adecuada al devenir de cada
día.
Por todo ello, hemos mantenido una
escuela anodina, cansada, reticente ante cualquier novedad, llena
de rutinas que proporcionan seguridad a profesores y alumnos pero
que suponen un lastre educativo enorme, invadida por la
desconfianza en las personas y en la propia institución, ahogada en
tareas burocráticas que únicamente responden a afanes de control
desde la centralidad del Estado…
Yo creo que, superada ya la primera
década de este siglo, la escuela necesita perentoriamente respirar
aires nuevos, comenzar a dar un giro en el timón buscando nuevos
rumbos. Creo que esta necesidad de cambio queda justificada por la
propia dinámica de la sociedad. Nadie pone en duda el cambio social
que hemos sufrido en estos veinte últimos años (última década del
siglo XX y primera década del siglo XXI).
Pero ¿hay quien crea que esto
justifica un cambio educativo realmente drástico?
No dudo que, desde el punto de
vista racional, nadie lo pone en duda: necesitamos un cambio
educativo drástico. Pero desde el punto de vista emocional y
práctico, en el que está implicada la acción educativa, creo que
todavía nos queda mucho por hacer.
Yo creo que lo que deberíamos hacer
los profesores es matar la escuela y hacerla resurgir de sus
cenizas (como el Ave Fénix) con una nueva dimensión. Creo oportuno
que matemos esa escuela que, hasta el momento, es una institución
que únicamente se justifica como "criadora de conformismo", y
hagamos resurgir, desde sus cenizas, esa institución como un
auténtico "semillero de emprendedores".
Si los profesores fuésemos capaces
de aceptar este enfoque, no cabe duda que basaríamos nuestra acción
educativa en todo aquello que promueva en nuestros alumnos el
sentido de la aventura, del compromiso, de la responsabilidad, de
la confianza en sí mismos, del optimismo y la autoestima, del
equilibrio emocional en el manejo de las situaciones tanto
personales como sociales, del aprovechamiento total de las
posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías tanto para el
desarrollo personal como profesional.
Si esto se hiciese realidad,
empezaríamos, definitivamente, a apostar por las personas frente a
los conocimientos, por las relaciones interpersonales frente al
"autismo" del desarrollo individual, por el aprendizaje cooperativo
frente a la competitividad y al aprendizaje basado únicamente en el
estudio individual, por la promoción de las competencias y la
capacidad de analizar la realidad frente a la adquisición de
conocimientos mediante la memorización de un libro de texto.
Confieso que sería mi sueño empezar
a ver este cambio tan necesario en nuestro sistema educativo…
Hasta la próxima, como siempre,
salud y felicidad.