Aprender, enseñar y evaluar en la era digital
Decisiones colegiadas sobre evaluación
Al
respecto de lo que venimos tratando sobre la evaluación, todos
somos conscientes de las dificultades que tiene la toma de
decisiones colegiadas sobre la misma, sobre todo cuando las
concepciones clásicas sobre la evaluación han tenido precisamente
un marcado carácter individual.
Los equipos de profesores, agrupados en ciclos o en departamentos,
en un proceso de análisis e interés permanente, deben extraer
consecuencias en cuanto al diseño de metas, selección de
contenidos, determinación de estrategias metodológicas y adopción
de criterios flexibles y adecuados para la evaluación de todos los
componentes curriculares.
La cooperación se convierte en un pilar esencial para llevar a buen
término el proceso evaluativo del curriculum, para diseñar el plan
general, seleccionar los instrumentos y modelo evaluativo a
aplicar, así como los procesos dialogados necesarios para reajustar
en su caso los procesos de enseñanza y aprendizaje.
La naturaleza de esta participación será diferente, de acuerdo a
los diferentes protagonistas de la evaluación:
De parte de los alumnos, es evidente que la primera
responsabilidad de los alumnos es convertirse en agentes activos de
sus aprendizajes y desde los nuevos principios que hemos
establecido sobre la evaluación estimamos que los estudiantes deben
asumir gran parte de la responsabilidad sobre su evaluación,
colaborando en el análisis de muchos de los elementos del
curriculum. Naturalmente su participación vendría condicionada por
la edad y la madurez.
Los alumnos juegan un papel decisivo en el diálogo conducente a
determinar la idoneidad de los mecanismos de instrucción y de
evaluación para producir los debidos aprendizajes.
Son los profesores los que tienen la mayor responsabilidad
sobre las tareas evaluadoras, entre otras cosas porque es evidente
que una parte sustancial de esta tarea les corresponde y porque son
los que con mayor profesionalidad pueden elaborar juicios respecto
de los elementos curriculares que han de elaborar.
En el marco de una evaluación negociada y dentro del proyecto
curricular del centro se deberían sistematizar sus aportaciones a
la evaluación. De ellos, como unidad básica, deben partir
sugerencias e ideas para la innovación curricular partiendo de la
evaluación de los procesos y resultados. Claro que esto no será
posible si no se altera la cultura de los centros y no se avanza
hacia un cambio en la concepción del trabajo y la creación de un
clima que lo propicie.
También hay tarea de parte de los miembros de la
comunidad. Los padres, en el caso del curriculum escolar y los
agentes sociales, culturales y económicos en general, deberían
participar de manera activa en la evaluación del conjunto de
elementos que componen el proceso educativo. Creemos que la
aportación de la comunidad educativa en general es fundamental, e
ignorarla significa una importante carencia de cara a la evaluación
comprensiva de los procesos de enseñar y aprender
Claro es que existen dificultades para que estos procesos se
desarrollen en el marco de nuestras actuales instituciones, tanto
por la falta sensibilidad y convencimiento respecto a la bondad de
estos mecanismos de comprensión y de mejora, como por la dificultad
de cambiar el concepto de evaluación entendida como sanción para
pasar a convertirse en una ayuda.
Poner en acción procesos evaluadores de esta naturaleza resulta
costoso ya que exige tiempos y dedicación intensiva de
profesionales especializados, cuya preparación sería complicada, no
solo económicamente, sino de cambio de mentalidad.
Pero elaborar y difundir los informes, crear plataformas de
discusión y debate sobre los mismos, avivaría la preocupación, el
diálogo y la comprensión de las realidades educativas.
Florentino Blázquez Entonado
Catedrático de Didáctica Emérito de la Universidad de Extremadura