Crónica
Universidad garantista del estudiante
El
presente de nuestra universidad en buena medida es expresión
y resultado del pasado próximo de la sociedad española de la
que procede, a la que representa social y científicamente, y a la
que se debe y sirve, si hablamos de la universidad pública,
porque la privada busca otras cosas, dinero e influencias
socioeconómicas y políticas ante todo.
Cuando se aprueba y pone en marcha la LRU (Ley de Reforma
Universitaria) en 1983 España apenas está saliendo de una larga
dictadura franquista, una interminable noche oscura para el saber
libre, el ejercicio libre de la cátedra, la opinión libre de los
estudiantes. Era una España en la que precisamente se carecía de
garantía de derechos ciudadanos, y también de los propios de
profesores y estudiantes dentro de la institución
universitaria.
Aquellos esperanzadores años de 1980 para el sistema educativo y
para la universidad española, impulsados y regidos desde opciones
políticas socialdemócratas, pero fruto principal de una transición
cargada de intensidad participativa desde diferentes movimientos
sociales, necesitaban inversión pública y dinero (y lo
recibieron), mejoras cualitativas de la docencia y la investigación
(y se iniciaron), cambios sustanciales en el sistema de gobierno y
participación de los agentes universitarios (profesores,
estudiantes, personal de apoyo administrativo y de servicios), y se
llevaron a cabo, o al menos se iniciaron.
Hablemos de forma expresa de los alumnos, en lo que se relaciona
directamente con sus derechos. Pasar de la nada al todo, de la
carencia a la plenitud, cuando nos referimos a derechos
estudiantiles en aquellos años, suponía romper de manera rotunda
con el modelo anterior de universidad en su organización interna,
modificar sus estructuras de poder y de gestión. Si hasta entonces
había prevalecido durante décadas la universidad de los mandarines,
la de los catedráticos autoritarios, la universidad ajena al
estudiante en las tomas de decisiones, había que crear otro modelo
de diversidad mucho más democrática y asequible para los
estudiantes, tanto en sus posibilidades de acceso y beneficio, como
en la asignación y/o aceptación de responsabilidades por parte de
los alumnos.
La modernización y democratización de aquella universidad
anquilosada e inerte precisaba de la presencia y participación
activa de los estudiantes en los órganos de poder y de decisión de
la universidad (claustro, junta de gobierno, juntas de facultad,
consejos de departamento, comisiones varias representativas). Y no
solo se consolidó una presencia puntual y ornamental de los
estudiantes en la vida universitaria, sino que su presión obligó a
reconocer un peso decisorio fuerte (paridad plena,
porcentajes muy elevados de presencia de alumnos en todos los
órganos de gestión y gobierno, de hasta el 25 al 40%).
Como consecuencia de aquellas etapas y negociaciones de intereses
contrapuestos en las diferentes universidades prevaleció una
normativa con sentido garantista en beneficio del alumno, que
trataba de superar aquel rancio y autoritario poder académico del
catedrático y del profesor de niveles inmediatos, que seguía su
estela en la mayoría de los casos. Y así comienza a descomponerse,
por ejemplo, la autoridad nunca hasta entonces cuestionada del
profesor en las evaluaciones y exámenes, su arma principal
utilizada en las relaciones de dominio y poder dentro del sistema
educativo, y en concreto el universitario.
En este contexto se aprueban no solo instrumentos de reclamaciones,
con frecuencia legítimas, para que algunos profesores respetasen la
dignidad de los alumnos afectados por, por ejemplo, adoptar
decisiones de suspensos colectivos, o próximos al 95% del grupo. Se
llega a generalizar la aprobación e implantación de reglamentos de
exámenes, conteniendo una casuística que hoy podríamos considerar
como excesiva, benefactora, condescendiente,y sin duda garantista
para un sector del alumnado que se convierte en un experto
intérprete de derechos y maneras de moverse en el limite adecuado
para superar barreras evaluadoras sin especial esfuerzo
añadido.
Este nuevo clima, tan favorable al estudiante, facilita la
generalización de recursos, cuestionamiento fácil del nivel
científico y académico de algunos profesores, sin dejar de
reconocer por nuestra parte que también ha sido beneficioso
para crear un mejor clima académico y facilitado la
depuración de algunas obvias arbitrariedades cometidas por
elementos del profesorado resistentes a cualquier proyecto de
innovación docente.
Pero , además, el excesivo celo reglamentista y garantista de la
normativa universitaria respecto los estudiantes ha
conducido a que incluso algunos padres, aduciendo derechos e
intereses de sus hijos (mayores de edad, por cierto), hayan
iniciado procesos jurídicos administrativos masivos, y hasta
penales, contra profesores de sus vástagos, que al parecer
continúan siendo sus niños/as, a quienes les cuesta crecer. ¡Mucho
cuidado con todo esto! Y lo digo con ejemplos próximos, que se
están produciendo en fechas propias de evaluaciones, como las
propias y actuales del final del curso académico, y propicias para
iniciar procesos de reclamaciones administrativas y
jurídicas, fáciles de iniciar y difíciles de comprender hasta
dónde pueden llegar.
Es indudable que surgen movimientos un tanto infantilizantes en
nuestra universidad, expresión de lo que sucede en la sociedad,
pero también en el interior de las aulas y los sistemas de gestión
y gobierno, y en el cotidiano universitario. Pondré un ejemplo nada
más, para finalizar. He tenido que solicitar a una madre, o a un
padre, en diferentes ocasiones de tutorías con alumnos, que dejase
hablar a su hijo/a, incluso que saliera de mi despacho, porque lo
que debíamos hablar su hijo y yo era propio de adultos con
capacidad suficiente de explicar y comprender un asunto cientifico
de incumbencia mutua. Ese proteccionismo excesivo de los jóvenes
estudiantes, de los alumnos, desde la casa materna a la institución
universitaria, puede conducir a graves problemas de personalidad, y
desde luego a generar conflictos y disturbios innecesarios en las
relaciones entre profesor y alumno.
Cuando en la universidad se puedan llegar a producir situaciones de
gravedad y enfrentamiento entre profesores y alumnos, desde luego
que todos debemos estar muy atentos para erradicarlas , y para
defender los derechos de todos, de los estudiantes y de los
profesores. Pero hemos de procurar evitar garantismos
extraños y hasta fáciles , que solo se explican desde otro contexto
histórico, y no desde el presente.