Crónica
Cartas desde la ilusión
Querido amigo:
Volvemos a asistir, en esta última
temporada, a la manifestación pública de la preocupación por el
profesorado en nuestro sistema educativo.
Pero, desafortunadamente, lo que
está poniendo de relieve esta preocupación es que a los
responsables de la educación nacional, léase a los políticos, les
falta una orientación clara de lo que se requiere y, en
consecuencia, parecen "desnortados", por más que se rodeen de un
cúmulo de "técnicos" asesores que son los que, al parecer, les
trazan las líneas a seguir y les sugieren las ideas que ellos
después aportan a la sociedad como si fueran propias.
Hay algunos hitos del debate en
torno al profesorado que son, realmente, preocupantes y que ponen
de relieve niveles muy altos de ignorancia en relación con lo que
es el profesorado, en la actualidad, y con sus necesidades y
preocupaciones propias de su intervención educativa a diario.
Uno de ellos, a mi juicio el más
llamativo, es el hecho de que se haya llegado a proponer que
cualquier titulado universitario se considere apto para integrarse
como profesor, sin más, en el sistema educativo. Hemos asistido
siempre a debate entre si el profesor nace o se hace.
No cabe duda que, en tiempos
pasados, cuando los profesores o maestros no podían prácticamente
acceder más que a una formación básica, destacaban aquellos
profesores que parecía que llevaban en sí mismos la función docente
y educadora: eran los venerables maestros y maestras de aquellos
tiempos, cuyo ocaso comenzó hacia los años 70 del siglo pasado con
el "boom" de la invasión de las escuelas de magisterio por parte de
un alumnado que, más que por vocación, acudía para asegurarse un
puesto de trabajo relativamente rápido, cómodo y que, en aquellos
tiempos, se consideraba como suficientemente pagado (aunque no
satisfactoriamente pagado, cosa que nunca sucederá, creo yo, tal
como están planteadas las cosas hoy día).
Pero aquellas maestras y aquellos
maestros desparecieron dejando su estela manifestada en un cúmulo
de buenos recuerdos por parte de los alumnos que tuvieron la
fortuna de pasar varios años bajo su tutela educadora. Hoy día
hemos de aceptar que los profesores, en su mayoría, son personas
que se preparan para ejercer la acción educativa a lo largo de
varios años.
El problema, sin embargo, se ha
desplazado de la necesidad de su preparación y formación como
educadores (aceptada por casi todo el mundo) al cómo de esa
preparación y formación. Mientras la sociedad no tenga bien claro
que tiene que proporcionar a estos futuros profesionales una
capacitación acorde con las necesidades reales de los alumnos
actuales, no conseguiremos avanzar. Por tanto, si un buen
matemático (con altas notas en su carrera, pongamos por caso) se
dedica o quiere dedicar a la práctica educativa, su formación
especializada no garantiza que sea un buen educador (más bien
parece ser lo contrario: los "mejores" académicamente hablando
suelen ser los peores a la hora de ser capaces de hacer que otros
aprendan aquello que ellos saben e, incluso, aman y les ilusiona).
Es evidente que una formación durante varios años como profesor
tampoco garantiza el éxito de la actuación educativa, pero es más
plausible que resulte más eficaz un profesor con ese bagaje de
formación que cualquier especialista en determinada área de
conocimiento que pretende dedicarse directamente a la formación de
los niños sin conocer nada de los fundamentos y las herramientas y
recursos de la acción educativa.
Por eso, una vez más, desde aquí,
reclamo (como creo que reclaman muchos otros) una mayor atención a
la formación del profesorado a tenor de las necesidades reales de
los alumnos, con una perspectiva de futuro creadora y confiada, ya
que la formación de los alumnos del presente debería hacerse en
función de sus posibilidades (evidentemente, ¿quién las conoce?) de
futuro. Pero esto requiere un cambio muy profundo en las
infraestructuras educativas actuales y una re-orientación de las
actitudes hacia la formación del profesorado.
Otro de los hitos es el problema del
salario (sabes que últimamente se ha dicho -probablemente sin
razón- que se ha invertido muchísimo en el incremento del salario
de los profesores; pero los profesores viven una situación de
"salario congelado", y, en muchos casos, de "salario disminuido").
Pero dejaremos esta reflexión para la próxima carta.
Hasta entonces, como siempre, salud
y felicidad.