Opinião

Crónica Salamanca
Educacion para el consumo en la Universidad

Hernandez DiazEducar para un consumo responsable es tarea obligada de los educadores para los niños y adolescentes, en el ámbito familiar, en la escuela y los centros educativos, y en otras instancias educativas, de encuentro formativo y sociabilidad. Por supuesto, la educación para ese consumo responsable es imprescindible, más aún si cabe, para los jóvenes, los adultos y las personas de le tercera y cuarta edad. Frente a la masiva e intensa campaña de los vendedores de todo tipo de productos, que de forma permanente busca promover conductas consumistas, puesto que son el eje del ascenso y supervivencia del sistema capitalista, son muchas las voces que día a día se alzan en defensa de una educación consumerista, es decir, del consumo responsable de aquello que se precisa para una vida honesta y racional, en lo personal y en lo colectivo. Al mismo tiempo, desde luego, una educación combativa del consumismo exacerbado en que se mueve nuestra sociedad, en todas sus direcciones.

Una lectura reciente nos invita a reflexionar sobre esta cuestión, la educación para el consumo, de manera fundamentada y sólida. El libro titulado "Consumir sin consumirse. Educación para el consumo" (Madrid, Pirámide, 2015), ha sido coordinado por J.M. Arana y Dionisio de Castro, y cuenta con la participación de un elenco reconocido de especialistas en la educación para el consumo, que vienen participando desde hace años en cursos de formación para educadores, precisamente con el perfil de educación para el consumo responsable.

Esta temática de la educación consumerista, sin duda transversal dentro y fuera de la escuela, y también intergeneracional, toca las fibras más sensibles de las prácticas de vida en el día a día, y se sitúa sin ambages en la educación y cultivo de los valores de convivencia y ciudadanía. Es verdad que este camino de propuestas educativas reflexivas y críticas no resultan atractivas a los idearios próximos a los intereses de los grandes productores y comercializadores, porque justamente buscan frenar ese consumo alocado a través de la conciencia reflexiva que genera una educación crítica.

Habrá quien piense que las cosas de la educación son propias de los niveles previos a la universidad, negando el evidente sentido formativo y educador que siempre ha de transitar por toda acción formativa e investigadora que se lleva a cabo en la universidad. La educación para el consumo responsable es también una tarea de los universitarios, de todos sus agentes, estudiantes, profesores, personal de apoyo, gestores y directivos. La educación en los valores de ciudadanía y de un consumo responsable que garantice y facilite la supervivencia del planeta en que vivimos, y procure una armonía mayor en la convivencia ciudadana y en la propia institución universitaria, es una tarea urgente de todas las instituciones de educación superior.

El cómo ha de llevarlo a cabo en cada caso, cada una de las universidades y cada una de sus facultades y establecimientos que la conforman es el resultado de la reflexión compartida que sus miembros han de proponerse, porque algo así no se improvisa.

Atendiendo a las misiones propias de la universidad, de todos bien conocidas, se debe formar a todos los miembros de la comunidad universitaria en los valores de la solidaridad, la austeridad, y negar el consumo alocado y desenfrenado. Y más en concreto, se ha de formar de manera sistemática en educación consumerista a todos los miembros activos de la comunidad universitaria, y muy en particular quienes en el futuro puedan llegar a desempeñar funciones profesionales de carácter docente y pedagógico (profesores de distintos niveles del sistema educativo y técnicos del mismo). También a otros de perfil educador (educadores sociales, trabajadores sociales, entre otros).

Además, la investigación y publicación de resultados en este campo de la educación consumerista debiera ser una responsabilidad moral y social asumida de forma natural por todos los investigadores, sobre todo los del ámbito disciplinar de las ciencias sociales, y las pedagógicas en particular.

Por otra parte, las prácticas cotidianas de mejora y revisión del autoconsumo, y de la gestión del funcionamiento de la universidad en materia de gestión de residuos, control de consumo de energía, o de fomento de una imagen corporativa austera y controlada, debieran erigirse en un valor al alza entre las categorías que definan a una institución como muestra de calidad.

Consumir es inevitable en una sociedad desarrollada, pero puede hacer de forma mucho más controlada de la habitual, y las universidades tienen mucho que aprender, y también que enseñar, sobre cómo gestionar el problema y ofrecer vías alternativas, mediante la formación, la investigación, la difusión de resultados, la creación y fomento de un clima de opinión en favor de un consumo responsable. La lectura de varios de los capítulos que conforman el libro mencionado al comienzo invitaría, sin duda, a un mayor compromiso y responsabilidad consumerista por parte de muchos miembros dela comunidad universitaria.

 
 
Edição Digital - (Clicar e ler)
 
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