Los Programas Universitarios para Personas Mayores
Una nueva forma de gestión del conocimiento
En
estos tiempos estamos viviendo cambios profundos en la gestión del
conocimiento. Tanto es así que nuestra sociedad es ahora definida
como Sociedad del Conocimiento, una expresión que se lee y se oye
con frecuencia como un dato asumido por las poblaciones de los
países más avanzados. Con ello se trata de resumir que el
conocimiento es una de las piezas clave de la sociedad actual,
tanto como conductor de la prosperidad económica y de la calidad de
vida como de la propia estructura y organización de esta nueva
sociedad.
La enseñanza, la investigación, el desarrollo y la innovación son
reconocidos como los parámetros que gobiernan y condicionan la
estructura y composición de la sociedad actual y son instrumentos
determinantes del bienestar y progreso de los pueblos. Unos
parámetros, cuyo desarrollo se realiza de modo señalado en centros
de investigación, como son las universidades.
Las transformaciones sociales han sido y están siendo tan profundas
que, además de estar rehaciendo el mapa del universo científico,
están logrando cambios de orden económico, político, social y
cultural de una enorme envergadura. Y, lo más importante, se habla
de una nueva configuración del saber alrededor de nuevas y
atractivas formas de diseminación del conocimiento.
El informe de 2010 sobre la "Sociedad del aprendizaje" de CISCO
(una empresa global con sede en California, Estados Unidos,
principalmente dedicada a la fabricación, venta, mantenimiento y
consultoría de equipos de telecomunicaciones) sostenía que el
aprendizaje es fundamental tanto para el progreso de la humanidad,
como para la prosperidad económica, el bienestar social, la
realización personal y para ayudar a asegurar un planeta más
sostenible.
Si esto es así y, efectivamente concordamos con ello, en el futuro
de esta sociedad digital el aprendizaje será mucho más importante
que el resto de los aspectos de la sociedad global. Pues es cierto,
además, que la explosión del conocimiento impulsado por el poder de
la red para conectar a las personas y difundir ideas ha cambiado la
propia naturaleza del aprendizaje.
Por otro lado, la sociedad comienza a estar convencida de que las
instituciones de enseñanza superior son un importante medio de
producción del saber y también de que estos centros deben ofrecer
el retorno inmediato de sus valores a la comunidad. Y lo más
interesante es que nuestros hombres y mujeres estén convencidos de
la necesidad del estudio, de los saberes transmitidos por las
instituciones y del desarrollo individual y colectivo que
proporcionan a las personas.
Sin embargo, frente a la obtención de un título, hasta hace muy
poco objetivo prioritario para muchos, la clave es ahora la
formación continua. Los vertiginosos cambios tecnológicos y
económicos de nuestra época han hecho que el aprendizaje a lo largo
de toda la vida haya dejado de ser un lujo, para convertirse en una
necesidad básica.
El vehículo de promoción y desarrollo personal que supone la
ciencia y la cultura, desde los planteamientos actuales, debe
extenderse a todas las personas y edades, no debe ser patrimonio de
ninguna casta ni de ninguna edad, por lo que hay que procurar que
los citados bienes culturales lleguen a todos los mayores sin
limitación social, económica o geográfica. Los programas
universitarios para personas mayores son uno de los más
adecuados marcos para esta formación continua y son mucho más que
una simple forma de llenar el tiempo libre.
La propia UNESCO avala desde hace años estas acciones. Así, en su
Informe sobre la educación para la sociedad del nuevo milenio, tan
bellamente titulado "La educación encierra un tesoro", el grupo de
expertos coordinado por Jacques Delors definió perfectamente dicho
trazado sobre un eje crucial: "la educación de todos, para todos y
a lo largo de toda la vida". Así comienza a extenderse la
convicción de que la educación es uno de los pilares fundamentales
de los derechos humanos, de la democracia, del desarrollo de los
pueblos y de la paz, valores a los que la universidad no
puede permanecer ajena.
El que fue director general de la citada instutución, Federico
Mayor Zaragoza, en un discurso a universitarios españoles en 1999
ya trataba sobre exigencia ética de que la enseñanza había de
democratizarse y estar al alcance de todos los ciudadanos y
planteaba desde la propia Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura la urgencia práctica de que
la educación sea permanente, un proceso continuo que asuma diversas
modalidades a lo largo de toda la vida de la persona.
Y una de las modalidades con mayor éxito de acogida en todo el
mundo son las denominadas universidades para las personas mayores,
entre cuyos fines figura el de devolver a los mayores el sentido de
la vida y ayudarles a recuperar su papel de actores en la sociedad,
que no tiene por qué quedar anulado después de la jubilación. En
ellos el conocimiento adquiere una nueva y rica dimensión
social.
Florentino Bláquez Entonado
Professor Emérito. Coordinador del Programa de Mayores de la Universidad de Extremadura