Crónica
Cartas desde la ilusión
Querido amigo:
Este año, como en otras ocasiones,
volvemos a plantearnos (replantearnos) en el colegio el papel de
los padres y su colaboración con el centro.
Por eso, estamos preparando, como
comunidad de aprendizaje, un primer encuentro con los padres de
nuestros alumnos. La finalidad es hacerles reflexionar, al menos
durante unos minutos, acerca de su papel en cuanto a la educación
de sus hijos y a la colaboración con el centro.
El asunto es de vital importancia en
los momentos en que estamos viviendo. Estamos constatando que
muchos padres están sufriendo un "despiste" bastante considerable
en relación con la educación de sus hijos. En efecto, muchos padres
quieren conseguir algo legítimo: "ser amiga/o de mi hija/o". Pero
este objetivo queda desenfocado porque les lleva a renunciar a
poner límites a sus hijos "para no perder su afecto y su cariño".
El resultado de esta actitud es su renuncia a la autoridad paterna,
confiando, a la larga, que los aspectos disciplinarios queden a
merced de la educación de su hija/o en el centro educativo y a
cargo de sus profesoras y profesores.
Es ésta la actitud básica de
abandono de sus deberes como padres y primeros educadores de sus
hijos. Pero lo peor es que complementan esta actitud con otra,
asimismo perniciosa: la defensa de sus hijos ante la autoridad de
los educadores. De tal manera que, cuando sus hijos entran en
conflicto con sus profesores, olvidan su abandono de sus deberes de
educadores principales y, en lugar de defender la autoridad de los
profesores, en la que delegan los aspectos disciplinarios, se
enfrentan a ellos, defendiendo a sus hijos por encima de todo.
Una de las causas de esta situación
(entre otras, que iremos comentando a lo largo de los próximos
meses) es la ausencia de los padres en el hogar. Es cierto que, en
muchas ocasiones, esta ausencia se debe a la situación
socio-económica y cultural que estamos viviendo, pero esta
situación no debería justificar el abandono.
Por eso, vamos a comenzar nuestros
encuentros con los padres de nuestros alumnos, a los que
pretendemos integrar como auténticos miembros de nuestra comunidad
de aprendizaje, ofreciéndoles una historia que les haga reflexionar
sobre las necesidades de acompañamiento y presencia que tienen sus
hijos. He aquí la historia, que se titula "Papá, ¿cuánto
ganas?":
• Papá, ¿cuánto ganas por hora? -
con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño recibía así a su
padre al término de su trabajo.
• El padre dirigió un gesto severo
al niño y repuso:
• Mira hijo, esos informes ni tu
madre los conoce. No me molestes; ¡estoy cansado!
• Pero papá- insistió - dime por
favor, ¿cuánto ganas por hora?
La reacción del padre fue menos
severa. Sólo contestó: 50 euros la hora.
- Papá, ¿me podrías prestar 25
euros? - preguntó el pequeño.
El padre, lleno de cólera y tratando
con brusquedad al niño, dijo:
- ¡Así que ésa era la razón de saber
lo que gano! ¡Vete a dormir y no me molestes, muchacho
aprovechado!
• Había caído la noche. El padre
meditó sobre lo sucedido y se sintió culpable. Tal vez su hijo
quería comprar algo. Para descargar su conciencia dolida, se asomó
al cuarto de su hijo. Con voz baja preguntó al pequeño:
• ¿Duermes, hijo?
- Dime papá - respondió el niño
entre sueños.
• Aquí tienes el dinero que me
pediste - dijo el padre.
• Gracias, papá - contestó el
pequeño.
• Y metiendo su mano bajo la
almohada, sacó unos billetes.
• ¡Ahora ya completé, papá! Tengo 50
euros. ¿Podrías venderme una hora de tu tiempo?
En este relato aparecen algunos
elementos interesantes que nos pueden permitir montar nuestro
primer taller con los padres sobre "La realidad actual de la
dedicación de los padres a la educación de sus hijos: problemas,
dificultades, obstáculos… y soluciones".
Acabo de leer un artículo de prensa
que se titula así: "No puedes castigar a mi hijo: tiene derechos
humanos". Se trata de la respuesta de un padre a los profesores de
su hijo, de 11 años, quien había acudido a clase con el pelo lleno
de mechas rubias, recogido en una cola de caballo y con un diamante
como pendiente. Evidentemente, los profesores no le permitieron
acceder al centro por carecer de la apariencia adecuada…
Este hecho anecdótico puede parecer
trivial, pero también puede encerrar una actitud de los padres que
no ponen límites a sus hijos porque creen que dejarles hacer lo que
quieran va a ser positivo para su desarrollo. Esta equivocación
está, por desgracia, excesivamente extendida, y nuestro deber, como
educadores de los niños, es restablecer el "orden" mental y moral
de los padres que piensen de esta manera.
Éste será nuestro primer paso. Un
segundo taller se centrará en otra historia titulada "mi hijo y el
periódico" que te contaré el próximo día.
Como siempre, salud y
felicidad.