CRÓNICA
Cartas desde la ilusion
Querido
amigo:
Hemos vuelto a comenzar un nuevo
curso, y, una vez más, tenemos motivos para celebrarlo con ilusión.
¿Por qué?
Simplemente, porque creo que "algo"
se empieza a mover en los sistemas educativos (no sólo en el de
nuestro país, sino también en el de otros que, hasta ahora,
permanecían como "callados" en el sentido de permanecer anclados en
la tradición).
En efecto, empezamos a contemplar
que cada vez más centros educativos se apuntan a la idea de "matar
la escuela" (¿recuerdas que hace ya algunos años -en concreto desde
el año 2012- reflexionábamos sobre la necesidad de "matar la
escuela"?).
Esto se refleja en el
reconocimiento de que "La escuela está cambiando. El modelo de
tarima, pizarra y papel, con los alumnos dispuestos en fila
escuchando en silencio lo que dice el profesor, está dando paso a
un aula un tanto caótica y llena de cachivaches tecnológicos en la
que los críos participan todo el rato. El vídeo, la realidad
virtual y los juegos digitales son los nuevos libros de texto y
Twitter, la nueva sala de profesores. La clase magistral está
siendo reemplazada por el design thinking, la flipped classroom y
otros métodos en los que el estudiante aprende a su ritmo". Estas
realidades se recogen en el libro de Olga Casanova y Lourdes
Bazarra titulado "La escuela ya no es un lugar".
No deja de ser un alivio y de
resultar esperanzador que cada vez más educadores se centren en los
alumnos, tratando de paliar y eliminar tanto el desinterés como la
desmotivación que han abundado en el quehacer educativo de nuestros
estudiantes (y, tal vez, en una parte de los profesores, anclados
en las rutinas que les dan seguridad frente a la aceptación de lo
que "pueda venir" - lo que supone una mente abierta y una amplia
dosis de seguridad y confianza en sí mismos-).
También es un alivio y resulta
esperanzador que cada vez haya más educadores que tratan de superar
el "fracaso que expresa la ineficacia de un sistema basado en la
clase magistral y en la repetición de conceptos que no quedan
fijados".
Además, resulta esperanzador que
comiencen los profesores a promover en sus alumnos habilidades de
planificación de proyectos, comportándose ellos como simples
"coaches" (¿recuerdas cuando reflexionábamos sobre la necesidad de
que los profesores no "arrastrásemos el carro" de nuestros alumnos,
sino que nos colocásemos "al lado", acompañando y alentando su
esfuerzo?), respetando su capacidad de previsión y proacción en
función de su edad, sin tratar de adultizar prematuramente a los
estudiantes.
Para todo esto se necesita,
evidentemente, la promoción del aprendizaje cooperativo entre los
alumnos, donde la discusión de ideas, la participación de todos
según sus gustos y aficiones, el reconocimiento de los diferentes
puntos de vista y la aceptación de que las razones y razonamientos
tienen sus límites y su propia vigencia sin caer en absolutismos
absurdos, etc., sean realidades tan cotidianas como sencillas.
Hasta el momento, sin embargo,
aparecen dos objeciones que, a mi juicio, deben ser consideradas
como importantes: la primera es que todo esto parece que está
sucediendo más en la oferta educativa privada que en la pública; y
la segunda es que, al parecer (puede ser lamentable, pero también
cierto) no se encuentran suficientes profesores que asuman el reto
de esta auténtica "revolución educativa" que tiene que acabar
imponiéndose pese a quien pese. Como hemos comentado en muchas
ocasiones, esto supone en los profesores un cambio de actitud… que
supone un trabajo de desarrollo personal día a día.
No podemos renunciar a la ilusión y al optimismo, a la espera de
que cada vez más profesores se unan a estas nuevas propuestas y
realidades que, a la larga, son las que harán cambiar nuestro
sistema educativo.