Opinião

Crónica
Museos universitarios y patrimonio colectivo

Hernandez DiazLo que ha sucedido hace unos días en Rio de Janeiro con el incendio del Museo Nacional  de Brasil es para colocarlo en formato foto bien visible en la cabecera de la cama de los responsables públicos de todo tipo de instituciones políticas culturales y educativas brasileñas, y en particular las cariocas, incluidas las universidades, desde luego.
Por descuido, desidia, ausencia de apoyo económico y técnico al museo se generó un incendio que ha convertido en cenizas millones de referencias documentales, escritas y palpables, han desaparecido entre las llamas miles de colecciones, algunas de ellas únicas, para la historia de Brasil y del mundo, de ciencias naturales, antropología, historia, pensamiento, iconografía original. Las lágrimas de rabia de los trabajadores del museo, y de millones de ciudadanos de Brasil, y de todo el mundo civilizado y sensible a la cultura, están siendo una muestra de dolor cultural, y también de desprecio frente a las autoridades responsables en Brasil de no habilitar medidas seguras de mantenimiento de un museo tan especial. Por supuesto, hay que exigir a los administradores directos del tema las responsabilidades jurídicas, políticas y económicas pertinentes frente al desprecio sistemático de la cultura y el patrimonio colectivo que representa este museo quemado de Brasil, ubicado en Rio de Janeiro.
Tuve la oportunidad de visitarlo en la primavera de 2016, acompañado de profesores de la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (institución que me había invitado a una estancia académica) y, al tiempo que disfrutaba de la riqueza de sus colecciones (principalmente de ciencias naturales y antropología), comentaba con mis acompañantes la fragilidad y obsolescencia de algunas de sus instalaciones y la escasez de medios de protección que observaba. La respuesta era que en cualquier momento podía suceder una terrible desgracia para todos, como ahora se ha producido de forma lamentable. Era posible y casi previsible una imagen de desolación como la que ahora hemos podido observar en algunas fotografías que nos han llegado. La mayor parte de los fondos de este rico museo brasileño simplemente ya no existen, han desaparecido. Ha sido la consecuencia "esperada" de la desidia institucional brasileña al más alto nivel y de su política cultural y patrimonial. Era un Museo Nacional.
Lo sucedido debe ser también una llamada de atención preventiva para nuestras universidades y centros de educación superior, en lo que toca a defensa, protección y uso de todo tipo de fondos que componen el patrimonio universitario, que en el caso de algunas universidades de larga tradición histórica es o puede ser muy valioso, no sólo en términos económicos de mercado. Pensemos en bibliotecas históricas, archivos, pinacotecas, expresiones escultóricas, edificios nobles, colecciones especiales, y tantas manifestaciones culturales y/o artísticas visibles que van conformando un rico acervo patrimonial año tras año.
El patrimonio histórico de una universidad, y en concreto sus museos,  es una de las principales señas de identidad de la institución, y espejo de la calidad cultural y formativa que ofrece a la sociedad, y desde luego a sus integrantes principales, que son los estudiantes, profesores y personal de apoyo. En este punto varias de las mejores universidades de Estados Unidos, públicas y privadas, deben ser un referente modélico de lo que en las universidades europeas, ricas en patrimonio histórico educativo, debe ser mejor explotado didáctica, cultural y económicamente. Recuerdo, por ejemplo, el Museo de Historia y Antropología de la Universidad de Indiana, en Bloomington, extraordinario, ricos en fondos y colecciones, bien organizado, protegido, vigilado, explicado, aprovechado para beneficio de todos los visitantes e interesados.
Es indudable que se precisa dinero para sostener el buen funcionamiento de un museo universitario, pero ante todo se necesita voluntad y decisión por parte de las autoridades responsables, para fomentar iniciativas de esta clase, que repercute de manera directa en la imagen de la institución, y en el bienestar social y cultural de los visitantes e interesados, que no deben ser en absoluto solo los turistas de paso.
Se impone un mejor uso didáctico de los museos propios de cada universidad y del patrimonio universitario en su conjunto.  Esto es así porque un concepto actual de museo ya no admite su reducción a elementos artísticos "muertos ", bien o mal colocados, sino que un museo debe ser un espacio estético de interacción y creación de emociones, racionalidad creadora, nuevas sensaciones, de invitación al disfrute y el gozo.
Es indudable que un concepto diferente de la musealización de los espacios, de la puesta al día y en sociedad de los materiales históricos heredados, recibidos en donación o mecenazgo,  o adquiridos en el mercado por razones justificadas, de su protección, conservación, mantenimiento y uso cuesta dinero y precisa de inversiones. Pero ahí está la clave de la buena gestión de los gobernantes universitarios, conceder la prioridad que merece la correcta atención a esta actividad académica, que de ninguna manera es secundaria.
La catástrofe cultural y museística recientemente producida en Rio de Janeiro es una nueva llamada de atención para que todos estemos muy vigilantes sobre la calidad de uso de los bienes patrimoniales públicos, y desde luego los de las universidades.

 
 
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