Opinião

Carta desde la ilusión

Querido amigo:

En mi carta anterior te comentaba nuestra ilusión por trabajar por el cambio como fruto de nuestro funcionamiento como comunidad de aprendizaje. Como consecuencia de esta propuesta de cambio, paso a comentarte algo que también esperamos "cosechar": una más alta probabilidad de que los profesores estemos bien informados, renovados profesionalmente y motivados para motivar a los alumnos.

Somos conscientes de la dificultad de conseguir esto, ya que las instituciones parecen estar cada vez menos dispuestas a promocionar los aspectos formativos de los profesores. Hace unos años, eran muy grandes las facilidades para conseguir mantenerse informado y realizar cursos de formación de una manera periódica. Hoy, desgraciadamente, las cosas han cambiado, y nuestros responsables políticos siguen dando más importancia a los aspectos de inversión económica actual (empresas, obras públicas, etc.) que a los aspectos de inversión económica futura, como es la educación, y, dentro del ámbito educativo, el cuidado de la formación y la correcta información actualizada de los profesores.

Sabemos que nuestros políticos difícilmente van a retomar las prácticas de hace más de una década, cuando todo eran facilidades para que los profesores pudiéramos mantenernos formados, y, por eso, hemos decidido, como comunidad de aprendizaje, diseñar nuestro propio sistema de formación e información, porque somos conscientes de que, si nosotros no nos renovamos, es decir, no renovamos nuestras ideas, nuestros conocimientos, nuestras actitudes, nuestras maneras de actuar con nuestros alumnos, etc., será muy difícil que consigamos mantenernos motivados y, desde nuestra propia motivación, conseguir motivar a nuestros alumnos. Es éste, tal vez, el aspecto más importante del cambio que te comentaba en mi carta anterior.

Pero creo que también es lo que puede mantener nuestra ilusión. Somos conscientes de que la falta de formación y de información puede consolidar nuestra rutina y, en consecuencia, sumirnos en un círculo vicioso que va desde nuestra rutina actual hasta nuestra rutina futura pasando por la falta de información, la falta de formación, la falta de motivación y, en definitiva, la falta de ilusión. Estoy convencido de que, si no tenemos ilusión, es mejor que abandonemos nuestra profesión.

Una vez más, creo que somos educadores, y no meros "trabajadores de la enseñanza". Nuestra actuación educativa se mueve más, y sobre todo, por nuestra vocación y nuestra capacidad de dedicación que por los salarios con que nos puedan remunerar, que ya sabemos que difícilmente llegarán a estar a la altura de lo que realmente supone dedicarse a la educación de los niños, adolescentes y jóvenes.

Nuestra capacidad de dedicación y, en definitiva, nuestra vocación son el soporte de nuestra motivación diaria y de nuestra capacidad para descubrir cosas nuevas en los aspectos más simples y aparentemente "rutinarios" de la vida. El dinero, en mayor o menor cantidad, no nos va a aportar la capacidad necesaria para vivir creativamente nuestra tarea educativa y para ser capaces de descubrir grandes cosas en los aspectos más simples de nuestra relación con nuestros alumnos. El problema radica, a mi modo de ver, en que no somos capaces de darnos cuenta, en muchas ocasiones, de que lo importante lo tenemos nosotros, y no los demás, y, por tanto, no debemos renunciar a ello, sino, al contrario, saber encontrar el "color" más allá de los grises que impone la rutina de nuestro quehacer diario.

En este momento me viene a la memoria la historia que no sé si algún día te conté, pero, por si acaso, te la recuerdo ahora:

El dueño de una pequeña finca, amigo del gran poeta Olavo Bilac, lo encontró cierto dia en la calle y le dijo:

-Sr. Bilac, estoy necesitando vender mi propiedad, que Ud. tan bien conoce. ¿Podría redactarme el anuncio para el periódico?

Olavo Bilac tomó lápiz y papel y escribió: "Se vende encantadora propiedad, donde los pájaros cantan al amanecer en las extensas arboledas, rodeadas por las cristalinas aguas de un precioso riachuelo. La casa, bañada por el sol naciente, ofrece la sombra tranquila de las tardes en la baranda. ¡Venga a verla y se la quedará!"

Algunos meses después, el poeta se encontró con el comerciante y le preguntó si ya se había vendido la finca.

-No pensé más en eso, dijo el hombre. ¡Después de que leí el anuncio que usted me escribió, me dí cuenta de la maravilla que tenía!

Fácilmente pensarás, conmigo, que a veces, no nos damos cuenta de las cosas buenas que poseemos, y vamos tras falsos tesoros. Debemos valorar lo que tenemos, y que nos fue dado gratuitamente: la vida, la salud, el empleo, el conocimiento que adquirimos, la sonrisa de los hijos, el cariño de los amigos, la ilusión por realizar bien nuestra labor educativa... Éstos sí son verdaderos tesoros.

Como siempre, salud y felicidad.

 
 
Edição Digital - (Clicar e ler)
 
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