Opinião

El plagio en la universidad

Hace algunas semanas los medios de comunicación hacían pública la noticia, sorprendente en un principio, de la dimisión de un brillante y prometedor ministro de la actual República Federal de Alemania. Tenía por delante una muy fácil carrera política, dadas sus condiciones especiales para destacar como comunicador y como intérprete de los problemas políticos de su país, uno de los más importantes del mundo, sin duda. Pero esta trayectoria política tan destacada queda truncada, de repente, porque se descubre que en sus años de investigador en la universidad había plagiado buena parte de su tesis doctoral. Desaparición fulminante de la escena política por plagista, mentiroso, usurpador de ideas científicas ajenas. Así se ha de actuar en democracia y en la universidad con este tipo de prácticas corruptas.

Hace no muchos años, y no muy lejos de nuestra universidad, algún cargo público en ejercicio también se vio envuelto en procesos de plagio (algo menores, respecto al anterior, es cierto) de varios artículos científicos aparecidos en revistas. La diferencia es que no dimitió, y sigue tan campante, al parecer. Pero es evidente también que los controles científicos de tales revistas no fueron lo suficientemente exigentes. O que la habilidad del plagista es extraordinaria, buscando en mil y uno de los muchos rincones que se pueden encontrar en Internet para cada ocasión.

Son bien señalados los casos de capítulos enteros de tesis doctorales que han sido apropiados por personas de notoria mediocridad moral y científica, algunos denunciados y otros no. Varios casos de éstos han generado que a lo largo de los años, dentro de Departamentos y Facultades de la Universidad, se haya alzado el dedo acusador, y hayan aparecido conflictos y enfrentamientos, a veces muy radicales y profundos, siempre señalando a esta clase de sinvergüenzas intelectuales, y desde luego morales y ciudadanos de baja estatura.

 La explicación añadida es que no habían funcionado con la suficiente eficacia los mecanismos que hay establecidos en la vida universitaria para este tipo de controles académicos. O bien los evaluadores de la tesis no eran lo suficientemente especialistas en aquel tema de investigación, o actuaron con alguna desidia, por no querer pensar en lo peor de todo, la componenda, que en términos jurídicos tiene expresiones muy fuertes, por ejemplo hasta la prevaricación.

 Es evidente que la apropiación indebida de un trabajo científico ajeno por parte de un profesor o investigador está muy mal visto en las comunidades científicas, pero existe. Como también es merecedora de repudio una cierta práctica de algunos caciques o señoritos, existente en departamentos y grupos de investigación, de firmar trabajos científicos ajenos, sin consentimiento del autor, o presionando de mil y una maneras, por el hecho de ser simplemente el jefe, lo que sucede con más frecuencia de la deseable, sobre todo en ámbitos experimentales y biosanitarios. A eso se llama el ejercicio del mandarinato, aunque también se practique más de lo deseable en modelos norteamericanos de grupos de investigación, y ello no sirva de justificación. Y también deben ser denunciadas actuaciones muy próximas al plagio en diseños tecnológicos, arquitectónicos, en los campos de aplicación científica, que igualmente conocemos en más de una ocasión en nuestros territorios de proximidad.

 Podríamos dar a entender al lector que el plagio es habitual en la universidad de nuestros días, y lo cierto es que, por fortuna, nada más lejos de la realidad generalizada. Los casos puntuales aparecen (cuando así sucede), se persiguen, en ocasiones se disimulan, pero el clima básico de la producción científica original y honesta debe ser adoptado como forma dominante de convivencia y actuación.

 Existe otro tipo de prácticas plagiarias algo más suaves, pero no menos reales y peligrosas, y no sólo visibles entre investigadores y profesores, que deben ser denunciadas por corruptas. También entre los estudiantes. Me refiero, por ejemplo, a las tradicionales "chuletas" y sistemas de copiar en exámenes escritos, de plagiar trabajos de compañeros, de "bajarse" (download) trabajos que se comercializan por vía electrónica desde la red de redes (el llamado <Rincón del vago> es uno de los más famosos y difundidos). El estatuto del estudiante universitario, que se ha aprobado hace pocas semanas, también llama la atención sobre los deberes y responsabilidades de los estudiantes, no sólo sobre sus derechos.

Guerra abierta al plagio y a los copiones, que degradan la transparencia que ha de reinar en la vida académica de las universidades, entre profesores, y entre los estudiantes. La limpieza y la salud académica benefician al final a toda la sociedad, y desde luego a la universalidad de la ciencia y a la calidad de la universidad. Desde luego a todos y cada uno de los componentes de la comunidad universitaria.

 

 
 
Edição Digital - (Clicar e ler)
 
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