Opinião

Crónica de Salamanca
Universidad sin horizonte

Hernandez DiazUn humorista gráfico español muy reconocido, profundo y ácido en sus críticas sobre todo lo que planea en la vida pública, "El Roto", hace unos días publicaba un chiste gráfico en "El Pais", de 31 de marzo pasado. Aparecen en el malecón de una ciudad de costa un padre, la madre y un chaval de unos nueve años, todos ellos mirando al horizonte que siempre traza la lejanía divisoria del mar, y que a todos nos suscita interrogantes y un imaginario posible, más allá de esa línea cenital. Ese horizonte aparece dibujado en el gráfico muy negro y parece que cargado de turbulencias. Se oye preguntar al padre, interpelando a su mujer e hijo, conversando,  "¿Os acordáis cuando había horizonte?". A lo que responde de inmediato el muchacho lleno de curiosidad infantil, "¿Cómo era, papi?".

  El humorista, al referirse al negro y preocupante futuro que vive, y nos acecha  aun más,  nuestro modelo de sociedad,  nos traslada su enojosa preocupación porque ha desaparecido cualquier horizonte de referencia, y desde luego de esperanza de un mundo armónico, equilibrado y justo. Hasta hace no mucho parece que existía un modelo europeo para organizar razonablemente la sociedad, asentado en los derechos sociales y ciudadanos, con programas de protección, y con frecuencia de cooperación y solidaridad, entre otras muchas propuestas y esperanzas. Era el gran logro europeo después de 1945. La misma idea de Unión Europea hace dos décadas caminaba con firmeza por un camino que parecía bien trazado.

  Hoy parece que tal modelo se derrumba y desdibuja,  que dicho horizonte desaparece. Aquel ideal de humanidad, como diría Krause, que orientaba nuestros pasos, y que concedía a la educación y a la ciencia una posición destacada e influyente de ese proyecto social  armónico y regenerador, hoy apenas se percibe. Mejor aun, ha sido corroído y calcinado por los intereses de la competencia, el dinero, el mercado, la explotación, la ganancia, el sentimiento colectivo y particular de superioridad y dominio sobre los demás.

  Por supuesto que todo ello afecta frontalmente a los modelos de universidad que ha venido proponiendo y practicando Europa desde la creación de las viejas universidades medievales, con las consiguientes adaptaciones, y que también hoy se vienen abajo, se descomponen y son laminados y engullidos por otro tipo de orden externo, aunque se llame  "Bolonia", y responda sin más adjetivos a los intereses de una tecnocracia mundial que carece de fronteras, y casi siempre de apellidos.

  Nuestras universidades se ven descapitalizadas de sus valores históricos , de su fondo humanista, en favor del utilitarismo mas descarado, siempre asentado en el valor económico, y en la diosa tecnología del genérico de los ingenieros, donde el hombre como individuo y como concepto de referencia queda relegado, al margen. El horizonte universitario de siempre, con más o menos matices, queda desdibujado y desaparecido en este desigual combate. Da la impresión que los nuevos modelos emergentes son las implacables pautas universitarias coreanas, indias, chinas o de Singapur, que reinan en el mundo presente como modélicas, o al menos eso se nos dice.

  Los modelos clásicos de universidad, que han mantenido vigencia en Occidente hasta el siglo XX, pierden peso e influencia entre los nuevos baremos y perfiles de la universidad ideal para el siglo XXI, la de los rankings de Shanghai, la de la prevalencia de las ingenierías que comenta y parece ansiar Andrés Oppenheimer.

  Como en el nuevo orden social los poderes fácticos no creen en el Estado, y lo combaten a muerte, cada vez tiene menos peso la tarea de las universidades como formadora de funcionarios y buenos administradores públicos. Como las elites intelectuales no son hoy quienes investigan las técnicas y artificios que precisa la industria y el mercado, sino que lo hacen las más punteras corporaciones tecnológicas, para los dirigentes del mercado del mundo carecen de valor la mayor parte de las investigaciones en ciencia básica, en humanidades y ciencias sociales que venían realizando las universidades que seguían el modelo humboldtiano asentado en el protagonismo de la investigación y el libre ejercicio del saber y de la ciencia. Como el viejo modelo inglés de formación humana, por ejemplo el que defendían y practicaban los seguidores de Newman, hoy ha sido sustituido por el salvaje slogan capitalista "sálvese quien pueda", y "vale el que más tiene, no el que más es", hoy carecen de valor e interés las letras (salvo las de cambio), y prima la cuenta corriente bien surtida y la cultura epifánica, mediática y episódica. Finalmente, como la universidad democrática es un atavismo, y un error histórico (según algunos muy interesados en ser "modernos"), caminamos hacia modelos explícitos de gestión empresarial , y a la creciente pérdida de protagonismo de la democracia real de las universidades.

  No es que la universidad en los inicios del siglo XX carezca de horizonte. Lo que ha ocurrido es que ala universidad le han robado y cambiado los papeles propios y genuinos, y le van atribuyendo otro horizonte muy distinto, en el que muchos no nos reconocemos.

  Se impone una  nueva lectura del papel que han de desempeñar  nuestras universidades en este siglo XXI, ya en su segunda década. Pero hay que abrir la lata del debate, formular nuevas preguntas, sensibilizar a los miembros de la comunidad universitaria. Aunque solamente sea para evitar el sometimiento acrítico, por salud mental y democrática, por estricta racionalidad universitaria y libre.

 
 
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