Opinião

Crónica
Cartas desde la ilusión

Juan A. Castro PosadaQuerido amigo:

 

En mi carta anterior yo comenzaba pensando que lo estamos haciendo mal… Hoy quiero darle la vuelta a la moneda y pensar que podemos volver a hacerlo bien… ¿Cómo?



Creo que la solución es sencilla, y únicamente requiere tomar conciencia de la situación. Me refiero a volver a orientar la acción educativa desde la perspectiva del profesor/alumno. Esto lo sabe hoy todo el mundo, desde el máximo responsable del proyecto PISA hasta el educador más novel que se haya integrado en los últimos tiempos.

Creo que llevamos varios (demasiados) años dando "tumbos" buscando soluciones fuera de lo que realmente interesa. Hemos puesto énfasis en la concentración de contenidos, en la mayor importancia de los contenidos científicos, en la mayor racionalización del esfuerzo a la hora de configurar el calendario anual de intervención y de evaluación, en la mejora/modificación de los horarios… Pero los resultados han sido más bien escasos. Por eso se trata ahora de focalizar, de una vez por todas, la acción educativa en el eje profesor/alumno.

Esto quiere decir, en primer lugar, que tenemos que conseguir la verdadera y auténtica autonomía del profesorado. Recuerdo mis clases del Curso de Adaptación Pedagógica (CAP) para futuros profesores de Enseñanza Secundaria, en las que transmitía precisamente esta idea: es la/el profesora/or quien tiene que decidir qué enseñar, cómo enseñar y cuándo enseñar en función de la realidad del grupo de alumnos que tiene a su cargo.

Pero esto tiene que ser una práctica que se implante desde los primeros años de la Educación Primaria y en perspectiva de futuro, es decir, teniendo en cuenta lo que los profesores del centro consensuan como eje de actuación y desarrollo de los alumnos a lo largo de sus años en el centro. Eso implica una programación vertical auténtica y eficaz que deje de quedar plasmada en unos documentos que se elaboran al comienzo de curso y, poco a poco (o incluso, de repente) se olvidan dando pie a la subsiguiente actuación rutinaria de siempre.

Esa autonomía del profesorado se nutre (o tiene que nutrirse) de la creatividad de cada uno. No en vano cada profesora/or se ha formado teóricamente y técnicamente, pero también ha desarrollado su sentido de la creatividad con la posible aportación de nuevas posturas o enfoques que puedan llevar a mejorar la actuación de los profesores y los resultados obtenidos por los alumnos. Siempre he sostenido que todos somos creativos, por más que algunas personas renieguen de esa cualidad que, posiblemente, no les hayan permitido desarrollar. Pero, más aún, la creatividad individual se potencia cuando se comparten las ideas y las propuestas, se realizan pruebas comunes y actividades conjuntas analizando su impacto sobre los grupos de alumnos en los que se aplican. No me cabe la menor duda de la rentabilidad y eficacia de la creatividad individual, pero siempre creí, y creo, en la sinergia que se establece entre las mentes creativas a la hora de hacer propuestas realmente significativas en función de las necesidades del desarrollo de los alumnos.

Esta actuación autónoma, a la vez que participada con los colegas, y creativa va a ser la "piedra angular" sobre la que se asiente el futuro éxito de la actuación educativa más allá de las normas y directrices establecidas por los poderes públicos. Pero, para que esto sea así, se necesita libertad de ejercicio, sin la cual no se puede prever ningún éxito a largo plazo.

Esperemos que esto sea una realidad cada vez más afianzada y extendida y que los frutos académicos, personales y sociales no se hagan esperar.

Hasta la próxima, como siempre, salud y felicidad.



 
 
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