Opinião

CRÓNICA
Cartas desde lá ilusion

Juan A. Castro PosadaQuerido amigo:

Abundando un poco más en mis reflexiones de la carta anterior, creo que uno de los problemas más complejos y difíciles de resolver en nuestro sistema educativo es la dicotomía que se ha establecido entre el "ser" y el "hacer".

Si preguntamos a cualquiera de nuestros colegas educadores, sin duda no habrá nadie que niegue que está trabajando por el "ser" de sus alumnos. Pero, a mi modo de ver, la realidad es diferente: por regla general, trabajamos el "hacer" de nuestros alumnos y la prueba más fehaciente de ello es que el sistema de evaluación está polarizado exclusivamente en el "hacer", es decir, en la actividad prioritariamente cognitiva (aunque hay que reconocer que, actualmente, la carga de actividad de tipo "práctico" de nuestros alumnos es mucho mayor que la que nosotros experimentamos cuando éramos alumnos no universitarios).

Creo que, honestamente, deberíamos aceptar que nuestro sistema educativo nos ha hecho más proclives a la dimensión del "hacer" que del "ser". Es nuestra herencia desde los planteamientos pedagógicos racionalistas de hace varios siglos (pongamos, desde la Revolución Industrial)... y que no hemos sido capaces de superar y, por consiguiente, de eliminar.

Por eso, hemos alentado a nuestros alumnos a estudiar, a aprender, a leer, a escribir, etc., incluso a hacer prácticas. Tal y como están las cosas, creo que no estamos en disposición de cambio alguno.

Y creo que el cambio no es posible hasta que no asumamos que una cosa es la actividad a la que sometemos a nuestros alumnos (entre otras cosas, para que "no se aburran" y "no den guerra") y otra es la actitud que deberíamos fomentar y ayudar a desarrollar por parte de nuestros alumnos.

Dicho de una manera más práctica, no es lo mismo "estudiar" (o sea, la actividad que consiste en abrir el libro de texto y tratar de memorizar lo que en él se ofrece para pasar la evaluación con la mejor calificación posible) que "ser estudioso" (que refleja una actitud que implica plantearse las cosas, planificar, buscar soluciones, probar nuevos recursos, etc.); no es lo mismo la actividad de "aprender" (que, en nuestra práctica educativa equivale a "retener" los contenidos de las "explicaciones" de los profesores o de los libros de texto), que la actitud de "ser aprendiz" (que supone ser capaz de enfrentarse a la incertidumbre, a la búsqueda constante, a la experimentación y prueba de estrategias y procedimientos para llegar a conclusiones adecuadas, etc.); no es lo mismo la actividad de "leer" (lo que está escrito en el libro de texto, o en el/los libro/s que propogan la/el profesora/or) que la actitud de "ser lector" (que implica la búsqueda de aquellas lecturas que más se adecúan a la tarea prescrita o a los intereses propios de cada persona); no es lo mismo la actividad de "escribir" (lo que los profesores dictan o lo que se nos exige en un examen) que la actitud de "ser escritor" (que desarrolla la capacidad de cada uno para hacerse entender desde sus planteamientos y sus presupuestos), etc.

Así podríamos seguir desgranando todas las actividades educativas frente a las actitudes que se deberían promover en la educación, tales como: no es lo mismo aprender química o física que comportarse como un químico o un físico; no es lo mismo aprender literatura que comportarse como un literato; no es lo mismo aprender matemáticas que comportarse como un matemático...

En el sistema educativo que vivimos, lo más fácil es "prescribir" una actividad (al modo de las recetas médicas que prescriben los facultativos de la salud); lo más difícil es buscar la manera en que cada uno de nuestros alumnos desarrolle su sensibilidad personal en relación con aquello que les interesa y de lo que son capaces.

En definitiva, creo que deberíamos abandonar la postura maniquea del "hacer vs. ser" y promover en todo momento el talante de "ser para hacer" y "hacer para ser". Creo que esto merece una reflexión profunda por parte de los educadores. Si esto llegase a fructificar, estaríamos, sin duda, a las puertas del gran cambio, por encima de las exigencias tecnológicas y de los esnobismos que sin cesar nos abruman.

Hasta la próxima, como siempre, ¡salud y felicidad!

 
 
 
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