Opinião

Crónica
Libros y lecturas en la universidad de nuestro tiempo

Hernandez DiazCada tiempo histórico tiene su afán, y tiene también rasgos e instrumentos específicos de expresar la cultura, los saberes, la adquisición de técnicas y su transmisión a las nuevas generaciones.
Cuando hablamos de libros y lecturas en la universidad a lo largo de su historia es forzoso recordar que durante los primeros siglos (XII-XV) el libro en la universidad era un bien muy preciado, por escaso y caro, porque se reproducía a mano (casi siempre con extrema delicadeza y gran perfección y belleza). Era muy raro que los estudiantes del Estudio medieval llegaran a manejar con libertad los libros, y menos aún a poseerlos en propiedad, salvo casos muy aislados de hijos de la nobleza con capacidad económica elevada, que a veces poseían libros muy valiosos para el estudio del derecho, la teología, la medicina y las denominadas artes liberales. Bibliotecas de universidades históricas, como las de Salamanca o Coimbra, custodian ejemplares extraordinarios y únicos de esta primera época de la historia universitaria de Europa. Convendría no olvidar en la historia del libro universitario  las aportaciones de las lejanas culturas orientales y del mundo islámico dentro de sus espacios formativos, por supuesto.
Pero será con Gutenberg, desde 1448 en adelante,  con la invención y difusión de la imprenta cuando el uso del libro crece de forma exponencial en todo Occidente y en aquellos ámbitos culturales de su influencia, en particular en las universidades. Nacen, crecen y se consolidan las bibliotecas universitarias y el uso científico de los libros, a pesar de las restricciones de uso que establece el Santo Oficio, sobre todo desde la aparición del protestantismo y la respuesta de la contrarreforma católica. Asistimos a un uso intervenido del libro por parte de profesores y estudiantes, y en consecuencia muy limitado durante más de dos siglos. Será con la penetración de las ideas de la Ilustración en los centros de formación, con diferentes procesos en los países europeos y los espacios geopolíticos de su influencia, cuando la generalización del uso del libro es una realidad en las universidades, y cuando las bibliotecas comienzan a alcanzar su cénit.
Desde entonces hacia acá (hasta el nacimiento de internet en los años 1990 y la inmediata expansión de la nueva cultura digital)  la presencia del libro entre profesores y estudiantes universitarios ha sido una realidad incuestionable, cono instrumento central de la actividad formativa, bien desde la modalidad de manual o libro de texto, bien como libro de consulta o como libro de lectura complementaria.
Las primeras décadas del siglo XXI nos permiten asistir a un nuevo fenómeno, consecuencia en parte de la emergencia del instrumento técnico digital y de internet, pero sobre todo de lo que representa la nueva galaxia internet, en palabras de Manuel Castells. El problema de la debilidad del uso del libro y de la lectura entre nuestros estudiantes universitarios, y cada vez más entre los profesores jóvenes, no es el soporte del libro (papel o digital), una vez que ha pasado el esnobismo y la moda de la lectura digital de novela o de libros científicos. El libro no va a desaparecer, decía  Umberto Eco, en una entrevista publicada un poco antes de su muerte. El gran semiólogo italiano explicaba y defendía la importancia técnica y cultural del libro, como estructura original e instrumento del saber, imprescindible en las culturas del libro y la escritura, y desde luego en el presente.
Sin embargo, el nuevo clima científico que vive la universidad de nuestro tiempo es el que, en nuestra opinión, explica que hoy los universitarios, estudiantes y profesores, lean menos libros.
Se da la paradoja que nos permite observar que nunca como hoy las universidades han organizado mejor sus bibliotecas, en cantidad y en contenido y oferta. Los bibliotecarios están mucho mejor preparados y en dotación de número razonable, el acceso a las bibliotecas universitarias es muy fácil, los espacios de lectura están muy bien habilitados, y además se ofrece acceso digital a bases y otras inmensas posibilidades de consulta por vía internet. Y sin embargo se lee menos y de otra manera
La pregunta que nos podemos formular es ¿qué está pasando cuando se dan todas las circunstancias favorables, pero se leen pocos libros, y en general  se practica mucho menos la lectura, y de otra forma?
Es cierto que la cultura científica de las ramas experimentales y las técnicas nunca fueron propicias a la lectura de libros científicos, más allá de los obligados manuales (hoy dejados a un lado en la mayoría de los casos). La lectura principal de este amplio sector de las ciencias experimentales, técnicas y biosanitarias se canaliza a través de artículos de revistas científicas, casi siempre próximos a los intereses del respectivo grupo y tema de investigación. Es una cultura científica muy parcializada. En raras ocasiones se utiliza, menciona y escribe un libro.
Esta cultura científica del artículo se ha trasladado en demasía a otros sectores de las ciencias sociales, las humanidades y las bellas artes, ámbitos tradicionalmente más habituados al uso del libro en la actividad docente e investigadora. Y eso se nota en las formas de pensar y trabajar en el cotidiano universitario.
Además, el sistema docente implantado desde el llamado "modelo Bolonia", que no es otro que el propio del taylorismo anglosajón, las disciplinas y calendarios académicos han adoptado otro formato más cuarteado y asequible, menos exigente sin duda para el alumno. Ello limita de forma real el uso más frecuente de un libro completo, y en la evaluación del estudiante es frecuente limitarse a la lectura de uno o muy pocos artículos. Y por si ello fuera poco, la cultura comunicativa imperante entre los jóvenes es la de las redes sociales, con mensajes cortos, mínimos, que acostumbran a que un lector permanente del teléfono móvil haga lecturas puntuales y superficiales.
He aquí el grave problema de la lectura, y en consecuencia de los libros en nuestros espacios universitarios de la segunda década del siglo XX.

 
 
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