Opinião

CRÓNICA
Cartas desde la ilusión

Juan A. Castro PosadaQuerido amigo:

Como sabes, tras estas últimas semanas de cierta "agitación" con motivo de la aprobación de la nueva ley de educación, al final podemos decir que, en nuestro país, disponemos de un "nuevo" marco regulador de nuestra actividad educadora con nuestros alumnos (la nueva ley de educación "LOMCE").

He colocado el adjetivo "nuevo" entre comillas a propósito, porque me da la impresión de que poco nuevo se añade o se ha añadido en cada cambio de ley de educación. Es algo que se repite a lo largo de la historia de los cambios en el sistema educativo durante las últimas décadas.

Sea como fuere, haya novedad o no, lo que me preocupa (y creo que preocupa a la mayoría de los educadores, por no decir a todos) es que no se aborden los problemas fundamentales que supondrían un auténtico cambio. Añadir o quitar asignaturas, añadir horas a determinadas disciplinas (matemáticas y lengua, sobre todo) no va a resolver el problema, créeme. Ni siquiera resolverá el problema el hecho de disponer de más tiempo en las aulas, o disponerlo de manera continuada, o establecerlo como jornada partida… Creo, además, que ni siquiera la separación por géneros en el centro (aulas de sólo niños y aulas de sólo niñas) conducirá a la resolución del problema. Lo cierto que seguimos siendo víctimas de las modas (actualmente está de moda, como sabes, la separación por géneros, con la polémica que eso ha suscitado y suscitará) y de determinadas preocupaciones centradas en la cantidad (más tiempo de clases, menos alumnos por aula, más profesores en cada centro, más recursos tecnológicos, etc.) que en la calidad.

Hace unos días leí un artículo de prensa que mostraba que en Finlandia tienen 200 horas al año menos de tiempo en el aula que nuestros alumnos, y están 60 puntos por encima de nuestro país en el informe PISA. Esto indica que no estamos acertando en la solución de nuestros problemas.

En más de una ocasión, recuerdo haberte comentado que nuestro sistema educativo tiene que pasar de la preocupación por la cantidad a la preocupación por la calidad, y que, como te comentaba hace algunos meses, tiene que pasar de la necesidad a la oportunidad.

Creo que, a pesar de todos los certificados de calidad (EFQM, norma ISO, etc.) logrados por la mayoría de los centros educativos a lo largo de estos últimos años, la realidad es que la "dinámica de la calidad" no ha penetrado en las actitudes y el quehacer de los educadores, y se ha quedado en lo más superficial, es decir, en esas programaciones que se solicitaban para conseguir el certificado de calidad, sin más. Las programaciones han supuesto siempre una "declaración de intenciones" que, por regla general, no ha tenido su proyección práctica en el quehacer diario. Si hubiese tenido esa proyección "otro gallo nos cantaría".

Sigo pensando que, hasta que no se cambie el sistema de formación de los futuros profesores, seguiremos "dando palos al aire". Me refiero, intencionalmente, al sistema de formación, y no a los contenidos, pues tendemos a entender que cualquier cambio en la formación del profesorado ha de afectar única y exclusivamente a los contenidos que se imparten en las Facultades. Es lo que ha sucedido, en concreto (y lo que explica su fracaso), con el nuevo Máster en Formación del Profesorado que comenzaron a impartir las Universidades desde hace unos pocos años en sustitución del famoso curso para obtener el Certificado de Aptitud Pedagógica (C.A.P.). A mi manera de entender, las Universidades han caído en el mismo defecto de siempre, convirtiendo el cambio que se hacía necesario en una mera continuidad de la realidad, ya que seguían "los mismos perros con distintos collares".

Si a esto añadimos que los profesores se sienten mal pagados, a la vez que se sienten escasamente reconocidos en su labor por la sociedad, y que cada vez se incrementa la violencia de los alumnos contra ellos (como han reconocido últimamente el "defensor del profesor" y algunos sindicatos de la enseñanza), no es de extrañar que la solución profunda de nuestros problemas se antoje más bien lejana y, de seguir así, con escasas probabilidades de éxito.

Por eso, una vez más, sigo pensando en la necesidad de "matar la escuela", como te comenté hace ya algunos meses. Pero ya sabemos las reticencias que esta idea suscita, sobre todo por parte de los que están anclados en su sistema de seguridades.

Perdona este toque de pesimismo final, pero, en realidad, no se trata de pesimismo sino de un deseo de que, en algún momento, esto comience a cambiar auténticamente de alguna manera.

Hasta la próxima, como siempre, salud y felicidad.

 
 
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