Opinião

Los Programas Universitarios para Personas Mayores
Un concepto distinto de universidad

florentino.jpgEn los últimos años han surgido distintas iniciativas y programas universitarios para personas mayores, en claro proceso de extensión y generalización en casi todos los países de Europa. De las 80 universidades que existen en España (53 públicas y 27 privadas), más de 60 cuentan con este tipo de programas y 50 exactamente forman parte de una activa plataforma que coordina e impulsa este tipo de estudios que es la Asociación Estatal de Programas Universitarios para Mayores (AEPUM).

En Portugal conocemos una docena de experiencias universitarias en marcha (las UTI de los municipios son muy numerosas) y, sin duda, la generalización de las instaladas en centros de enseñanza superior no tardará en ser inminente. Nosotros mismos, al amparo de la AEPUM, estamos tratando en estos momentos de colaborar en una especie de red hispano-portuguesa o Ibérica de este tipo de programas para mayores, con la idea de promover encuentros universitarios periódicos donde se intercambien ideas y proyectos entre ambos países. Concretamente nuestro programa de Extremadura desarrolla interesantes experiencias e intercambios de alumnado con algunos de los programas portugueses desde hace años.

Todo ello es producto, a nuestro juicio, de un momento singular en el que confluyen varias circunstancias: Una universidad -o centro de estudios superiores- que mira más a su alrededor, una sociedad que exige un mayor compromiso social a los universitarios, unas personas mayores que llegan a la edad de jubilación con un horizonte de vida aún lejano y pleno de facultades y que pertenecen a una generación que por múltiples razones vio limitadas sus posibilidades de acceso a las aulas universitarias, pero que, sin embargo, miró a la universidad como un ideal y luchó y trabajó para que sus hijos obtuvieran una formación de nivel superior.

Y, por otro lado, no es menos cierto que las instituciones de enseñanza superior también ha sentido la necesidad de salir de sus campus y mirar hacia la sociedad. Y ha sido precisamente en los últimos años cuando ha sido más consciente de que no puede desarrollar su función investigadora ni formativa al margen de la sociedad y que dicha sociedad no sólo necesita nuevos profesionales, sino también reciclar y actualizar los conocimientos y la formación de sus trabajadores y profesionales, de sus hombres y mujeres.

La expansión de estos Programas universitarios para personas mayores ha venido acompañada de experiencias de participación que a través de modalidades diversas configura un ámbito de participación en auge.

Abrir la Universidad a las personas mayores supone compartir un concepto distinto de universidad. Y supone aceptar:

- Que se puede aprender a cualquier edad, ya que algunas limitaciones que se puedan adquirir al tener más años (agilidad, memoria, agudeza sensorial, etc.) pueden contrarrestarse con otras posibilidades que conseguimos con los años (tiempo, curiosidad, experiencia, constancia, etc.).

- Que la formación de nivel superior no debe estar orientada solamente a formar profesionales más o menos competentes e investigadores más o menos productivos, sino que también deben procurar hacer más culta a la sociedad en su conjunto, propiciando la reflexión sobre la cultura y los valores.

- Que la educación es un proceso que dura toda la vida y los centros de enseñanza superior son instituciones educativas con las que cuenta la sociedad y han de ser centros abiertos e intergeneracionales.

La sociedad va a poder contar con ellos para atender a esta población mayor en aumento, pues se espera que, debido al descenso de la natalidad, dichos centros deberán ampliar su cuota de usuarios y ocuparse tanto de la continuación de los estudios de los posgraduados como de la educación de personas mayores.

Las instituciones de enseñanza superior deben ser competitivas y ampliar su cuota de usuarios centrándose en la continuación de los estudios de los estudiantes jóvenes y en la educación de mayores. Las actividades formativas universitarias para estos tramos de edad, como para las de cualquier otra, no pretenden simplemente rellenar el tiempo libre. En general, entre sus objetivos figuran: devolver a los mayores el sentido de la vida, ayudarles a recuperar su papel de actores en la sociedad, que no tiene por qué quedar destruido después de cesar en un puesto de trabajo... y lograr que en ellos el conocimiento adquiera una nueva dimensión social.

Estos nuevos escenarios, en cuanto a la naturaleza, edad, nivel de conocimientos y tipo de estudios de los alumnos obligarán a las instituciones a contemplar su preparación para un mundo dominado por las nuevas tecnologías, donde los ciudadanos necesitarán fundamentalmente destrezas comunicativas.

Para las personas de la franja de edad de la que hablamos el tipo de formación deberá ayudar a entender el impacto que tiene la ciencia y la tecnología en todos los aspectos de la sociedad, exigiendo además de las disciplinas tradicionales, ofrecer un punto de vista más global (educación para la responsabilidad ambiental, para el desarrollo armonioso de las relaciones interculturales, etc..), junto a algunas destrezas que no suelen enseñarse, como un uso constructivo del tiempo de ocio o ir viviendo su educación como una actividad placentera y agradable.

En efecto, las circunstancias tecnológicas, culturales y sociales en las que se desenvuelve la actual sociedad exigen, ya, nuevos cometidos a la educación y requiere plantear unos nuevos objetivos para la misma. Esto sería el más claro ejemplo de que la sociedad ha asumido que la educación a lo largo de la vida es uno de los derechos humanos fundamentales para el desarrollo de los ciudadanos.

Florentino Blázquez Entonadoc
Profesor Emérito. Coordinador
 
 
Edição Digital - (Clicar e ler)
 
 
 
Unesco.jpg LogoIPCB.png

logo_ipl.jpg

IPG_B.jpg logo_ipportalegre.jpg logo_ubi_vprincipal.jpg evora-final.jpg ipseutubal IPC-PRETO