Opinião

Universidad y cambio climático

Hernandez DiazCuando escribimos se celebra en Madrid la Cumbre Mundial del Clima de 2019, que debía haberse organizado en Santiago de Chile, y sobre la que el gobierno chileno renunció a su gestión por razones internas de seguridad, dadas las circunstancias sociales y políticas que desaconsejaban su celebración en el país sudamericano.

La Cumbre del Clima (2019) ha concitado la presencia en Madrid de cientos de líderes políticos de todo el mundo, ecologistas o no, de miles de ciudadanos, asociaciones y ONGs movilizadas ante el grave problema que afecta a la humanidad, resumido en el cambio climático, que se erige en auténtico desastre ecológico planetario. Por supuesto, la personalización de este movimiento mundial en la adolescente sueca, Greta Thunberg, con síndrome de Asperger incluido, se ha erigido en un referente inaplazable en todo lo que se refiere a esta reunión internacional sobre el cambio climático, alentada desde el ímpetu juvenil y las ganas de vivir de millones de jóvenes de todo el mundo.

La ONU, la UNESCO, la anterior reunión sobre el clima celebrada en Paris en el año 2015, varios de los más destacados líderes políticos del mundo se han visto forzados e interpelados por la movilización de los jóvenes, y de los sectores alternativos procedentes de muchas de las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) sensibilizados ante la gravedad del desastre que en los últimos años ha ido alcanzando el cambio de clima, desequilibrando una cierta armonía que se había mantenido estable durante milenios en la naturaleza fisica y social del planeta Tierra.

El incremento de la temperatura del agua de los océanos y del nivel de altura media de los mismos, las graves, extrañas y distorsionantes tormentas y huracanes que afloran con inusitada frecuencia e imprevisión, la desaparición progresiva de glaciares y casquetes polares, la eliminación de miles de hectáreas de bosques en la Amazonía, la defosteración abusiva en muchas partes del mundo y de España, la aparición natural o intervenida de macroincendos generalizados en todos los continentes, el aumento de los niveles de desertización del terreno antes fértil en varias regiones del mundo, el incremento de enfermedades respiratorias y cancerígenas de habitantes urbanos resultado de la contaminación en las grandes ciudades en todos los continentes, el acusado deterioro de acuíferos por la explotación desmesurada en macrogranjas porcinas o vacunas, la toxicidad de alimentos y la muerte de reservas naturales por el uso indiscriminado (o poco controlado) de pesticidas y fertilizantes, son mucho más que síntomas preocupantes de un desastre anunciado, son expresiones contrastadas de cómo está cambiando de forma acelerada y deteriorante el clima de la tierra, y hacía qué precipicio de destrucción se encamina la humanidad si no se cambia de rumbo de forma drástica y rápida en sus formas de producir, comercializar y sobre todo consumir, hasta aquí cada vez más desmesuradas y alocadas, sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX hasta lo que llevamos del siglo XXI.

Las teorías negacionistas del cambio climático (algo así como que lo que sucede en el clima del planeta es pasajero), que solamente buscan confundir al ciudadano de pie, y continuar manteniendo un discurso complaciente con la explotación abusiva del planeta Tierra en beneficio de unos pocos, deben ser combatidas y corregidas desde la universidad, ante todo porque no son científicamente aceptables. Es indudable que no se puede negar hoy que el planeta tierra se encuentra en peligro, sin alarmismos interesados, pero sí con contundentes respuestas observables.

Todas las ciencias y saberes que conforman la institución universitaria la convierten en un espacio de ciencia y cultura de carácter holístico, de lectura y aprecio en totalidad. Es decir, desde la química a las bellas artes, desde la literatura a la geología, desde la pedagogía a la medicina, desde la sociología a las matemáticas, desde la historia a la bioquímica, desde la biología a la psicología, desde la geografía a la farmacia, desde la física al derecho, se pueden y deben hacer análisis y propuestas relacionadas con el clima, e interconectadas entre sí. El estudio interdisciplinar de los problemas que afectan a la sociedad, en este caso a la totalidad del planeta tierra, como es el cambio climático, debe ser considerado en la universidad como una línea de trabajo imprescindible y fecunda para abordar con éxito y calidad tales asuntos.

Si nuestras universidades como institución, y sus miembros como agentes científicos y ciudadanos responsables, se limitaran a participar con mas o menos apoyo y aplauso conformista a la Cumbre del Clima 2019 de Madrid, o a las que tengan que llegar, estarían eludiendo una responsabilidad ciudadana y científica que les corresponde asumir a diario en su docencia, investigación, transferencia de conocimiento y extensión universitaria, como misiones propias de un servicio público, como el de la universidad.

Los asuntos del clima son de todos , y a todos nos pertenecen y afectan, y ante ellos hemos de responder con urgencia de forma individual y colectiva, como ciudadanos de un pais y del mundo, y como consumidores responsables. Esto afecta, sin duda, a nuestra manera de vivir y consumir, en los pequeños y grandes detalles. Y desde luego, desde la universidad interpela nuestra responsabilidad científica y profesional, para enseñar, investigar, transferir, extender a la sociedad desde categorías científicas todo aquello que haga posible una mayor larga vida para nuestro planeta Tierra y para las generaciones venideras, siempre desde la ética ecológica, la llamada ética de las generaciones, en la que la educación y la universidad han de desempeñar un papel central y decisivo para su conocimiento, difusión y práctica social.

 
 
 
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