Opinião

Crónica de Salamanca
Desmantelar la Universidad Pública

Hernandez DiazUn fantasma de destrucción de la cosa pública recorre Europa, desde los servicios de transporte a los sociales, desde la sanidad pública a los centros educativos, desde la investigación científica pública a los servicios jurídicos. Parece que el chivo que debe expiar los pecados que dicen han conducido a esta crisis, de magnitudes económicas y sociales impensables hace sólo cuatro años, se encuentra afincado en todo aquello que tenga síntomas de público, que huela a iniciativa pública, a financiación pública.

Al parecer, nada tienen que ver con esta situación los corruptos declarados (o no), los banqueros ambiciosos, los brokers que artificiosamente rompen todas las estructuras de los inversores en bolsa, la política ultraconservadora y ultraliberal de la señora Merkel, el neoconservadurismo de Sarkozy, Cameron, Berlusconi, Rajoy o Passos Coelho, entre otros.

Una ola de neoconservadurismo, de liberalismo radical recorre y corroe lo más preciado de la aportación contemporánea de Europa al mundo: los derechos del hombre concretados en la aspiración a la igualdad progresiva de todos sus ciudadanos y las consiguientes políticas sociales, sanitarias y educativas que conducen a ella. De ahí han devenido las políticas de cohesión entre países y regiones de Europa de los últimos 50 años, el deseo de superar las disputas que condujeron a históricos enfrentamientos bélicos en el siglo XX (por no remontarnos más allá), los Tratados de Roma en 1958, el mismo nacimiento del Mercado Común Europeo y más tarde de la Unión Europea, con diferentes Tratados de renombre (Maastrich, Lisboa, entre otros).

En fin, parece que los esfuerzos políticos en pro de más igualdad social, que bien pueden quedar identificados en los modelos de la socialdemocracia europea, con los oportunos matices entre países, deben ir dando paso a políticas "de rompe y rasga", de "sálvese quien pueda", de fomento del individualismo feroz frente a propuestas solidarias, o sea , lo propio del liberalismo brutal de estilo anglosajón. Todo lo cual está comenzando a llegar a nuestras universidades en dosis no pequeñas.

Son varios los discursos universitarios que confluyen en esta preocupante situación para la universidad en España, aunque también en otros países de Europa.

El modelo pedagógico llamado de Bolonia, que encerraba en origen algunas apuestas de mejora en las prácticas didácticas y de cohesión entre universidades, sin duda pertinentes y necesarias de aplicar, ha quedado completamente desguarnecido, desactivado y desvirtuado, y se ha convertido sin más en un instrumento de apoyo a la reconversión neocapitalista de las universidades. Uno puede darse una vuelta por los centros universitarios y facultades y observará con rapidez la desazón que viven los profesores, su desconcierto, la falta de recursos en profesorado, el taylorismo más descarado en la aplicación de las pretendidas innovaciones pedagógicas (en realidad nada de eso) en sustitución del trabajo central del profesor.

El discurso neoconservador que recorre las universidades públicas de toda Europa como un fantasma cargado de desilusión aprieta día a día las tuercas de la maquinaria de la universidad pública. Es decir, esa política neocon que ahora gobierna Europa promueve la rápida fusión-desaparición de universidades y centros de investigación; elimina de forma drástica el recambio de profesores jubilados o fallecidos; disminuye de forma alarmante los recursos para investigación (para proyectos de investigación, organización de congresos, publicaciones científicas); exige un creciente rendimiento de los agentes entendido como más dedicación de horas semanales y "productos" mensurables (con independencia de su calidad); concede todo el protagonismo en la evaluación y selección de profesores de toda clase, de proyectos de investigación, a las denominadas Agencias externas, de pretendida neutralidad, cuando el método de trabajo utilizado nada tiene de eso, de asepsia; olvida de manera descarada que las ciencias sociales, y sobre todo las humanidades, puedan requerir una necesaria presencia en el ser y núcleo de cada universidad, y por ello siempre quedan relegadas a posiciones de rezago en la asignación de fondos y cualquier posible prioridad en los programas estratégicos; disminuye de forma creciente el interés por los programas de igualdad social y de género en las prácticas docentes cotidianas, cercenando el presupuesto para becas, o los apoyos hacia los programas de voluntariado.

Muy mala pinta tienen los próximos años para nuestras universidades públicas si continúan afianzándose las prácticas de desmantelamiento, de deconstrucción que se vienen utilizando en estos últimos años. En muy pocos años vamos a encontrarnos con una cartografía universitaria dual, aminorada, mal financiada, con menor prestigio social, con mucho menos impacto social, y al fin de muy mala calidad en muchos casos. Lo que no significa que la universidad publica que hemos vivido en las últimas décadas haya sido maravillosa y no necesite de cirugías en muchos casos.

Observar de forma impotente cómo se desarticula la universidad pública en Europa y en España es asistir a una fase decepcionante de nuestra historia colectiva. Por eso cada día se nos recuerda el dicho de que tenemos que mirarnos en el espejo de algunas universidades norteamericanas y chinas, que son el futuro, y las que quedan bien colocadas en el ranking famoso de Shanhai.

 
 
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