Opinião

CRÓNICA
Cartas desde la ilusión

Juan A. Castro PosadaQuerido amigo:

Vuelvo a mis reflexiones sobre los principios de la Evaluación para el Aprendizaje, que interrumpí para comentarte, en mi carta anterior, la noticia acerca del éxito de los profesores en Finlandia. Con toda seguridad, seremos capaces de ir cambiando nuestra actitud y, finalmente, obtener resultados semejantes a los que pregonan los finlandeses.

Mientras tanto, permíteme continuar con el séptimo principio de la Evaluación para el Aprendizaje, que es lo que nos toca comentar hoy: La Evaluación para el Aprendizaje debería promover el compromiso para conseguir los objetivos del aprendizaje y compartir la comprensión de los criterios por los que se evalúa dicha consecución de objetivos.

El enunciado de este principio supone una contraposición radical con nuestra práctica educativa actualmente generalizada. Es lamentable, por cierto, que sigamos con la rutina de "explicar" una lección tras otra, proponiendo ejemplos de ejercicios que, posteriormente, habrán de reproducir nuestros alumnos. De esta manera, acumulamos "material suficiente" para realizar la evaluación de los conocimientos aprendidos por nuestros alumnos. Creo que no me equivoco si afirmo que ése es el eje alrededor del que gira toda nuestra acción educativa.

Pero creo también que es un eje equivocado. Estoy convencido de que, para que tenga lugar el aprendizaje eficaz, los estudiantes necesitan entender qué es lo que intentan lograr -y querer lograrlo. Ahora bien, encontramos el problema inicial de que, desde el principio, no permitimos a nuestros alumnos entender lo que han de intentar lograr. Nuestra acción educativa se instaura, desde los primeros años de la Educación Primaria, en el polo cognitivo dejando de lado los aspectos afectivos y propositivos. Generamos, así, una rutina que conduce a una concepción deficiente de lo que es la educación: para nuestros alumnos, la educación consiste en adquirir los conocimientos que les permitan superar con éxito los exámenes que diseñan los profesores.

Seguimos, por tanto, con un sistema educativo "centrado en la perspectiva del profesor". Es decir, todo lo que se ha de hacer gira en torno a lo que el profesor sabe y cree que es lo mejor para los alumnos, sin tener en cuenta los intereses concretos de los alumnos a los que va dirigida su actuación. Confieso, una vez más, que esto no es culpa de los profesores, sino del sistema educativo que estamos sufriendo y, sobre todo, del amplio movimiento burocrático al que nos vemos sometidos los profesores bajo el pretexto de contribuir a "evaluación diagnóstica", o a valorar a los alumnos según el "informe PISA", etc.

Sea como fuere, yo tengo muy claro que el entendimiento y el compromiso se producen cuando los alumnos toman parte en la decisión de los objetivos y la identificación de los criterios para evaluar los progresos.

A mí me gustaría realizar una investigación a gran escala en nuestro país para averiguar en qué medida los profesores son capaces de aceptar y promover la participación de los alumnos en la toma de decisiones acerca de los objetivos educativos que deberían alcanzar en cada curso académico. Y sugiero esto no sólo para los niveles educativos no-universitarios, sino también para los niveles universitarios.

Pero, además, junto con esa investigación sobre la participación en la decisión de objetivos, me gustaría indagar en qué medida los profesores promueven, en sus alumnos de cualquier nivel académico, la identificación de los criterios de evaluación de su progreso a lo largo del curso académico.

Me parece que esta investigación nos proporcionaría una gran sorpresa al revelarnos una enorme laguna en este ámbito de la evaluación, ya que, a mi juicio, comunicar los criterios de evaluación implica discutirlos con los alumnos utilizando términos que puedan entender, proporcionar ejemplos de cómo pueden cumplirse los criterios en la práctica y promoviendo la evaluación por pares y la autoevaluación de los alumnos.

Tal vez, algún día, no muy lejano, ponga en marcha esa investigación en la que espero que colabores.

Hoy lo dejamos aquí.

A pesar de que, cuando leas esto ya habremos entrado en el nuevo año, sólo me queda desearte que el cambio de año sea para mejor desde todos los puntos de vista, por supuesto, desde el punto de vista educativo, económico, social… ¡y político!

Hasta la próxima, como siempre, salud y felicidad.

Juan A. Castro Posada
juancastrop@gmail.com
 
 
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