Opinião

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Nochevieja Universitaria

Hernandez DiazLa Universidad de Salamanca no tiene, no tuvo, ni tendrá ninguna relación, nada que ver, con esa mal llamada Nochevieja Universitaria. Lo dijo de forma contundente, y con buen criterio, el rector Hernández Ruipérez el pasado 14 de diciembre, defendiendo la imagen de la institución frente a las ambiguas informaciones que difundían redes sociales y medios de comunicación de toda España. Estos medios de información daban a entender que la Universidad de Salamanca era casi como la promotora de esa gran bacanal en la que participaron decenas de miles de jóvenes, pretendidamente universitarios. En realidad los jóvenes atendían la llamada interesada (dicen que a la fiesta) de algunos hábiles empresarios de la hostelería salmantina, siempre dispuestos a aprovechar la oportunidad del consumo de masas, la ganancia rápida y fácil y el lucro particular, sea cual fuere su precio.

El origen de esta denominada "nochevieja universitaria" salmantina es reciente, de hace muy pocos años, no llega a diez. De manera informal, entonces, fueron grupos de universitarios quienes se pusieron de acuerdo para despedir el año, reuniéndose en la Plaza Mayor para comer las uvas o las gominolas, un día concreto de diciembre, por la noche, antes de disgregarse y regresar con sus familias a celebrar las vacaciones de Navidad y los días de fin de año. Nada que objetar, porque en sus inicios resultó una fiesta pacífica y natural, en la que participaban algunos cientos o miles de jóvenes, algo muy propio de una ciudad universitaria como Salamanca. Lo hacían de manera regulada y sin generar mayor problema a la ciudadanía.

La última "nochevieja universitaria", que se celebró el pasado mes de diciembre, fue en realidad una especie de orgía juvenil colectiva, de más de 50.000 jóvenes (según estimaciones), donde el desorden, el alcohol, la suciedad y las prácticas asociales nocturnas forman un todo. Fuera o no cierta su relación con ese festejo, hay que lamentar ese misma noche, a la hora de concluir la fiesta, la muerte por atropello de una joven estudiante latinoamericana de 20 años, dando su conductor síntomas de un alto grado embriaguez, y más tarde de elevada tasa de alcoholemia. Y lo que resultó también evidente fueron las conductas incívicas, una suciedad de escándalo en el centro de la ciudad, malos olores, y una imagen al fin deplorable de la ciudad y de la convivencia.

Estas prácticas lúdicas colectivas, masivas, juveniles, y a veces universitarias (en esta ocasión la instrumentalización descarada del nombre no deja dudas), que suelen ser manejadas por empresarios del ocio y de la noche con pocos escrúpulos, deben siempre invitarnos a la reflexión, y sobre todo cuando rozan la institución universitaria. Como ciudadanos deben preocuparnos los graves problemas de seguridad que en ocasiones tienen, como ocurrió hace no tanto tiempo en el Madrid Arena, donde fallecieron cinco mujeres muy jóvenes aplastadas por asfixia. Como padres o familiares deben llevarnos a pensar sobre el sentido del disfrute real, del carácter educativo y formativo que representan estas macrofiestas para nuestros hijos, y en consecuencia a actuar con toda la responsabilidad que fuera necesaria a la hora de apoyar, conceder permisos de participación, vigilar procedimientos de seguridad y exigir su cumplimiento a las autoridades municipales correspondientes.

Hemos llegado a caer a veces en una conducta colectiva de tono liviano y permisivo respecto a muchas prácticas sociales de nuestro entorno, al dejar hacer, en manos del "laissez faire-laissez passer", sin ser capaces de ofrecer respuestas alternativas sólidas frente a quienes se aprovechan de las actitudes un tanto indolentes de tipo ético que dominan nuestro presente, y sus valores. La sociedad española no puede renunciar a ello, los responsables públicos, la ciudadanía, los padres, en su conjunto, tampoco, y en particular en lo relativo a las formas lúdicas y la diversión colectiva de los jóvenes.

¿Qué puede hacer la Universidad ante estos nuevos problemas que emergen en nuestra sociedad? Podría mirar para otro lado, esquivar el asunto diciendo que son actividades desarrolladas fuera del ámbito universitario, y que quedan fuera de sus misiones clásicas y de sus competencias. Pero entendemos que desde la comunidad universitaria se puede intervenir de formas muy diversas sobre este tipo de prácticas lúdicas colectivas: proponer alternativas desde las asociaciones y consejos de estudiantes, investigación sobre las prácticas de vida cotidiana de los jóvenes, impulso a los valores diferentes de sociabilidad, fomento de la cooperación al desarrollo, implicación en los asuntos de la vida pública. Desde luego que mil y una posibles propuestas que puedan dejar claro que la "nochevieja universitaria", aunque no sea de responsabilidad organizativa directa de la Universidad, se convierte en otra posible oportunidad de reflexión universitaria y de ofrecer propuestas inteligentes para una pedagogía del ocio y del tiempo libre de los jóvenes.

 
 
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