Crónica
Cartas desde la ilusión
Querido amigo:
Parece que, en estos últimos meses,
estamos todos un tanto mediatizados por el problema que nos genera
el informe PISA.
Pienso que este asunto ha generado
un conflicto tanto a nivel general, en la sociedad y en el mundo
educativo, como a nivel particular, en el plano de los educadores y
de los centros. Esto no deja de producir cierto desasosiego que nos
invita a pensar en qué medida los informes basados en la
estadística favorecen o perjudican el curso de la acción
educativa.
A mi modo de ver, este tipo de
informe, tal como está concebido actualmente, nos inclina a la
comparación y, por consiguiente, al pesimismo.
A la hora de leer informes de este
tipo, se ha de tener en cuenta que lo que muestra la Estadística
(al menos la utilizada en este caso) es un análisis descriptivo de
la realidad de los diferentes países. Los porcentajes se elevan o
descienden según los casos, y las puntuaciones medias arrojan
mejores saldos en unas naciones que en otras. Esto, si me permites,
está muy bien, pero no es suficiente, a mi manera de ver. Decir
cómo están las cosas es relativamente sencillo (es lo que en
Psicología y Medicina se conoce como "diagnóstico"), pues existen
instrumentos suficientemente potentes que nos permiten una
aproximación, siempre descriptiva, a la realidad. Lo difícil es
establecer las causas de esas situaciones.
Es evidente que un análisis
estadístico descriptivo no requiere grandes esfuerzos de
investigación en profundidad, mientras que un análisis estadístico
causal sí requiere mayor profundidad en cuanto a las apreciaciones,
porque el análisis causal se enfrenta directamente con la
complejidad (frente a la simplicidad del cálculo de medias y
porcentajes del análisis descriptivo).
Últimamente he leído un par de
informes, uno de los cuales giraba en torno a esta idea: "En
Finlandia los niños tienen 200 horas menos de clases que los
españoles y nuestros alumnos están 60 puestos por debajo en el
informe PISA". El otro, hacía referencia a la publicación de un
libro titulado "Gracias Finlandia".
Si nos mantenemos en niveles
descriptivos, estos tipos de artículos o comentarios (o libros) se
justifican por sí solos, y no van más allá de un mero
reconocimiento de que los resultados de nuestros alumnos son
"peores" que los de los alumnos finlandeses. Pero el problema, creo
yo, es más agudo y profundo, y arranca de esta pregunta: "¿Por
qué?"
Me da la impresión de que no hay
nadie (al menos en el mundo "oficial") que quiera aceptar esta
pregunta y trate de dar la respuesta adecuada.
Ahora bien, la respuesta más fácil a
esta pregunta sería algo como "adoptemos el modelo finlandés".
Pero todos sabemos que esta
respuesta ni es sensata ni responde a la realidad. No se puede
traspasar, sin más, el modelo educativo de un país, por perfecto
que sea, a cualquier otro. Sería algo así como pretender trasladar
a nuestros alumnos a Finlandia para que, allí, se conviertan en
"los mejores alumnos de la OCDE". El disparate sería, en ambos
casos (implantar el modelo finlandés en nuestro país y "trasladar"
a nuestros alumnos a Finlandia) de orden superlativo. El modelo
finlandés únicamente pone de relieve la actitud y la valoración de
un país sobre su sistema educativo. Los resultados son consecuencia
de esa actitud y esa valoración. Tal vez es lo que nos falta a
nosotros. Y tenemos que ser conscientes de que, conseguir esa
actitud y esa valoración, no es cuestión de un cambio de ley, ni de
un cambio de legislatura, ni de un cambio de partido político en el
gobierno, ni siquiera de un cambio (aumento) de los presupuestos
del Estado destinados al sistema educativo. Es algo más profundo
que implica a toda la sociedad y, como tal, tiene que producirse de
manera lenta, aunque contundente. De no ser así, pienso,
continuaremos como estamos años y años y años…
Sólo me queda, por esta vez,
desearte que el nuevo año sea mucho mejor que el que estamos
abandonando…
Hasta la próxima, como siempre,
salud y felicidad.
Juan A. Castro Posada
juancastrop@gmail.com