La universidad y la calidad del sistema educativo. Chile como motivo.
Se
difunden en ocasiones ciertos tópicos relativos a la distancia de
intereses que existe entre el quehacer habitual de la universidad y
la vida real de la sociedad, y en concreto sobre la marcha del
sistema educativo no universitario, tal como algunos advierten.
Según tales opiniones, desde la universidad parecería existir una
actitud de desinterés hacia lo que sucede en el entorno próximo, y
en concreto sobre la vida de las escuelas primarias e
instituciones de educación secundaria. O sea, que la universidad
quedaría situada en un pedestal elevado, en la élite, en una
especie de torre de marfil, despreocupada de resolver los problemas
de la vida cotidiana, como si viviera al margen, en su propio y
exclusivo mundo. En otras palabras, como si el éxito o el fracaso
de las escuelas no tuvieran que ver nada con la universidad. Pero
las cosas no son así, por fortuna.
Desde el origen mismo de las
universidades europeas a finales del siglo XII y comienzos del XIII
(así la de Salamanca, 1218, que cumplirá próximamente 800 años de
vida) no se ha dudado de la función docente hacia quienes han de
cumplir la noble y fecunda tarea de la educación en la escuela y
los colegios de formación de todos los sectores sociales. Es cierto
que sólo cuando nacen los sistemas nacionales de educación en el
siglo XIX, para hacer cumplir el beneficio universal del derecho a
la educación, se asigna de forma explicita a la universidad
la formación de los profesores de ciencias y letras de los
institutos de segunda enseñanza o liceos. Más tarde se va a ir
añadiendo a las funciones de las universidades la formación de
maestros de primera enseñanza, incorporando al sistema
universitario las Escuelas Normales y después creando las
Facultades de Educación , o equivalentes.
No sólo eso, sino que durante décadas
la universidad, y su autoridad representada en el rector, tenía la
obligación de proteger y vigilar el correcto funcionamiento de las
escuelas y establecimientos educativos de su distrito, siguiendo un
claro modelo organizativo de procedencia francesa. Por tanto, la
historia reciente de la educación confirma que el nexo entre
universidad y sistema escolar ha sido intenso, provechoso y
fecundo.
También es cierto que en el mundo más
avanzado se ha ido imponiendo un modelo de universidad que valora
ante todo la investigación, la apuesta por los productos
competitivos, y relega (cuando no desprecia) la actividad docente,
la formación de profesionales, y en concreto la excelencia de la
formación de maestros de escuela infantil y primaria, los
profesores de educación secundaria y profesional, los profesores y
personal imprescindible para el éxito del sistema educativo no
universitario (directores escolares, inspectores de educación,
orientadores, asesores pedagógicos, educadores sociales, entre
otros). Como si la tarea formativa de quienes han de ser los
responsables de la buena educación del pueblo y los ciudadanos
fuera propia de segundones, o de profesionales de una escala
inferior.
Es lamentable tener que
reconocerlo, pero en algunos sectores de nuestra sociedad, y del
ámbito universitario en particular, las opiniones dominantes ante
este problema se encaminan así. Es decir, recomiendan no dedicar la
atención a temas que ellos consideran no ser importantes. Bien es
cierto que ejemplos como los observados en países como Finlandia
por fortuna comienzan a demostrar la necedad y el error de tales
planteamientos, pues allí la formación de los mejores maestros y
profesores es una tarea y responsabilidad prioritaria para sus
gobernantes.
Nuestra reflexión es oportuna por la
circunstancia que comentamos a continuación. El Ministerio de
Educación de Chile, previo concurso internacional muy competitivo,
hace unos meses asignó a la Universidad de Salamanca la
responsabilidad de formar a los mejores directores educacionales
posibles. Es decir, tomando en consideración recomendaciones
internacionales que inciden en el peso real que tienen los
directores escolares para conseguir una escuela de éxito, un
sistema escolar de menor fracaso y de mayor excelencia, el gobierno
de Chile establece un convenio con la Universidad de Salamanca para
formar de la manera más adecuada y excelente posible a medio
centenar de futuros directores de centros escolares de su propio
pais.
Así, desde el pasado 17 de enero se
viene desarrollando en la Facultad de Educación este "Curso de
Formación de Directores de Excelencia de Centros Educacionales ",
para el sistema educativo chileno. Se tiene la esperanza firme de
que esta formación teórico práctica va a revertir en los próximos
años en una mayor calidad de la escuela obligatoria chilena. Por
ello se ha partido de la apuesta por una formación de alto nivel
pedagógico para que incida de manera positiva en el progresivo
éxito de las iniciativas de reforma educativa en
Chile.
Se demuestra así que el vínculo y la
estrecha relación profesional y científica entre universidad y
sociedad se erigen en una necesidad ciudadana, social y profesional
para mejorar el bienestar del mayor número posible de personas que
pasan por la escuela durante algunos años. La universidad aquí
demuestra estar al lado de los problemas que emergen del contexto y
de las soluciones sociales posibles que se
requieren.