Crónica
Sexeno de transferencia
Las misiones principales que se
reconocen a la universidad contemporánea son, como recordará el
lector, las de la formación de profesionales al más alto nivel
(docencia), la producción de conocimiento (investigación), y la
extensión universitaria. A esta última, por claras influencias
anglosajonas, en lo conceptual y hasta en lo lingüístico, se ha
comenzado a denominar "transferencia", que a nosotros no nos acaba
de gustar. Transferencia en nuestra lengua castellana posee una
connotación más fría y distante entre quien posee algo y lo
transfiere, que el verbo proyectar, siempre más expansivo y
generoso, o extender, que pensamos tiene más identidad con la
función de la universidad en la sociedad, dado que nos habla de
continuidad en la extensión y continuidad de una actividad, de un
proyecto docente o investigador. Y dicho esto, el papanatismo
académico reinante hoy en España, que babea ante todo lo
anglosajón, sea bueno, malo o regular, ha adoptado sin que casi
nadie rechiste el concepto de transferencia de la ciencia a la
sociedad. Por tanto, hablemos de transferencia de la investigación,
aplicada-proyectada-extendida a la sociedad, al entorno próximo, o
no tanto.
Para aclarar al lector, cuando hablamos entre nosotros de sexenios
(de investigación) o quinquenios (de docencia), utilizamos un argot
propio de la universidad española, que significa desde 1989 lo
siguiente, referido a complementos de productividad de los
profesores como docentes o como investigadores.
Es decir, si un profesor es evaluado en sus últimos cinco años
como "buen" profesor, recibirá una ayuda mensual económica
complementaria en su salario, y a lo largo de toda su vida
académica en la universidad. De esa manera, cuando ha alcanzado un
máximo posible de seis quinquenios de "buen" profesor (30 años) ,
su salario se verá notoriamente incrementado cada uno de los meses
del año, y durante toda su vida académica activa. La concesión de
estos quinquenios requiere un filtro por parte de cada una de las
universidades, que hasta ahora ciertamente no ha sido especialmente
exigente, por lo que la mayoría de los profesores, salvo
circunstancias extrañas o muy adversas, obtienen los seis
quinquenios de docencia.
Algo equivalente sucede al profesor universitario español con la
investigación, si bien aquí se habla de sexenios, y se trata de un
proceso muy distinto, muy exigente y competitivo y nada fácil de
obtener . Es concedido por parte de una comisión evaluadora
nacional, que durante algunos meses revisa la documentación que
cada candidato presenta una vez al año, y cada seis años más si
obtiene la calificación favorable. Es decir, un profesor de forma
voluntaria puede someter su producción investigadora cada seis años
ante la ANECA ( Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y
Acreditación ), organismo público válido para toda España, y si
obtiene una calificación positiva de uno o de seis sexenios de
investigación, va a recibir un incremento salarial notorio cada mes
de su vida laboral activa. Además, esta evaluación de la
investigación discrimina mucho más la aportación investigadora de
los profesores universitarios, y representa una forma contundente
de identificar quien es quien en la corporación universitaria y en
la comunidad científica del pais. El disponer o no de sexenios de
investigación condiciona muchas prácticas, posiciones, rankings,
valoraciones en la vida universitaria de los profesores, mucho más
allá de la mejora económica, por importante que ella sea. Cuenta en
la trayectoria universitaria personal mucho más, generalmente, el
prestigio que la obtención de un sexenio (o de varios) representa,
pues supone el reconocimiento a si una persona es un buen
investigador o es mediocre, o nulo. Hay excelentes profesores como
docentes que no investigan. También hay profesores con sexenios de
investigación que son pésimos docentes. La reflexión que hace ya
más de 80 años hizo Ortega y Gasset sobre lo que ocurría en la
universidad alemana nos sigue siendo muy útil para enjuiciar
nuestras universidades. Con frecuencia no van unidas investigación
y docencia en la actividad de un profesor universitario, aunque lo
deseable es que así fuera. Pero vayamos al tema que hoy nos
ocupa.
Estos dos tipos de evaluación de la docencia y de la investigación
de un profesor universitario en España explican por qué cada
profesor tiene un salario final distinto (o es altamente difícil
que coincidan los de varios profesores entre sí), porque las
circunstancias son ciertamente muy diferentes en cada universidad,
en cada Comunidad Autónoma (que otorga complementos económicos
propios, y otro pequeño complemento por desempeño de cargo
directivo en algún momento de la vida académica).
Pero ahora se añade otra circunstancia nueva, que han llamado
desde la Administración Central del Estado Español sexenio de
transferencia. ¿En qué consiste? Se trata de un sexenio de
investigación aplicada, diferente del sexenio de investigación, que
parece que va a valorar la proyección, la extensión, la "
transferencia" de la investigación que hace un profesor
(catedrático o titular) hacia el mundo de la empresa, actividades
económicas, y otras de ciencia aplicada, de tareas sociales que
benefician a la comunidad. De esta manera, si alguien que ya tiene
sexenios de investigación reconocidos, también solicita el "sexenio
de transferencia", y lo consigue, va a obtener un buen
reconocimiento científico y social, porque también se valorará la
función extensiva de la ciencia que viene investigando, de sus
proyectos.
Admitiendo que la denominación "transferencia" nos parece poco
correcta conceptual y lingüísticamente en español, sí nos parece
que este sexenio de transferencia es una buena oportunidad para que
sea reconocida la ciencia aplicada de sus agentes universitarios,
tanto en su vertiente económica, empresarial, como social. Vamos a
ver cómo se desarrolla esta iniciativa que acaba de convocarse de
forma experimental entre nosotros, y que ha generado recientes
expectativas en la comunidad universitaria española.