Opinião

Crónica Salamanca
Cementerio de elefantes

Hernandez DiazEs bien sabido que en la etiología del mundo animal se estudia el comportamiento de algunas razas en su procesos finales, y en concreto, cómo se asume el punto final del ciclo de la vida, la muerte. Ahí para muchos es paradigmático el modelo de conducta de los elefantes, animales de longeva trayectoria, si no se les interrumpe. Los elefantes tienden a buscar y encontrar intuitivamente un lugar determinado para entregarse a su final de vida, tal vez buscando una seguridad más psicológica que real. Suelen ser lugares mantenidos en la memoria colectiva de la raza de los elefantes, a los que el individuo tiende a encontrarse con sus ancestros colectivos de manera enigmática, pero cierta, para alcanzar el descanso final. Esos son los cementerios de elefantes, lugares de aspiración a la seguridad y a veces de "respeto" en el mundo de los animales.

Desconozco cuándo comenzó a utilizarse entre nosotros esa expresión que de manera figurada se aplica a los humanos, pero adoptada desde las conductas animales antes brevemente descritas. Lo cierto es que son conductas y expresiones más habituales de lo que nos parece. Así, si pretendemos explicar a alguien qué representa una institución u organismo político en el que se trabaja poco, se cobra bastante, poblado de hombres y mujeres cargados de años y experiencia, donde se reconoce de alguna forma su trayectoria anterior y apenas se les exige esfuerzo y dedicación, y sobre todo se figura y representa socialmente, decimos que ese organismo, esa institución es un "cementerio de elefantes", o está en proceso de convertirse en un "cementerio de elefantes". Un ejemplo que entre nosotros no tiene discusión para nadie es el Senado, o Cámara Alta, parte del poder legislativo. Es un organismo poco menos que inútil, que resulta caro a la sociedad, pero es útil para descargar por esa vía más deseos de continuidad e influencia de muchos políticos casi acabados.

Se atribuye el nombre de <cementerio de elefantes> a un Consejo de Administración de un gran Banco, o gran Empresa, pública o privada, formado en gran parte por la gerontocracia del poder político o económico, que recibe así compensaciones por favores prestados, o simplemente por influencia de su cuenta corriente, cupo de acciones o influencia real de decisión en la empresa. La mayoría de esos consejeros están ahí para recibir beneficios (con frecuencia de forma impune), sin apenas trabajo. Vulgarmente podríamos decir, utilizando una expresión del admirado humorista, Forges, "están para poner el cazo, sin pegar golpe".

Pues también en el mundo universitario español de nuestros días podemos fácilmente identificar y describir la existencia de diferentes ejemplos de "cementerios de elefantes". Ahora solamente vamos a comentar tres, por razones de espacio.

La Universidad Nacional de Educación a Distancia es en España el prototipo de institución que acoge a profesores, muchos de ellos en el final de su ciclo académico y vital, a quienes no les gusta la docencia directa, y suelen disfrutar de prebendas varias, si comparamos su dedicación con la de la mayoría de colegas de otras universidades. Entre nosotros esta universidad es considerada como un perfecto cementerio de elefantes, salvando las merecidas excepciones. Hasta hace una generación la entonces llamada Universidad Central de Madrid era considerada por el cuerpo de los catedráticos como el punto final de llegada, como la máxima aspiración de la carrera docente. Allí se jubilaban, y muchos de ellos se dedicaban simplemente a vegetar durante sus años finales hasta la jubilación. Con una variante sobre lo mencionado, la UNED colma algunas de estas expectativas, si bien hace ya mucho que no funciona ese esquema de una universidad como punto final de reconocimiento docente

Además, en la UNED se observan prácticas académicas inusuales en otras universidades, como es la pervivencia de un caciquismo infumable. Un ejemplo. Hay catedráticos que logran ser nombrados eméritos cuando cumplen 70 años, y logran que su emeritazgo se prolongue hasta los 76 años, sin reparo alguno. Es obvio que algunos catedráticos desean continuar ejerciendo el tutelaje académico hasta la tumba misma.

Como contraste, en nuestra Universidad de Salamanca, ser emérito es ahora muy difícil, por razones estrictamente económicas, y solamente se concede por dos años, y exclusivamente a dos porofesores que además han e cumplir exigentes condiciones académicas.

Cementerios de elefantes son de otra forma las "emergentes" universidades privadas, que en España están floreciendo como los hongos en una primavera húmeda, al aprovecharse algunos empresarios o grupos de influencia de un clima político muy favorable a conceder el título de universidad a cualquier negocio, con escasos escrúpulos y reducidas condiciones de acreditación. Allí, en algunas de estas universidades, se refugian catedráticos jubilados, algunos prejubilados, a quienes no les satisface la docencia, o que incluso salieron con pancartas de repulsa y caceroladas por la puerta de atrás en su facultad y universidad pública, y ahora se reenganchan a una universidad privada para gozar del pretendido privilegio de disponer de una tarjeta de presentación, un soporte nominal o un espacio físico donde lucirse, o donde obtener nuevos réditos.

Un tercer ejemplo, aún más visible, es el de un catedrático jubilado en una universidad pública, a quien se le nombra rector-promotor de una nueva universidad privada, que dice ser el súmmum de la innovación.

Esta es una práctica que personalmente observamos, hace ya muchos años, en universidades públicas de América (del Norte y del Sur, sobre todo), donde se concedía una temprana jubilación al profesor, para que luego dispusiera de tiempo y oportunidad de rentabilizar su iniciativa en una universidad privada, aunque ésta no fuera especialmente prestigiosa.

Estimamos que uno de los principales aprendizajes que a todos nos debe facilitar el sentido común y la experiencia de vida es el de saberse retirar a tiempo, asumir la condición que nos impone el ciclo de la vida, y no pretender eternizarnos y hacernos indispensables en nuestra comunidad científica, o aspirar a beneficiarnos en lo material sine die. Aprendamos a encontrar nuestro más pertinente cementerio personal y académico cuando nos llegue la hora de hacerlo.

 
 
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