Opinião

CRÓNICA SALAMANCA
África en la Universidad

Hernandez DiazEs poco frecuente la presencia de África , lo africano y todo lo relacionado con el continente hermano, en nuestras universidades. Para confirmar esta apreciación basta contemplar y analizar contenidos de los programas de estudio de nuestras universidades, guías académicas, denominación de másteres con ese perfil, número de tesis doctorales de temática africana, títulos de proyectos de investigación, orientación de congresos científicos, revistas, publicaciones en formato libros, monografías africanas. En el mejor de los casos, alguna presencia testimonial en programas culturales, principalmente en la faceta musical. Pero no mucho más.
Lo que significa que África fue y continúa sometida al ostracismo académico, al olvido científico, aunque mientras tanto sigue siendo objeto permanente de expolio de personas, sus materias primas, y a veces expresiones culturales y valores genuinos que el sistema capitalista, el neoliberalismo voraz de nuestros días comercializa sin escrúpulos.
Sin embargo, África merece una reparación justa por razones históricas del ayer, y por motivos sobrados del presente. Más allá de la acción política y económica a favor de África, que deben impulsar nuestros gobiernos, a nosotros nos competen otras actividades científicas, docentes, culturales que saquen del olvido la cultura, la ciencia, los saberes africanos, y hagan aflorar su valía, su riqueza y diversidad como expresión de una ciencia y una cultura diversas, en las que deben ocupar una digna posición todas aquellas que proceden del continente africano.
Es cierto que las universidades africanas tienden a mirar hacia Europa, y hacia Occidente en términos preferentes, en búsqueda de orientación y ayuda, a veces con dignidad y en otras con sumisión y resignación. Y no es menos verdad que para la mayoría de nuestras universidades África suele ser, en el mejor de los casos, un elemento tangencial, episódico, marginal, cuando no ornamental y a veces hasta exótico.
Sin embargo, África tiene y merece su espacio en nuestras aulas y proyectos de trabajo, en la vida cotidiana de nuestras universidades, en los curricula de estudios, en los pasillos y cafeterías de nuestras facultades universitarias, en nuestros libros y revistas científicas, en los congresos que organizamos. Esto se justifica, ante todo, por la emergencia de nuevos paradigmas del conocimiento y de la cultura, por la dimensión global y mundial de los problemas que abordamos en nuestra docencia e investigación, por la riqueza, diversidad, originalidad del pensamiento africano, de su literatura y antropología, por sus valores comunitarios y ecológicos de los que tanto tenemos que aprender.
Las viejas culturas africanas, tan arraigadas en lo profundo de la cosmovisión de los pueblos africanos originarios, deben ser no sólo respetadas sino escuchadas por los occidentales y sus instituciones políticas y universitarias, han de hacerse presentes entre nosotros, para que tomemos conciencia del valor histórico del expolio operado sobre todo lo africano por nuestros predecesores (personas, esclavismo, recursos mineros y forestales, tradiciones), y para que sean incorporadas sus aportaciones al conjunto de la ciencia y de los saberes, porque enriquecen a la totalidad, y no solo la sirven paciente y servilmente.
Lo cual significa que hay que poner manos a la obra y esfuerzo institucional y personal en nuestras universidades para que afloren proyectos con perfil africano de investigación, programas de colaboración docente y cultural, intercambio de profesores y estudiantes, cooperación y ayuda, acogida de iniciativas procedentes del norte del continente y de los pueblos subsaharianos.
La existencia de Casa África en España es importante, la acción de los agregados culturales en las embajadas de países africanos por suuesto, tanto como que en cada universidad debiera crearse, si no existe ya, un espacio científico y académico permanente para todo lo relativo África, por solidaridad y por responsabilidad institucional y científica. Desde ahí se puede incentivar y apoyar las iniciativas de los docentes y los estudiantes que se relacionen con el continente africano, de norte a sur y de este a oeste. Pero es preciso expresar voluntad política académica y acción realista con algunos apoyos personales, y económicos.
África es para todos nosotros una oportunidad para redescubrir otro imaginario cultural, otros valores dignos de ser estimados y proyectados, y para cultivar formas de cooperación y solidaridad, también en lo que toca al ámbito de las ciencias sociales, y desde luego a la educación.
Hemos de ser capaces de construir redes de colaboración entre universidades europeas y africanas, de intercambio de profesores y estudiantes, de búsqueda de encuentro científico y estudio compartido, de apoyar plataformas de difusión del conocimiento como congresos y revistas científicas, de afianzar proyectos de cooperación social y bienestar colectivo.
De todo lo cual, el trasfondo se encuentra en dignificar y estudiar los valores propios de Africa, y desde luego de su educación.



 
 
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