Crónica
Vergonzosa corrupcion en revistas científicas
Estamos asistiendo en las dos últimas
décadas a un vergonzoso proceso de "re-ordenación" de la ciencia en
todo el mundo, procedente de los intereses privados multinacionales
del neocapitalismo de la ciencia, y sirviéndose de los criterios
que imponen con absoluto descaro a las revistas científicas esos
poderes fácticos, intangibles, invisibles, pero reales y
profundamente influyentes desde arriba sobre la vida cotidiana de
los ciudadanos, en esta ocasión de los investigadores, de los
creadores de ciencia.
Esta grave situación afecta a todos los ámbitos de la ciencia, pero
resulta particularmente dramático para las humanidades y las
ciencias sociales. Este nuevo fantasma neoliberalizador de la
ciencia que recorre el mundo ha establecido e impuesto reglas
externas para la ciencia y los investigadores, representadas en
artículos científicos JCR, revistas en Scopus (que no son agencias
neutras, precisamente, sino empresas privadas), que las
administraciones públicas han aceptado obediente y acríticamente; y
lo que es más grave, han aplicado esos criterios a la selección y
discriminación de profesores, o al reparto de fondos públicos y de
fundaciones para la investigación.
El mundo anglosajón más conservador lleva años frotándose las
manos, pues ha hecho prevalecer en los sistemas de la ciencia de
todo el mundo , de Oriente a todo Occidente, un paradigma de
pensamiento y elaboración de la ciencia de corte estrictamente
pragmático y funcionalista, en apariencia desideologizado,
pretendidamente neutro. Ese modelo de actuación se sustenta en un
canon previo de hacer ciencia, dictado por los próceres y clanes
más influyentes que existen en las universidades anglosajonas,
principalmente norteamericanas, pero que debe ser aceptado y
aplicado "ubi et orbi". El influyente ranking de Sanghai para
evaluar la calidad de las universidades forma parte de esta jerga,
de este sistema perverso de decidir lo que es bueno y despreciable
en la ciencia de todo el mundo.
Es evidente que en este contexto donde prevalece la rentabilidad y
mercantilización de todo, incluido el saber, la formación, la
creación de conocimiento, tiene prioridad (y a veces exclusividad)
lo tecnológico, las ciencias experimentales y biosanitarias, y
siempre salen perjudicadas las humanidades, las ciencias sociales
en cualquier concurso de selección de proyectos de investigación, o
de artículos especializados en revistas.
Además, lo que está comenzando a descubrirse es que las cifras y
modelos estadísticos que manejan las llamadas revistas top, que
aplican de manera despiadada e inmisericorde a quienes se aproximan
de forma obligada a su sistema de selección y publicación, no son
objetivos, incluso mienten de forma interesada y alevosa. Tienen
sus intereses directos, que aplican con descaro, porque hasta ahora
casi nadie les hace frente.
Sin embargo, se está iniciando un movimiento alternativo y crítico
entre usuarios y responsables de publicaciones científicas
periódicas, visible ya en algunas partes del mundo, que busca
denunciar la corrupción que está instalada en este cuadro de
perversa funcionalidad oficial de la ciencia, cuando en realidad ha
sido impuesto por intereses privados, si bien gozando de la
benevolencia de autoridades y administradores públicos de
orientación neoliberal y conservadora. O simplemente de ministros
de ciencia y universidades de gobiernos que se declaran
progresistas, pero que apuestan de forma contundente por la
iniciativa privada en detrimento de la ciencia y la investigación
de instituciones públicas (el ministro astronauta dixit).
Quienes discrepamos de tal forma de concebir la ciencia y la
sociedad hemos de ser capaces de encontrar vías distintas y
honestas para producir y reconocer el valor de la producción de
conocimiento, con criterios y estilos diferentes, incluso
alternativos. Seguramente que lo primero de todo es denunciar esta
alarmante situación que padecen las revistas científicas, aunar
fuerzas y esfuerzos para quedarnos al margen de ese canon que se
nos ha marcado desde arriba, desde muy arriba, pero que anula y
debilita otros esfuerzos emprendidos por una ciencia más humana,
transparente, menos comercializada, más socializada y
compartida.
Ya se han dado los primeros pasos en esta dirección, buscando
reconocer de otra manera el valor de los productos enviados a
revistas científicas, pero hay que continuar opinando y
denunciando, construyendo por la vía de los hechos alternativas,
influyendo en administraciones y responsables universitarios. Caben
otras fórmulas al margen de ese camino de la ciencia marcado desde
los intereses fácticos, políticos e ideológicos, manejados por el
neoliberalismo imperialista más sutil y perverso que se pueda uno
imaginar. Hemos de continuar apostando por esa vía.