Opinião

Crónica
Vergonzosa corrupcion en revistas científicas

Hernandez DiazEstamos asistiendo en las dos últimas décadas a un vergonzoso proceso de "re-ordenación" de la ciencia en todo el mundo, procedente de los intereses privados multinacionales del neocapitalismo de la ciencia, y sirviéndose de los criterios que imponen con absoluto descaro a las revistas científicas esos poderes fácticos, intangibles, invisibles, pero reales y profundamente influyentes desde arriba sobre la vida cotidiana de los ciudadanos, en esta ocasión de los investigadores, de los creadores de ciencia.
Esta grave situación afecta a todos los ámbitos de la ciencia, pero resulta particularmente dramático para las humanidades y las ciencias sociales. Este nuevo fantasma neoliberalizador de la ciencia que recorre el mundo ha establecido e impuesto reglas externas para la ciencia y los investigadores, representadas en artículos científicos JCR, revistas en Scopus (que no son agencias neutras, precisamente, sino empresas privadas), que las administraciones públicas han aceptado obediente y acríticamente; y lo que es más grave, han aplicado esos criterios a la selección y discriminación de profesores, o al reparto de fondos públicos y de fundaciones para la investigación.
El mundo anglosajón más conservador lleva años frotándose las manos, pues ha hecho prevalecer en los sistemas de la ciencia de todo el mundo , de Oriente a todo Occidente, un paradigma de pensamiento y elaboración de la ciencia de corte estrictamente pragmático y funcionalista, en apariencia desideologizado, pretendidamente neutro. Ese modelo de actuación se sustenta en un canon previo de hacer ciencia, dictado por los próceres y clanes más influyentes que existen en las universidades anglosajonas, principalmente norteamericanas, pero que debe ser aceptado y aplicado "ubi et orbi". El influyente ranking de Sanghai para evaluar la calidad de las universidades forma parte de esta jerga, de este sistema perverso de decidir lo que es bueno y despreciable en la ciencia de todo el mundo.
Es evidente que en este contexto donde prevalece la rentabilidad y mercantilización de todo, incluido el saber, la formación, la creación de conocimiento, tiene prioridad (y a veces exclusividad) lo tecnológico, las ciencias experimentales y biosanitarias, y siempre salen perjudicadas las humanidades, las ciencias sociales en cualquier concurso de selección de proyectos de investigación, o de artículos especializados en revistas.
Además, lo que está comenzando a descubrirse es que las cifras y modelos estadísticos que manejan las llamadas revistas top, que aplican de manera despiadada e inmisericorde a quienes se aproximan de forma obligada a su sistema de selección y publicación, no son objetivos, incluso mienten de forma interesada y alevosa. Tienen sus intereses directos, que aplican con descaro, porque hasta ahora casi nadie les hace frente.
Sin embargo, se está iniciando un movimiento alternativo y crítico entre usuarios y responsables de publicaciones científicas periódicas, visible ya en algunas partes del mundo, que busca denunciar la corrupción que está instalada en este cuadro de perversa funcionalidad oficial de la ciencia, cuando en realidad ha sido impuesto por intereses privados, si bien gozando de la benevolencia de autoridades y administradores públicos de orientación neoliberal y conservadora. O simplemente de ministros de ciencia y universidades de gobiernos que se declaran progresistas, pero que apuestan de forma contundente por la iniciativa privada en detrimento de la ciencia y la investigación de instituciones públicas (el ministro astronauta dixit).
Quienes discrepamos de tal forma de concebir la ciencia y la sociedad hemos de ser capaces de encontrar vías distintas y honestas para producir y reconocer el valor de la producción de conocimiento, con criterios y estilos diferentes, incluso alternativos. Seguramente que lo primero de todo es denunciar esta alarmante situación que padecen las revistas científicas, aunar fuerzas y esfuerzos para quedarnos al margen de ese canon que se nos ha marcado desde arriba, desde muy arriba, pero que anula y debilita otros esfuerzos emprendidos por una ciencia más humana, transparente, menos comercializada, más socializada y compartida.
Ya se han dado los primeros pasos en esta dirección, buscando reconocer de otra manera el valor de los productos enviados a revistas científicas, pero hay que continuar opinando y denunciando, construyendo por la vía de los hechos alternativas, influyendo en administraciones y responsables universitarios. Caben otras fórmulas al margen de ese camino de la ciencia marcado desde los intereses fácticos, políticos e ideológicos, manejados por el neoliberalismo imperialista más sutil y perverso que se pueda uno imaginar. Hemos de continuar apostando por esa vía.

 
 
Edição Digital - (Clicar e ler)
 
 
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