Juan Castro Posada
Salamanca con curso sobre evaluación
Profesor, ¿por qué
realizar un curso sobre Evaluación a estas alturas?
Hace ya casi una década que los
distintos gobiernos de la Unión Europea asumieron la necesidad de
cambiar la orientación educativa del sistema centrándola en el
desarrollo de competencias. Esto se tradujo en nuevas leyes
orgánicas de educación en cada país, pero se cometió, como suele
suceder, un "error de bulto": se comenzó la construcción de la casa
por el tejado. Es decir, los gobiernos pusieron en marcha los
mecanismos legales para el cambio de orientación, pero no se
percataron de que cualquier cambio exige una formación adecuada de
quienes tienen que asumir y promover el cambio, en este caso los
profesores. Aquí está, a mi entender, la clave del fracaso. Cuando
se quiere construir algo, es necesario cimentarlo, dotarlo de unos
fundamentos adecuados. El problema radica en que parece que los
gobiernos de las naciones, que son los responsables del sistema
educativo, aún no se han percatado de eso; en consecuencia, se
limitan a legislar el cambio sin dotar a las personas de los
recursos necesarios. Y no olvidemos que el primer recurso es
siempre la formación. Se han hecho inversiones que han dejado de
lado la necesaria (¡y costosa!) formación del profesorado. Por eso,
a mi modo de ver, los profesores siguen "desarrollando las
competencias" de sus alumnos al modo antiguo, es decir, mediante
clases magistrales, sesiones de estudio (léase, más bien,
memorización) y evaluación al final de la unidad didáctica, o de la
quincena, o del período de evaluación marcado en el programa del
centro. Y todos sabemos que evaluar lo nuevo (es decir, el
desarrollo de competencias) con instrumentos viejos (o sea, los
exámenes tradicionales) lleva al fracaso de la manera más clara. Se
impone, pues, un cambio en la perspectiva de la evaluación que
tienen y manejan los profesores.
Entonces,
¿quiere decir que los profesores no sabemos evaluar?
Los profesores sabemos evaluar. Esto
tiene que quedar muy claro. Ahora bien, el problema no radica tanto
en si sabemos o no, cuanto en cómo lo hacemos. Hay formas
tradicionales que todos manejamos sin ningún problema y que
responden a lo que hemos llamado siempre "exámenes". Yo quiero
transmitir la idea de que examinar no es evaluar, a la vez que
evaluar puede integrar la actividad de examinar. Evaluar es, por
tanto, una actividad más amplia que la de examinar. Por regla
general, la idea de examinar va ligada a la sanción: la/el
profesora/or "sanciona" el "aprendizaje" (lo pongo entre comillas,
porque más que aprendizaje sería "memorización de contenidos") de
los alumnos y los clasifica en un ranking que en algunos países va
de 0 a 10 puntos, en otros de 0 a 20, etc. Por eso, se dice que el
examen está "centrado en los contenidos". La evaluación es una
actuación que se realiza desde una perspectiva más amplia, que
tiene en cuenta tanto a los alumnos como a los profesores. Es
decir, la evaluación está "centrada en la/el alumna/o" y está
"centrada en la/el profesora/or". En otras palabras, una evaluación
correctamente realizada tiene que tener implicaciones de mejora
tanto para los alumnos como para los profesores.
A la vista
de esto, ¿se puede decir que la clave radica en la mejora?
Indudablemente. Hasta ahora hemos
examinado para verificar y sancionar el avance de los alumnos en
cuanto a la "adquisición" de los contenidos (lo que les permitía
progresar durante el año académico, y acceder, al final del curso,
al nivel educativo siguiente), sin detenernos a preguntarnos por
los alumnos que no "progresan adecuadamente", ni indagar si los
profesores seríamos capaces de conseguir mejores resultados
re-estructurando y/o adaptando nuestras actuaciones educativas en
el aula.
Parece, por
tanto, que hay dos direcciones claras: la mejora de las técnicas de
la evaluación y el cambio de perspectiva del profesorado para
mejorar su actuación de tal manera que las estrategias docentes
sirvan para beneficiar efectivamente a los alumnos.
Así es. Por lo que respecta a la
primera línea, todos los profesores deberían conocer y manejar
(para ello deberían conocer y ser entrenados adecuadamente) las
diferentes técnicas de evaluación que permitirán no sólo valorar el
desarrollo competencial de los alumnos, sino también asistirles a
lo largo de su progreso y acompañarles en lo más difícil del
desarrollo competencial: aprender a aprender. La evaluación es un
instrumento imprescindible en el desarrollo de esta competencia
básica transversal (al igual que del resto de las competencias
básicas) que llevará a los alumnos a ser capaces de afrontar
cualquier situación que se les presente y aprender de los nuevos
planteamientos, aplicando las estrategias de abordaje adecuadas,
perdiendo el miedo a cometer errores y aprovechando los errores
cometidos como nuevas oportunidades de aprendizaje. La segunda
línea marca una necesidad de formación continua del profesorado
para actuar de manera eficaz con sus alumnos, teniendo en cuenta
que un conjunto de estrategias docentes que se ha revelado exitoso
no tiene por qué conseguir el éxito en otros momentos o con otros
grupos de estudiantes. Esa formación continua del profesorado tiene
que basarse, pienso, en promover una actitud nueva y adecuada en
relación con este problema de la evaluación. Esa actitud se
traduce, básicamente, en la capacidad de los profesores de captar
el feedback que les transmiten sus alumnos a lo largo de la
realización de sus tareas y de los procesos de evaluación que deben
acompañar a esa ejecución de las tareas.