Crónica Salamanca
Fiestas y Graduaciones de Estudiantes
Estamos avanzando hacia el final del
curso académico universitario en ese ciclo anual que hace rotar la
vida y la historia, la personal y la colectiva, también la que va
sedimentando las instituciones, la universidad entre ellas. Y
precisamente de ritos, ciclos , actos especiales, símbolos,
honores, representación, trajes , música , estudiantes y
universidad quisiera comentar un trocito de la historia que nos
rodea año tras año por estas fechas.
En la Universidad de Salamanca, tal
vez más y mejor que en ninguna otra, y lo sabe bien Jerónimo
Hernández, jefe de protocolo, doctorando en avanzadilla , doctor en
ciernes y amigo, se mantienen y celebran actos protocolarios con
frecuencia. La importancia del rito , de los símbolos , de la
imagen en la universidad es algo que compartimos los dos. Por ello
dedicamos parte de nuestros encuentros a hacer hermenéutica, a
tratar de comprender mejor sus significados y valía en los planos
educativos, académicos, políticos, sociales.
Hay que cuidar la calidad de los
actos especiales que organizamos en nuestro entorno, porque la
semiología y el mundo de las representaciones forman parte de la
vida de los hombres y de las instituciones que los acogen. Umberto
Eco lo tiene bien estudiado y nos invita a tomarlo en cuenta. No
son algo despreciable, fútil o ridículo que hace sonreír a algunos
(ignorantes casi siempre), o que haya que mantener por encima de
todo, anclados en el pasado más rancio, esclavos del formalismo y
las tradiciones. No, claro que no. La estética es una dimensión y
una representación de valores que sólo un ser superior en la
naturaleza como es el hombre puede apreciar, y si ha logrado
acceder a un grado de cultura además logrará disfrutar. Sólo el
hombre cultivado valora la estética, y los valores que esta
encierra va curtiendo a la persona para hacerla más digna,
profunda, humana, especial y diferente. De ahí que cuando se logra
organizar en libertad un acto público de reconocimiento,
distinción, o como fuere, participamos en un espacio de belleza, de
bondad y de elevación sublime, como bien nos enseñó hace 25 siglos
nuestro viejo Platón.
He participado hace unos días en
uno de los muchos actos públicos llamados de "graduación" que
organizan las facultades para despedir simbólicamente a los
estudiantes que finalizan sus estudios, y para aplaudir su esfuerzo
y éxito final (aunque no en todos los casos pueda afirmarse de
forma rotunda). A lo largo de los ya muchos años de vida académica
he participado en un número elevado de ellos, tanto por obligación
como por devoción, por desempeñar en un momento cargos de
responsabilidad o por haber sido propuesto por los estudiantes como
"padrino" de su promoción, o porque me apetecía acompañar a
antiguos alumnos. Siempre, en todo momento, me ha parecido un acto
de la máxima importancia académica, por diferentes razones.
Sin duda, como dicen algunos, es un
pase de modelos, de bellas señoritas y no menos elegantes efebos.
Sería lamentable que el acto quedara en eso, pero también es bueno
darse una fiesta de autoestima, de vez en cuando. Dicen que sólo es
un acto social, en el que muchas familias hacen afirmación de poder
social, porque gastan en trajes y comidas con sus hijos licenciados
o graduados, pero también es importante que las familias se
afirmen, demuestren su apoyo y valía a los hijos, y estos les
respondan de forma responsable con el éxito pertinente en sus
estudios. Muchos dicen que es un acto vulgar en el que todo se
reduce a comentarios burdos, a veces gruesos, a un anecdotario
fácil y repetitivo, y yo he asistido a alguno de esos "discursos"
de estudiantes que hacen llorar, porque son pavorosos. Pero caben
también otros discursos de estudiantes en que se levanta la moral
del grupo y la profesión, en que se reflexiona, y también se
celebra la alegría del final de la carrera.
Las llamadas autoridades académicas
universitarias a veces han adoptado posturas inocuas y banales ante
estos actos que gozan del protagonismo de los jóvenes, de las
familias, y menos de los profesores. Sin embargo, convendría
revisar tales actitudes y estilos de hacer, para implicarse mucho
más en la organización de actos cargados de simbolismo, para bien
de sus ya antiguos alumnos, de sus familias y conocidos, novios y
novias, amigos y amigas. La tarea educativa de un profesor
universitario no finaliza en su clase, sino que se mantiene viva y
debe tratar de ser siempre fecunda.
Lo cierto es que los hombres nos
movemos de forma constante entre símbolos, ritos, signos, y no
podemos ni debemos alejarnos de ellos, porque ellos nos elevan
estética y culturalmente, gozan de un profundo significado y
pertinencia social. La universidad es un espacio continuo de
representación de tales símbolos y ritos, y las graduaciones son
una de sus más contemporáneas expresiones. Es una forma de hacer
universidad, facultad, profesión , la organización adecuada, digna
o brillante de actos cultos de despedida de los jóvenes recién
graduados, a ser posible siempre aderezados del alimento clave de
la estética, como es la música.