Crónica
Cartas desde la ilusión
Querido
amigo:
Continuando con las reflexiones
de mi carta anterior, en que señalaba que otro de los hitos del
debate de la figura y papel del docente es el problema del salario
de los profesores.
Creo que tenemos que partir de
una realidad tan "intangible" como digna de la más alta
consideración: el salario de los profesores nunca será
suficiente.
No lo digo por demagogia, sino
por convencimiento pleno.
A los profesores nunca se les
pagará suficientemente su dedicación y contribución al desarrollo y
al futuro de todos los alumnos que reciben su influencia y su
actividad educadora a lo largo de su vida profesional. Una de las
razones que avala esto es que, el educador auténtico, nunca se
"desenchufa" de la preocupación por sus alumnos, tanto cuando está
actuando directamente con ellos como cuando no los tiene
físicamente presentes, porque los tiene emocional y cognitivamente
presente en todos los momentos de su vida.
Creo que no hay ninguna otra
profesión en la que el profesional vive única, exclusiva y
continuamente para el objeto de su intervención. Posiblemente no
sea éste el caso de algunos empresarios, que también están durante
todo su tiempo en "dedicación exclusiva". Pero la diferencia entre
el educador y el empresario es suficientemente clara: mientras el
educador vive y piensa para los otros, es decir, desde una
perspectiva altruista, el empresario vive y piensa para sí mismo, o
sea, desde una perspectiva egocéntrica; mientras el educador sabe
que en su profesión nunca se hará rico (ni le importa) porque
dedica todos sus esfuerzos a promover el desarrollo de sus alumnos,
el empresario busca única y exclusivamente hacerse rico, aun a
costa de las personas a las que ha contratado.
Como bien sabemos, el altruismo
no es pagado con dinero. No habría dinero suficiente en el mundo
para pagar los servicios de los educadores. Pero, en realidad, ésa
es la riqueza que buscan y disfrutan los profesores. Por eso, si
hay alguna profesión limítrofe con la utopía, ésa es, sin duda, la
profesión de educador.
Yo diría más aún, concretando
esta idea de la utopía: no se puede ser buen educador si no se está
en "permanente estado de utopía".
De hecho, los grandes educadores
(recuerda los que más te gusten, desde Comenius hasta Paulo Freire,
pasando por todos aquellos que hicieron propuestas estructuradas
hace más de medio siglo -la nueva escuela, la escuela activa,
etc.-, e incluso los fundadores de las Órdenes Religiosas dedicadas
prioritariamente a la educación) fueron personas "integradas" en la
utopía. Tan es así que sus sucesores, por regla general, no
consiguieron mantener las ideas de aquellos que admiraron
simplemente porque, a mi entender, no participaron de su espíritu
de utopía.
Me preguntarás: ¿y los profesores
de los países que tienen altas puntuaciones en el informe PISA
están "integrados" en la utopía?
Más allá de la validez de las
conclusiones del informe PISA, que yo no voy a cuestionar, hay un
hecho relevante: creo que en esos países se impulsa la figura del
"profesor", lo que, por sí solo, supone una integración de la
utopía en la mentalidad de su sociedad, porque el rol del
profesorado no difiere, en realidad, entre los países, pues es
universal; lo que difiere es el tratamiento que cada país da o
reconoce al rol de sus profesores. Eso es lo que, a mi entender,
marca la diferencia.
Perdona si mi discurso y mi
reflexión se ha vuelto, esta vez, más "filosófico" que de
costumbre. Pero quiero que entiendas que hay muchas personas, entre
las que me incluyo, que siempre son, o han/hemos sido, utópicos en
nuestros planteamientos acerca de la educación. Es un
convencimiento que siempre hemos tenido, aunque no hayamos logrado,
la mayoría de las veces (por no decir nunca), que se escucharan
nuestras propuestas que siempre han surgido de nuestra lectura de
las necesidades reales de nuestros alumnos.
Por hoy basta. Gracias por tu
comprensión.
Hasta la próxima, como siempre,
salud y felicidad.