Crónica Salamanca
Intelectuales y Vida Pública en la Hora Presente
Dos circunstancias del día nos invitan a
pensar sobre el peso y posición de los intelectuales (casi
por extensión, universitarios de relevancia reconocida) en la
vida pública y sus problemas: con sus graves crisis económicas y
sociales, desajustes, denuncias de corrupción de muchos políticos,
terribles dramas derivados de procesos migratorios nunca bien
atendidos, incautaciones de viviendas por las entidades financieras
a familias humildes incapaces de atender los pagos hipotecarios,
fuerte disminución de los fondos destinados a investigación,
agresión permanente a la universidad y la escuela pública (además
de la sanidad, prestaciones y servicios sociales de los
trabajadores), agresión frontal al principio de la justicia
universal y otros muchos asuntos que bien podrían llenar varias
páginas, en su pura enumeración.
La primera de las situaciones
tiene que ver con la celebración de las elecciones al Parlamento de
la Unión Europea. La segunda nos remite a Italia y a uno de los
pensadores que mejores análisis y propuestas formuló en su día
sobre el papel de los intelectuales en la vida pública,
Gramsci.
Los resultados tan desiguales que
han ofrecido las elecciones al Parlamento Europeo en los diferentes
paises, casi siempre explicables desde los contextos particulares
más que desde la política de la Unión Europea (en desafecto
permanente por la imagen distante , fria y burocrática que
transmite a los ciudadanos), invitan a reflexionar sobre muchos
posibles asuntos y conductas. Una de ellas tiene que ver con el
compromiso (o la ausencia del mismo) que vienen adoptando
diferentes intelectuales hacia las políticas caseras y hacia las de
Bruselas, que tanto dolor y desafecto vienen suscitando a la
mayoría de los ciudadanos, y desde luego a las políticas de la
ciencia y a las posibilidades de avance de la educación
superior.
El programa tan neoliberal que en
materia social, educativa y científica viene implantando la
Comisión Europea, los burócratas impasibles de Bruselas, además de
la afrenta permanente de perfil neocapitalista y de un liberalismo
duro en políticas agrarias y medioambientales, apenas empieza a ser
contestado por los intelectuales. Da la impresión de que muchos
andan vendidos al sistema neoliberal que propugna hoy la Unión
Europea , se conforman al mismo, y renuncian a aquella vieja
demanda modernizadora que representaba hace años Europa, en
especial para los países mediterráneos, para la Europa del
Sur.
No obstante, algunos
intelectuales activos de nuestro presente, como por ejemplo Santos
Juliá, prestigioso historiador emérito, hace pocos días escribía un
memorable artículo que titulaba "España era el problema, Europa la
solución". Allí deja constancia de la conocida tesis de Ortega y
Gasset, de hace aproximadamente un siglo, quien defendía que
modernizar España pasaba por adscribirse a Europa. Pero S. Juliá
continúa reflexionando sobre el miserable presente modernizador de
la Europa actual, y de la miseria social , científica y
cultural en que está convirtiendo los pueblos de Europa una
política neoliberal de la actual Comisión Europea y el Banco
Central Europeo.
Europa sigue siendo una
aspiración para muchos ciudadanos (las posiciones más reaccionarias
dicen que no, claro está), defensores de los grandes valores de la
igual, justicia, libertad, pero es cierto que muchos intelectuales
parecen haberse olvidado de estas incuestionables pero
imprescindibles señas europeas de identidad. El ascenso de
partidos ultra conservadores y filonazis de varios países debiera
representar un revulsivo para intelectuales conformistas y
condescendientes con este tipo de poder complaciente con el
desprecio a ideales originarios de la Unión Europea. El
intelectual de ninguna forma puede permanecer al margen del
compromiso con los graves problemas que se plantea y vive la
sociedad que está en su entorno. De ello también ha escrito con
brillantez el sociólogo francés Pierre Bourdieu hace pocos
años.
Al filo de esta circunstancia,
próximamente va a celebrarse en la Facultad de Educación de nuestra
Universidad el Congreso Internacional Iberoamericano, VI
Conversaciones Pedagógicas de Salamanca, precisamente sobre
"Influencias italianas en la educación española e iberoamericana".
Entre otras muchas temáticas que han aflorado rescatamos aquí la
presencia y significado histórico de Antonio Gramsci, uno de los
teóricos más brillantes del marxismo contemporáneo, quien hace años
escribió páginas muy lúcidas sobre el papel de los intelectuales en
la política italiana y europea, también iberoamericana. Frente al
concepto entonces clásico y tradicional de la clase trabajadora
(hoy anacrónico, sin duda), Gramsci se erige en uno de los primeros
defensores del protagonismo y presencia de los intelectuales, los
trabajadores de la inteligencia en los procesos de construcción de
una sociedad más culta, solidaria y socialista. Lo que significaba,
como la historia posterior ha demostrado en muchos países
impulsores de democracia y solidaridad, que estudiantes,
profesores, académicos e intelectuales debían encontrar un espacio
adecuado de expresión de sus intereses, para compartirlos con el
conjunto de la clase trabajadoras.
¿Gramsci tiene alguna actualidad
entre nosotros? Seguramente sí, una vez comprobado el acomodo que
vive la clase política (con la anuencia de ciertos académicos,
economistas y catedráticos de tono ideológico monocorde), y estaría
muy bien difundir algunas de sus posiciones, con la ingenua
pretensión de que pudieran erigirse en revulsivo e interlocución de
propuestas mucho más lúcidas y solidarias que las que hoy circulan
por Europa, tan sometida de nuevo al yugo alemán, ahora por otras
vías diferentes a las que utilizaba en la primera mitad del siglo
XX, que por fortuna fracasaron. Se impone la bandera de la libertad
real y la justicia solidaria.