Crónica
Cartas desde lá ilusion
Querido
amigo:
Ya estamos llegando al final
de curso, otra vez, y seguimos, como siempre, con cantidad de
interrogantes. Hoy quiero que nuestra reflexión se
centre en uno de ellos: a qué debe dirigirse la acción educadora de
los profesores.
Hemos comentado en varias
ocasiones la necesidad de abandonar la centración en los
conocimientos (materializada en el uso de los libros de texto) para
buscar nuevos "centros de interés" que realmente
importen.
Entre ellos, nos hemos
referido, también en varias ocasiones, a la promoción del
aprendizaje en equipo, que resulta fundamental para acercar la
dinámica educativa a la dinámica de la resolución de problemas en
la vida tanto personal, como social y profesional.
Pero el aprendizaje en equipo
no puede dejar de lado, bajo ningún pretexto, el desarrollo de la
persona. Como bien sabes, y hemos comentado en ocasiones, el
desarrollo de la persona de nuestros alumnos se basa en el respeto
de la libertad propia y de los demás, y en el desarrollo de la
capacidad de reflexión sobre las características de la propia
personalidad.
Sobre esto quiero centrarme
hoy, con unas pocas ideas. Estos últimos meses hemos asistido, en
noticias de prensa, a los casos más recientes de "bullying"
educativo que han conducido, incluso, a algunos adolescentes a
tomar la decisión brutal de quitarse la vida por no poder soportar
el acoso a que estaban siendo sometidos.
En mis cursos sobre
resolución de conflictos, siempre he aprovechado la ocasión para
hablar a los profesores sobre este problema real y más extendido de
lo que creemos y quisiéramos. Siempre he hecho hincapié en que el
problema del bullying es, por principio, un problema de
"transparencia" educativa. Cuando las características personales no
afloran con la normalidad que merecen en la relación educativa
(entre profesores y alumnos -vertical- y entre alumnos
-horizontal-), y entre ellas se encuentran determinados rasgos que
tienden a ser objeto fácil de burla, de humillación, de actuaciones
mordaces, etc., se está promoviendo, con cierta facilidad, la
aparición de conductas de bullying entre los alumnos.
Y es que, si nos centramos
sobre todo en el problema de la adquisición de los conocimientos
por parte de nuestros alumnos, dejando de lado la labor
importantísima de contribuir a desarrollar las características
personales, es decir, el conjunto de rasgos que componen tanto las
fortalezas como las debilidades de cada uno, estamos prestando un
flaco favor a la educación auténtica a la vez que estamos
alimentando un caldo de cultivo en favor de las conductas
vejatorias de unos alumnos en relación con otros (los que, por
regla general, se perciben como más débiles).
Todo esto no deja de ser un
pretexto para plantearte mi idea central hoy: la actuación del
profesor es, como hemos comentado, fundamental, pero yo creo que
debería estar más orientada a las personas que a otros temas o
tópicos. Si la acción educativa contemplara las "virtudes"
(fortalezas) y los "defectos" (debilidades) de las personas como
algo perteneciente a la diná- mica vital normal, promoviendo la
reflexión de cada alumna/o sobre sí misma/o, quedaríamos centrados
en la labor que auténticamente tenemos que desarrollar. La
educación es un contacto entre sensibilidades, y la sensibilidad de
cada alumna/o está formada por el conjunto de sus rasgos personales
(mejores o peores, a la vista de quien sea, porque no hay nada
absoluto en este campo, sino sujeto a la percepción subjetiva de
cada cual). De esta manera, todos (profesores y alumnos) podríamos
llegar a comprender -y a actuar en consecuencia- que no hay nadie
perfecto ni nada que resulte absolutamente necesario o
imprescindible. Sería genial si consiguiéramos ayudar a nuestros
alumnos a formar un sentido de la relatividad de las personas, de
las cosas, de los acontecimientos...
¡Cuánto mejor nos iría a
todos! Seguiremos...
Hasta la próxima, como
siempre, ¡salud y felicidad!