Opinião

CRÓNICA
Cartas desde la ilusión

Juan A. Castro PosadaQuerido amigo:

Tal como te decía en mi carta anterior, hoy quiero dedicar unas ideas a la tercera decisión del proceso de Evaluación para el Aprendizaje (EpA), o sea, "cómo llegar de la mejor manera posible".

Ya sabes que el mero hecho de "llegar", es decir, conseguir los objetivos, supone un alto nivel de eficacia. En efecto, somos "eficaces" (tanto en el ámbito educativo como en cualquier otro dominio) cuando somos capaces de disponer los medios adecuados para obtener los fines que nos hemos propuesto.

Ahora bien, a mí, personalmente, me asalta una duda: ante la complejidad de todo lo que supone el sistema educativo, ¿será suficiente ser eficaces? ¿bastará con que los profesores guiemos a nuestros alumnos para que utilicen los recursos adecuados que les lleven a conseguir los objetivos marcados? O, por el contrario, ¿será necesario que busquemos un "valor añadido" a nuestra actuación educativa tratando de llegar a ser auténticamente eficientes, o sea, a conseguir los mejores objetivos con los mínimos recursos?

Es evidente que a nadie se le escapa que la sociedad occidental está en crisis (para comenzar, de tipo económico, pero subsiguientemente, de tipo social, de valores humanos, etc.). Ante un problema como el que estamos viviendo, podemos tomar varias actitudes, entre las que cabe destacar dos: 1) seguir quejándonos de la crisis y esperar que esto pase, o 2) aprender de la situación en la que estamos viviendo.

Volviendo a nuestro discurso: no cabe duda que resulta relativamente fácil ser eficaz, e, incluso, llegar a ser eficiente, cuando el llamado "estado de bienestar" provee a todos con superabundancia de recursos (en la educación esto se ha traducido en sobregasto y superabundancia de materiales tecnológicos, de subsidios y ayudas a la formación de los profesores, de becas a los alumnos para asegurar la igualdad de oportunidades, etc.). Pero el gran problema del "estado de bienestar" anteriormente creado consiste en que nos ha llevado, pienso yo, a perder "el norte" y a dejar de controlar el flujo de los recursos. Hemos incrementado recursos hasta límites insospechados y ahora nos encontramos con dos consecuencias: 1) muchos de los recursos han sido claramente infrautilizados y se han convertido en obsoletos sin apenas llegar a ser utilizados; 2) nos hemos acostumbrado de tal manera a la superabundancia de recursos que, cuando ha llegado el momento, como el actual, en que los recursos comienzan a escasear o se reducen al mínimo, no somos capaces de encender la "chispa" de la eficiencia. En otras palabras, hemos tenido tantos "árboles" delante, que nos han ocultado "el bosque", y hemos creído que todo el bosque era árboles, perdiendo de vista que en bosque también hay zonas de vacío (sin árboles), zonas peligrosas, de difícil acceso, etc. En definitiva, hemos pasado años (incluso décadas) "dormidos en los laureles" de la confianza (más bien pseudo-confianza) que nos traía el bienestar y la superabundancia.

Pero, tal como están las cosas, es el momento de renunciar a esa "siesta" prolongada y volver a "cargar las baterías" de la creatividad para superar la inercia y convertirnos no sólo en eficaces, sino en eficientes. Si la crisis económico-social-político-educativa… nos enseña esto, es decir, nos enseña que tenemos que estar siempre despiertos, bienvenida sea la crisis. Ya sabes que en el concepto de crisis se inserta el cambio y la dinámica del progreso y de apertura al futuro: la crisis es un momento duro de sufrimiento, pero que tiene que desembocar, necesariamente, en crecimiento.

Ahora bien, para crecer hoy día, es necesario crear. Éste es, a mi manera de ver, nuestro nuevo reto: sacudirnos la pereza y la queja, y comenzar a dar pasos hacia adelante para crear un nuevo sistema que nos permita llegar a ser eficientes. Como sabes, la eficiencia consiste en ser eficaces utilizando de la mejor manera posible los mínimos recursos disponibles.

En este sentido, conviene que recordemos la historia del burro que cayó a un pozo. Te la cuento y, con ella, me despido hasta el próximo mes.

Un día, el burro de una campesina se cayó en un pozo.

El animal lloró fuertemente por horas, mientras la campesina trataba de averiguar qué hacer.

Finalmente la campesina decidió que el animal ya estaba viejo, el pozo estaba seco, y necesitaba ser tapado de todas formas, y que realmente no valía la pena sacar el burro.

Invitó a todos sus vecinos para que vinieran a ayudarla.

Todos cogieron una pala y empezaron a tirar tierra al pozo. El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y lloró horriblemente.

Luego, para sorpresa de todos, se aquietó. Después de unas cuantas paladas de tierra, la campesina finalmente miró al fondo del pozo y se sorprendió de lo que vio...: con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble... Se sacudía la tierra y daba un paso hacia arriba...; mientras los vecinos seguían echando tierra encima del animal, él se sacudía y daba un paso hacia arriba. Bien pronto todo el mundo vio sorprendido cómo el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde del pozo y salió trotando...

Hasta entonces, como siempre, salud y felicidad.

 



 

Juan A. Castro Posada
juancastrop@gmail.com
 
 
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