Opinião

Crónica
Cartas desde la ilusión

Juan A. Castro PosadaQuerido amigo:

Volvemos a asistir, en esta última temporada, a la manifestación pública de la preocupación por el profesorado en nuestro sistema educativo.

Pero, desafortunadamente, lo que está poniendo de relieve esta preocupación es que a los responsables de la educación nacional, léase a los políticos, les falta una orientación clara de lo que se requiere y, en consecuencia, parecen "desnortados", por más que se rodeen de un cúmulo de "técnicos" asesores que son los que, al parecer, les trazan las líneas a seguir y les sugieren las ideas que ellos después aportan a la sociedad como si fueran propias.

Hay algunos hitos del debate en torno al profesorado que son, realmente, preocupantes y que ponen de relieve niveles muy altos de ignorancia en relación con lo que es el profesorado, en la actualidad, y con sus necesidades y preocupaciones propias de su intervención educativa a diario.

Uno de ellos, a mi juicio el más llamativo, es el hecho de que se haya llegado a proponer que cualquier titulado universitario se considere apto para integrarse como profesor, sin más, en el sistema educativo. Hemos asistido siempre a debate entre si el profesor nace o se hace.

No cabe duda que, en tiempos pasados, cuando los profesores o maestros no podían prácticamente acceder más que a una formación básica, destacaban aquellos profesores que parecía que llevaban en sí mismos la función docente y educadora: eran los venerables maestros y maestras de aquellos tiempos, cuyo ocaso comenzó hacia los años 70 del siglo pasado con el "boom" de la invasión de las escuelas de magisterio por parte de un alumnado que, más que por vocación, acudía para asegurarse un puesto de trabajo relativamente rápido, cómodo y que, en aquellos tiempos, se consideraba como suficientemente pagado (aunque no satisfactoriamente pagado, cosa que nunca sucederá, creo yo, tal como están planteadas las cosas hoy día).

Pero aquellas maestras y aquellos maestros desparecieron dejando su estela manifestada en un cúmulo de buenos recuerdos por parte de los alumnos que tuvieron la fortuna de pasar varios años bajo su tutela educadora. Hoy día hemos de aceptar que los profesores, en su mayoría, son personas que se preparan para ejercer la acción educativa a lo largo de varios años.

El problema, sin embargo, se ha desplazado de la necesidad de su preparación y formación como educadores (aceptada por casi todo el mundo) al cómo de esa preparación y formación. Mientras la sociedad no tenga bien claro que tiene que proporcionar a estos futuros profesionales una capacitación acorde con las necesidades reales de los alumnos actuales, no conseguiremos avanzar. Por tanto, si un buen matemático (con altas notas en su carrera, pongamos por caso) se dedica o quiere dedicar a la práctica educativa, su formación especializada no garantiza que sea un buen educador (más bien parece ser lo contrario: los "mejores" académicamente hablando suelen ser los peores a la hora de ser capaces de hacer que otros aprendan aquello que ellos saben e, incluso, aman y les ilusiona). Es evidente que una formación durante varios años como profesor tampoco garantiza el éxito de la actuación educativa, pero es más plausible que resulte más eficaz un profesor con ese bagaje de formación que cualquier especialista en determinada área de conocimiento que pretende dedicarse directamente a la formación de los niños sin conocer nada de los fundamentos y las herramientas y recursos de la acción educativa.

Por eso, una vez más, desde aquí, reclamo (como creo que reclaman muchos otros) una mayor atención a la formación del profesorado a tenor de las necesidades reales de los alumnos, con una perspectiva de futuro creadora y confiada, ya que la formación de los alumnos del presente debería hacerse en función de sus posibilidades (evidentemente, ¿quién las conoce?) de futuro. Pero esto requiere un cambio muy profundo en las infraestructuras educativas actuales y una re-orientación de las actitudes hacia la formación del profesorado.

Otro de los hitos es el problema del salario (sabes que últimamente se ha dicho -probablemente sin razón- que se ha invertido muchísimo en el incremento del salario de los profesores; pero los profesores viven una situación de "salario congelado", y, en muchos casos, de "salario disminuido"). Pero dejaremos esta reflexión para la próxima carta.

Hasta entonces, como siempre, salud y felicidad.

 
 
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