CRÓNICA SALAMANCA
El precio de las matrículas Universitarias
El
eterno debate en torno a los precios de la matrículas en la
universidad sigue vivo, tanto como el de la misma clase y orden
superior, el derecho a la educación, con significados y propuestas
diferentes, según quien opine y actúe. Unos dicen que el derecho a
la educación es igual a libertad de elegir enseñanza. Otros
subrayan que el derecho a la educación de todos ha de servir para
buscar una mayor igualdad.
Si aplicamos esta reflexión al
ámbito universitario, y la traducimos al plano de los costes de la
educación superior, y tratamos de resolver la pregunta sobre quién
debe pagar los gastos que indudablemente genera el funcionamiento
de la universidad pública, es probable que encontremos explicación
a ese interrogante.
Los partidarios de la libertad de
enseñanza (no tanto de opinión de cátedra, ni de métodos de
enseñanza, conceptos hoy aceptados por todos), consideran que ha de
prevalecer el principio de libre competencia, y por tanto el Estado
debe intervenir muy poco o nada en la vida pública. La sociedad
debe ser capaz de autorregularse, y por ello el mapa universitario
ha de ser abierto, competitivo y no subvencionado con fondos
públicos. En consecuencia, y si no queda más remedio que existan,
las universidades públicas deben ser capaces de financiarse por sí
mismas (elevados precios de las matrículas, captación de recursos
externos de apoyo, aproximar la gestión técnica o gobernanza de la
universidad a la de las empresas, actuación por contratos-programa,
control detallado de inversiones y gastos). Porque para esta
corriente de pensamiento liberal, lo ideal es que las universidades
sean empresas privadas, y que funcionen como tales.
Por otra parte, quienes defienden el
derecho a la educación como un instrumento hacia la igualdad
social, y conciben la universidad como servicio público, pueden
aceptar algunas de las ideas antes expuestas para mejorar la
gobernanza de las instituciones universitarias. Aceptan incluso que
cooperar económicamente por parte de los beneficiarios directos,
los estudiantes, en un grado bajo de coste, es un mal menor cuando
los poderes políticos no asignan suficientes recursos económicos a
las universidades.
Aceptemos la existencia de
universidades privadas que deseen funcionar como empresas. Pero si
nos fijamos en las universidades públicas de muchas partes del
mundo, encontramos ejemplos de establecimientos universitarios que
cobran al estudiante un euro simbólico por la matrícula de un año
académico. Otras elevan un poco más esa cantidad, pero puede
aceptarse que se trata de una enseñanza universitaria completamente
gratuita. Finalmente, existen otras universidades públicas que,
atendiendo a criterios de saneamiento económico impuesto por las
autoridades políticas, han incrementado de forma espectacular y
alarmante los precios de los estudios que ofertan, entre ellas las
españolas.
Aunque conviene matizar, porque
dentro de este último grupo observamos diferencias muy notorias,
dependiendo mucho de decisiones políticas de cada Comunidad
Autónoma. Así, el precio medio de las tasas de un grado
universitario en la actualidad (datos del año 2017) cuesta 1944
euros en Cataluña, en Galicia 713, en Andalucía 770, o en Castilla
y León 1419 euros. Podemos disponer de las tasas de matrícula
establecidas en cada Comunidad Autónoma de España para sus
universidades públicas, y observamos que en todas ellas los precios
son diferentes, atendiendo a criterios políticos propios
Lo cierto es que existen grandes y
graves diferencias de precios de matrícula entre universidades
públicas, y por ello severas y preocupantes desigualdades en la
aplicación del principio de igualdad de oportunidades a la
educación, y en este caso al acceso a la universidad. Son
diferencias de criterio muy cuestionables desde las políticas
sociales y universitarias, incluso en ocasiones desde posiciones
que proceden de un mismo partido político. No obstante, en España
las Comunidades Autónomas gobernadas por tendencias
socialdemócratas tienden a ofrecer precios de tasas universitarias
más accesibles que aquéllas que son gobernadas desde posiciones
conservadoras.
Por tanto, para finalizar proponemos
contemplar una obviedad en torno a los precios de las enseñanzas
universitarias en España: son caros, diferentes según el territorio
donde se ubique la universidad, y desde luego son injustos, porque
no respetan el principio de igualdad de oportunidades.
Junto al tema de los precios de las
tasas de matrícula, para comprender mejor nuestro mapa
universitario público desde una perspectiva económica más amplia es
imprescindible considerar otras variables que hoy no podemos
desarrollar: precios del máster , del doctorado, y de otras
actividades de formación permanente; sistema de concesión de becas
a los estudiantes de menor nivel de ingresos; sistemas de
bonificación de servicios de protección social en el seno de cada
universidad para sus agentes (profesores, estudiantes, personal de
apoyo); diferentes servicios de apoyo a la docencia y la
investigación, y otros.
La gestión económica de una
institución universitaria pública es compleja, pero nunca puede
renunciar a su principio de partida: servir a los ciudadanos como
un servicio público a la comunidad próxima y a la sociedad en
general, formando profesionales, produciendo conocimiento,
difundiendo la alta cultura, desempeñando otras tareas culturales y
socioeconómicas complementarias. Por ello, la elevación de los
precios de las matrículas universitarias representa una agresión
permanente a la sensibilidad hacia la cultura ciudadana, y sobre
todo a la igualdad de acceso a la universidad y permanencia de
quienes exhiben sus derechos educativos.