Crónica
Cartas desde la ilusión
Querido amigo:
Creo que algo estamos haciendo mal…
y lo peor es que seguiremos haciendo las cosas mal.
Empieza a hablarse ya de los
cambios que tendrán lugar en la educación (según la nueva ley
educativa - LOMCE) para el próximo curso. A la vista de la
propuesta, yo sigo pensando que es "más de lo mismo", por más que
re reestructuren algunas asignaturas, se opcionalicen otras, se
conceda importancia a las asignaturas "troncales", se distribuyan
las responsabilidades de la gestión de los tiempos según las
diferentes Comunidades Autónomas, etc.
Esta propuesta está, a mi juicio,
desenfocada. Por eso, me pregunto si los educandos de las próximas
generaciones que "promueva" esta ley (y las que vengan, que
seguramente vendrán) seguirán siendo "ninis" en su mayoría. A pesar
de que me gustaría ser optimista, creo que el realismo impone un
pensamiento que se centre más bien en la decepción.
Creo que nuestros "ninis" son el
producto de una miopía educativa (por no decir de una auténtica
ceguera), ya que el sistema educativo que han soportado no se
planteó en ningún momento el enfoque hacia el futuro de todos los
alumnos que acogía. Nuestros "ninis" vivieron el anclaje educativo
en el presente porque la justificación era muy sencilla: ¿para qué
hacer ningún esfuerzo de prospección del futuro si las cosas son
tan cambiantes que no nos ofrecen ninguna pauta de seguridad en
cuanto a las predicciones? La consecuente falta de esfuerzo de
prospección del futuro nos ha conducido a la "rutinización" de la
práctica educativa, de tal manera que las cosas han seguido y, por
desgracia, seguirán haciéndose como siempre.
Si es cierto que el sistema
educativo debería preparar para el futuro, es hora de liberarse de
los prejuicios, las rutinas y los sistemas de seguridad personal
para empezar a romper esquemas y tratar de ajustar las prácticas
educativas a las exigencias del futuro. Pero esto no lo permite la
escuela tal como está entendida y construida actualmente. Por eso
vuelvo a insistir en mi mensaje que claramente expuse hace unos
meses: necesitamos "matar" la escuela, para que pueda volver a
surgir una institución educativa que merezca la pena y que
promueva, realmente, las opciones de futuro de cada uno de los
alumnos.
Adquirir esta actitud de "matar la
escuela" sería, a mi juicio, lo más ilusionante que podría
sucederles a los educadores. Hemos gastado tiempo y recursos en
protestas contra la nueva ley de educación por sus claros defectos,
pero me da la impresión de que gastamos poco tiempo (por no decir
ninguno) en debatir esta necesidad de actualización, de
resurgimiento de la escuela y en buscar y promover los recursos
para conseguirlo.
A mi manera de ver, hay una
dirección y una finalidad clara: conseguir que los educandos
lleguen a ser ciudadanos felices y productivos, es decir,
felizmente productivos y productivamente felices. Alimentar la
carga de "ninis" seguirá siendo un fracaso, aunque eso haya
supuesto mantener la escuela en sus peculiaridades actuales.
Sabemos que la carga económica y
social de la escuela actual es enorme y las consecuencias de la
acción educativa no revierten el beneficio que se debería esperar
sobre la propia sociedad. Tal vez estemos creando ciudadanos "en
vacío" y estructuralmente destinados a una situación de inacción
laboral en el futuro y, por consiguiente, de parasitismo social. Es
hora de acabar con esto y de romper definitivamente. Tú y yo lo
sabemos, y seríamos muy felices el día en que la sociedad asumiese
esto y el sistema educativo empezase a dar frutos en la dirección
adecuada. Esperemos que el tiempo no demore el comienzo de las
realizaciones que cubran esta necesidad.
Hasta la próxima, como siempre,
salud y felicidad.